La Clínica psicoanalítica y sus avatares

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viernes, 29 de mayo de 2020

La monstruosidad del deseo en Escher (VIII)

Dos polichinelas-títeres

  El baile de las abejas en la colmena-belvedere

 La fealdad, embrutecimiento, mirada ciega, inculta (no-cultivada), a-belvederiana, de Cuasimodo, es algo que proviene de su Hystoria, de la Hysteria Materna, la de la Abeja-Reina (la encarnación del Gran Otro Materno).

 Modocuasi es hijo de la Abeja-Reina; de hecho, es un zángano que se dedica a zangolotear (¿no se dice mejor zanganear?) por el subsuelo del belvedere.

 De ahí, lo sorprendente y maravilloso, monstruosamente zángano, de ese engendro abortivo, llamado Cuasimalosmodos, que ha sido gestado, procreado, en esa cavidad primigenia que es el "Belvedere-colmena-útero (hysterus)", la celdilla "necker-escher-iana" de La Abeja Reina, la auténtica Madre Primordial de la Hystoria.

La colmena belverediana

 Lo que explica la fealdad, el embrutecimiento, la mirada ciega, no cultivada (inculta), de Cuasivagomodo es su condición de zángano, de zangolotino, que se dedica, como su principal obligación y diversión, a zangolotear por los pisos bajos del belvedere-colmena.


Aquí está todo, el goce brutal y la finura de las matemáticas

 De aquí hay que partir: el Belvedere es una colmena con columnas; sobre todo, con su jerarquía social, sus clases, la división del trabajo, la diferencia sexual, y, last but not least, su Universo del lenguaje; porque las abejas, como todo el mundo sabe, aunque no sepan hacer un chiste, hablan (incluso son capaces de danzar "El lago de los cisnes").

 De aquí concluyo que "Galileito no es Galileito" ("Esto no es una pipa"), es Karl von Frisch.


Karl von Frisch

 Cuasimodo, casi o cuasi, no es Quasimodo, es un Cuasizángano.

 En el belvedere de Escher nada es lo que parece, "todo es según con el cristal con que se mira".

 Nuestro cristal tiene forma de colmena (además, neckeriana).

 Si esto es una película, basada en una obra literaria -"La Colmena"-, tenemos que dar cuenta de su reparto.


"La Colmena"

 El Belvedere, en su conjunto, es el lugar de una colmena.

 Quasimodo y el Clown de la escalera son unos auténticos zánganos, por no decir payasos.

 Galileito, "El colmenero", es Karl von Frisch.

 La Señora del mirador principal es la Abeja-Reina.

 Todo el resto de personajes, masculinos y femeninos, se dividen entre abejas-obreras y abejas-zánganos.


La Abeja-Reina: La Madre

 Si al modo y manera zangolotino de Modocuasi lo consideramos de lo más apropiado para ese "zángano de lo más zángano", en consonancia, "esos barrotes que agarra no son unos barrotes", sino las aristas que limitan las celdillas de la colmena.

 Porque, como se puede observar fácilmente, Cuasizángano, está capturado en una de las celdillas de la colmena-belvedere.

 En un panal existen unas celdillas especiales para criar zánganos.

 Su ubicación en la colmena coincide con el lugar que ocupa Cuasimodozángano en su celda o celdilla del belvedere-colmena:  

 "Las celdillas para criar zánganos son de mayores dimensiones y son labradas por las obreras en las esquinas inferiores de los panales que bordean el nido" ("Los Panales; La Estructura Del Organismo Colmena"; Orlando Valega).

 Al zángano, desde el psicoanálisis, lo relacionamos íntimamente con el goce.

 ¿Por qué?

 Todo goce (sobre todo si es pulsional), por activa o por pasiva, es un poco o un mucho zángano.

 Nunca está en el justo término, en el punto de equilibrio.
 
 El goce, por definición, a diferencia del placer, que es útil, un bien, siempre es rematada y estúpidamente zángano.

 Al mismo tiempo, lo más zángano del mundo, en oposición radical a la triada "placer-útil-bien", se manifiesta, en colmenas y similares, como aquello que hace excepción al trabajo (al rendimiento, la eficacia, sus fieles escuderos).

 Es evidente que el trabajo, cualquiera que sea, aún el más alienante y esclavizante, es una actividad placentera (no decimos para quién), cuyo fin último es producir un bien-útil (no decimos para quién).

 El para quién y el para qué del trabajo se inserta en la dialéctica del amo-esclavo.

 En cambio, el goce, más si es zángano, como suele serlo, es fundamentalmente molesto, perturbador y displacentero, además de no conformarse ni confortarse en absoluto como o con un bien; suele ser vivido, más bien, sobre todo por el que no es su beneficiario inmediato, como un mal, al no buscar ni pretender un fin útil, beneficioso, provechoso, para el otro.

 Decir que alguien "es un zángano" o que "hace el zángano" se puede traducir como que su dedicación principal consiste en gozar (gozar por encima de todo, ¡caiga quien caiga!).

 Evidentemente, esta es la posición gozosa de Zánganocuasi (también conocido, para los amigos, como Quasimalosmodos).

El belvedere-colmena

 Una colmena es un universo de lenguaje, donde todas las abejas "oran et laboran".

 Todo esto, que es el fondo de la estructura, está grabado con letras de fuego en la colmena-belvedere.

 Hay dos principios opuestos, especie de Yin-Yang, que lo rigen todo: por un lado, el trabajo; por el otro, el goce.

 Siguiendo la estela freudiana se puede identificar "el trabajo" a "la pulsión de muerte", y, "el goce", a "la pulsión de vida".

 Por un lado, el tánatos laborioso y emprendedor; por el otro, el eros gozoso y vital.

 Por eso, en un panal, están los zánganos-peripatéticos y las abejas-obreras.

 Curiosamente, la gran trabajadora, la más laboriosa, la que se deja la piel por todos, es la Abeja-Reina.

 El que goza en un panal es el que no hace nada, el zángano, que ni ora ni labora.

 Nunca encuentra la hora de orar y de laborar porque siempre está -full time- a la caza y captura de la zángana, de la mujer que pueda hacerle gozar como corresponde y como es debido (que no quiere decir como es obligado).

 Los que no gozan en un panal son los que trabajan de sol a sol: la Abeja-Reina y las abejas-obreras, que oran et laboran (producen y producen y no paran de producir).

 ¿Quién es el zángano del panal de la vida?

 Tiene dos características: non labora et gaudium (alegría).

 Esta es la Hystoria de lo más zángana del zángano:

 "Los zánganos son las abejas machos de una colmena; se desarrollan en celdas más grandes que las obreras, de ocho milímetros de diámetro y proceden de huevos sin fecundar (partenogénesis)". (Wikipedia).

 Los zánganos son tan vagos y perezosos que nacen de unos huevos que nadie se ha tomado el trabajo de fecundar; esto no implica que sean infecundos, sino, todo lo contrario, su gran labor es el fecundeo, el folleteo gozoso y primaveral; son los fornicadores por excelencia.

 " (...) todas las colonias potentes acondicionan celdas para machos, en los cuales la reina depositará huevos no fecundados que darán origen a zánganos...".

 "Los zánganos aparecen normalmente en primavera, perdurando en toda la estación reproductiva de la colonia, primavera-verano-comienzo de otoño, siempre que existan reinas sin fecundar, siendo el tiempo de vida de aproximadamente tres meses. Si el flujo de alimento es escaso, las abejas obreras expulsan a los machos, muriendo de frío o hambre fuera de la colmena. Las colmenas con reinas vírgenes los toleran hasta la fecundación de la misma".

 "La fecundación de la abeja reina se produce en el vuelo de fecundación o vuelo nupcial, que las reinas repiten normalmente en dos, tres y hasta en cinco oportunidades. Copulando en pleno vuelo para caer al pasto muchas veces juntos. Luego de la cópula, el zángano muere, dado que se desprende su aparato genital. Las reinas copulan con varios zánganos. La reina guarda en el interior de su espermateca el esperma de los diferentes machos con que copuló. Los zánganos no poseen aguijón, ya que el aguijón es en realidad un ovipositor modificado". (Op. cit.)

 Del zángano solo sabemos que goza.

 De su goce, como siempre, no sabemos nada.

 Sabemos que goza porque su goce tiene como condición la muerte y la castración; comporta la pérdida de su aparato genital (el falo), que se separa del cuerpo, que cae perdidamente del cuerpo ([-φ/a]).

 Además, posee un instrumento del goce, un órgano fálico, con el que penetra a la Abeja-Reina:

 "También denominado pene o bulbo, es una estructura tubular larga, normalmente invertida dentro de la cavidad abdominal, está formada por placas quitinosas. Durante la cópula, se requiere una fuerte contracción de las paredes del abdomen para producir eversión del pene y con el aumento en la presión de la hemolinfa se logra la eyaculación". ("Apicultor Gironins Associats").


Un simpático zángano alegre y gozador

 Conclusión: Cuasimodo es un zángano.

 Hay otros personajes o abejas en el belvedere-colmena.

 Por un lado, están los zánganos, los machos-gozadores, de los que contabilizamos cinco (dos eran dos):

  • Cuasimodo (el zángano principal): que está enclaustrado en su celdilla del panal.
  • El Clown de la escalera (el lugarteniente del primer zángano): que está haciendo el zángano en la escalera transportable, de subida y bajada al belvedere.
  • Zángano-1: que está haciendo equilibrios zangolotinos en la escalera, bajo la dirección del Zángano-clown.
  • Zángano-2: el más elegante de todos los zánganos, que está mirando la bella vista desde el primer piso de la bellavista.
  • Zángano-3: que se aproxima al belvedere con su señora, con esa fea abeja-obrera.

 A continuación, hay que detectar y contar a las abejas-obreras del sexo femenino.

 Solo contabilizamos una, la señora esposa del Zángano-3.

 Por último, la Abeja-Reina, la procreadora de la colmena, la Gran Madre.

 Está situada en el piso principal, en el mirador real, divisando la danza nupcial de esos zánganos que solo sirven para aprovisionarla del semen preciso.

 "La abeja reina es la única hembra fértil de la colonia y madre de las demás abejas. Tiene una función reproductiva, ya que una sola abeja reina puede poner 1.000 huevos al día o 200.000 huevos en un año. En los meses previos al verano, suele incrementar su producción llegando a poner hasta 2.000 huevos diarios. Esto supone que el peso de los huevos que pone en un solo día es superior al peso de su propio cuerpo. Sus huevos fertilizados dan origen a hembras infértiles (las obreras) y de sus huevos no fertilizados nacen los machos fértiles (zánganos)". (petdarling.com).
 

La abeja-reina

 ¿Sobre quien reina la Abeja-Reina en su régimen Matriarcal?

 Sobre los zánganos (los gozadores-macho) y las obreras (las trabajadoras-hembras).

 Galileito o Guillermito podría ser también un auténtico zángano; pero, como está trabajando tanto, pensando tanto, quemándose la neuronas, lo ascenderemos a colmenero.

Galileito el colmenero sabio

 De hecho, lo que Galileito está sujetando entre sus crispadas manos podría ser la celdilla de un panal cuya topología es equivalente a la de un cubo de Necker:

 "Una celdilla de un panal tiene forma de prisma hexagonal regular, pero cuyo fondo remata en tres rombos. Puede obtenerse a partir del prisma, cortando tres tetraedros por los lados de un triángulo equilátero inscrito en la base y pegándolos a ese triángulo. Así el volumen no cambia, pero la superficie disminuye, si los planos forman un ángulo adecuado..." ("Celdilla de Panal"; GeoGebra).


Geometría de las celdillas de un panal

 Ya tenemos una pequeña estructura belvederiana que nos permite ir atando cabos.

 Lo primero de todo, si nos situamos en el plano macroscópico, "el belvedere no es un belvedere", sino una colmena.

"Este belvedere no es un belvedere... es una colmena"

 La topología de la colmena-belvedere es la de las celdillas superpuestas de un panal, formada por una serie de cubos de Necker (especie de cilindros hexagonales) astutamente dispuestos para aprovechar el espacio al máximo.

 El modelo topológico de la celdilla-neckeriana es ese cubo de Necker que sostiene en sus manos Galileito von Friso.

 Este Galileito von Friso no es solo un arriesgado topólogo; también es un industrioso colmenero, atento al rendimiento de su belvedere-colmena.

 A su lado, bien metidito en su celdilla-celda, está el Zángano de los zánganos, el Rey de los zánganos, dedicado única y exclusivamente a la miel (hiel) amarga del goce: Quasizángano.

 Este pobrecillo, desgraciado, Gran Zángano, zángano con zancos, que está siempre en modozángano, zangoneando a tope en el interior de su celdilla-neckeriana, autista y autoerótica, está más solo que la una.

 De hecho, su sonrisa imbécil, totalmente zángana, se debe a que no para de estar zangoloteando, plenamente satisfecho, de aquí para allá.

 Cuasizángano, en su cuasi encierro en las alcantarillas, en las cata o casi tumbas del belvedere, no nos está advirtiendo sobre los peligros del pecado (preñado de lo más promisorio de la falta), sino de los del goce, cuando no está agujereado por la caída del objeto [a], cuando no se le ha sustraído algo, al menos una parte, aunque sea una pizca, una punta de "su" goce (de "su" satisfacción).

El "modus-zángano-del-goce" es un goce imposible, que no existe, al que no le falta nada de goce.

 Es un goce que se goza del todo, totalmente, hasta los restos, incluyendo los desperdicios.

 Es el goce útil por antonomasia, del que se aprovecha todo, del que no se desperdicia nada (ni siquiera una partícula de goce).

 Las consecuencias están a la vista... Zanganomodo, repleto de su estúpido goce, del que goza como una bestia, a lo bestia, sin dejar nada a cuenta, para después, para los postres, se ha convertido en una especie de ser estupidizado, brutal, deforme, en un auténtico zángano (tan rebosante de satisfacción que no se da cuenta que no le falta nada).


Un tejido de abejas

 El secreto está en que, para dejar de ser un zángano gozador, hay que levantarse a la reina de las abejas; para ello, para poder entrar-la, hay que saber, primero, salir-la; sin olvidar nunca que el coito con la hembra, después de la provechosa danza nupcial, comporta el desprendimiento del aparato genital -la negativización del objeto fálico (metonímico)-, y, por último, el finalem del finalem, el exitus del exitus: la muerte.

 Para copular y gozar con la Abeja-Reina-hembra hay que pagar con la muerte y con la castración (no-ser para no-tener).

 Cuasizángano, con el fin de no perder nada, de salvarse de la pérdida, no está dispuesto a pagar este precio mortal y ontológico, y, como consecuencia, al final lo pierde todo (se inmortaliza en su ser irreducible de zángano).

 Este es el motivo por el que Modocuasizángano tiene esa sonrisa de imbécil, satisfecho y saciado.

 Pero hay varios zánganos más, todos ellos de sexo masculino o mascul-uno.

 Está el ayudante del Zángano-Jefe, esa especie de payaso-zángano, que se muestra como el más listo de la clase, el zangolotino cleverest entre los más clever zangolotinos.

 Se trata de ese zángano que, para evitar la zangarriana (melancolía), se sube ágil y divertidamente a la escalera de tijera, en la que hace sus pequeñas acrobacias, sus diestros equilibrios y desequilibrios, actuando como Introductor de Embajadores para todos esos otros zánganos (masculinos) y abejas- obreras (femeninas) que quieren visitar y rendir pleitesía a la Abeja-Reina en su mirador-tocador del primer piso.

 Así como el Zángano-Jefe tiene una risa de imbécil, el Zángano-Ayudante, el Clown, tiene una media sonrisa de lo más inteligente, prima hermana de la media verdad.

 La risa del Almodozángano es la carcajada real, la mueca del goce, que no tiene ni la más mínima gracia.

 La risa del Almodoclown es la medio sonrisa, la sonrisa a medias de lo simbólico, plena de gracia y de gracias.


Un tejido de cubos escheriano

 La posición de Zánganocuasi y de Clownmodo, con relación a la estructura simbólica del colmenero-belvedere y al goce de la Abeja-Reina -al que podemos llamar el goce del Otro o el goce de la Cosa-, es totalmente diferente.

 Para captar la diferencia nos tenemos que fijar en la relación de cada uno con la celdilla -la matriz del <<belvedere-colmenar>>-, con el objeto-neckeriano.

 Gracias a su insustituible escalera -instrumento significante de primer orden-, Cuasiclown, mantiene una relación mucho más libre, flexible, abierta, con el objeto-celdilla-neckeriano.

 El propio cuadro de Escher nos transmite la imagen de esta relación sutil y aérea; como si Clowncito estuviera danzando en la escalera.


Las alegrías contorsionantes de la escalera amovible

 Escher nos lo presenta encaramado y bien dispuesto en una escalera de tijera, especie de instrumento amovible que le permite hacer todo tipo de acrobacias, saltos y equilibrismos, de lo más divertidos; sube y baja por el belvedere como Pedro por su casa.

 La conclusión es que este hombrecillo tan circense se lo pasa bomba; tiene una relación con el goce de la celdilla de lo más sana y simpática.

 ¿Por qué se lo pasa tan bien, pudiendo disfrutar a prueba de bombas?

 El secreto tiene que ver con el modo de su relación con el instrumento-deseo: el objeto-escalera.

 De hecho, se puede concebir la escalera de quita y pon como una superposición de celdillas transportables, desplazables, móviles (¿por qué no metonímicamente traviesas y atravesadamente significantes?).


La escalera de sujeto de Zánganoclown

 Las traviesas-significantes de la escalera-sujeto son de lo más traviesas.

 Con cuatro de ellas se forma una celdilla-objeto, un cubo neckerificante y neckerificado; esta dis-posición va a preservar el espacio de la falta, del deseo, al constituirse como una variedad de curva cerrada (¡o cuadrada!) irreducible a un punto (como la vuelta única de la repetición del toro).

 Clowncito, pequeño zanganito revoloteador, apoyado en la falta, sube y baja, va y viene, se aleja y retorna, rebrincando, dando volteretas, riéndose todo el rato, pasándoselo de a guti.

 Cada travesaño de la escalera es un significante.

 Cuatro significantes-travesaño, escaléricos, forman un cuadrilátero (como el de Saccheri), que mantiene abierto, a machamartillo, la hiancia del deseo (que se soporta sobre el lugar del Otro [A]).

 La escalera de Cuasiclown, el zángano-ayudante, es la clave de todo.

 Es una especie de escalera voladora, o volada, a modo de voladizo, como la lettre volée; incluso, se puede aseverar que su función es la de un ala (de pájaro, de avión, o de... un dios).

 Con ella, gracias a ella, a la escaleriphi o escalerifalta, como si fuese una alfombra mágica, este simpático zángano, surca los cielos del belvedere-panal, ejecutando, trazando en el aire la danza nupcial, el cortejo amoroso, alrededor de la Abeja-reina (que acaba en fecundación: "espermática-castración-muerte"). 

 Clownmodo, con su ala-escalera, es
 el que realiza todas las noches su danza nupcial, su ballet erótico, alrededor de la Abeja-Reina, a la que, indefectiblemente, se la trinca, la lleva al huerto; mientras, Cuasinada, con su ojo a la virulé, más pacá que pallá, fascinado por su "celda-cárcel-cerrojo", no se come ni una rosca ni un colín (se ha indigestado previamente de todas las roscas y de todos los colines del mundo).  

 A Cuasimodo no le falta ni una rosca ni un colín; por no faltarle, no le falta ni una letra de su nombre, ni el más mínimo significante.

 Si, en vez de llamarse Modocuasizángano, con todas las letras hechas y derechas, al completo, a full, sustrayéramos una simple letra de su nombre propio, de tal modo que pasase de llamarse Modocuasizángano a nombrarse Modocu[ ]sizángano, arrebatándolo una pequeña letra [a], la cosa le iría mucho mejor; en primer lugar, no estaría tan fijado y atrapado en su celdilla autoerótica, en su goce viscoso y pegajoso; además, tendría alguna chance de ligar y acabar en el catre con la deseada Abeja-Reina.

 Esa letra que hemos sustraído al nombre, recuerdo indeleble una hendidura, no es otra cosa que el mal llamado objeto metonímico, el que se pierde indefectiblemente por mor de cualquier metonimia.

 Una mujer, cualquier mujer, irá a ocupar el lugar de la hiancia real, allí donde falta la cosa, la letra [a].

 Por eso, el Zángano-jefe, si su celdilla no está vacía, si no se come una rosca, ni le falta un colín, es porque no ha caído el objeto [a].

 Al no estar su goce, como no lo está, verdadera y trágicamente horadado, marcado por el notodo, no tiene ni la más mínima posibilidad de ligarse a la piba de las pibas: la Abeja-Reina.

 El que se liga a la Reina todas las noches, el que es capaz de gozar de (con) ella, es el Zángano-ayudante.

 ¿Por qué?

 Por dos únicos y fundamentales motivos: en primer lugar, por su condición irrebasable de clown; en segundo lugar, por el uso, hábil y diestro, eminentemente significante, que hace de su instrumento fálico... ¡la escalera!

 Para empezar, el Cuasiclown, no se llama así, sino Cu[ ]siclown; esto significa que a su nombre propio le falta una letra: [a].

 Como no nos pispamos que al nombre le falta una letra, tan poco como esa vuelta de más que siempre le damos al toro, el nombre impropio del zángano-ayudante se puede escribir así: Cusiclown.

 Así uno se puede ilusionar con la ilusión de lo más ilusa de que no le falta nada, lo cual, pensándolo bien, es la mayor de las desgracias. 

 Es gracias a ese objeto que falta, la letra que se ha sustraído, amputado (dolorosamente carnal), que, Cu[ ]siclown o Cusiclown, va a poder entrar en la siempre comprometida -¡prometida al fracaso!- relación sexual con la Reina de las abejas; relación (que no es sinónimo de relajación) que se sostiene en una no-relación pulsionadamente-hablada, hablantemente-pulsional.

 Todas las noches el Zángano-clown ejecuta con su ala (alta)-escalera su danza nupcial para así poder fecundar a la deseada Reina.

 El ballet de la escalera, dibujado en sus principales movimientos, en sus más arriesgados pasos, en sus escorzos, saltos y volteretas, por el primer bailarín -Clowncu[a]si-, se convierte en algo irresistible para la Reina; inevitablemente, en un abrir y cerrar de ojos, sin pensárselo siquiera, se va a entregar sin remedio a su amorosa escalera.


El menos zángano de los zánganos se monta a la abeja reina

 "Además del uso de feromonas, las abejas cuentan con un sistema de comunicación conocido como la danza de las abejas. Este se basa en una consecución de movimientos y desplazamientos, realizados a modo de señas, transmitiendo mensajes a las demás abejas por medio de expresiones corporales" ("¿Cómo se comunican las abejas?").

 "Para las abejas y otros insectos sociales, poder intercambiar información es vital para el éxito de su colonia. Una de las formas en que las abejas hacen esto es a través de su danza de movimiento, que es un patrón único de comportamiento, que probablemente evolucionó hace más de 20 millones de años. El baile de la abeja le dice a sus hermanas en la colonia dónde encontrar una fuente de comida de alta calidad". ("Johannes Gutenberg Universitaet Mainz").
 

La danza de la abeja

 La clave (el truco) que nos orienta en este laberinto colmenero tiene que ver con la relación dispar de cada uno de estos zánganos -el Cuasizángano y el Zánganoclown- con el objeto-celdilla.

 En el caso del Cuasizángano, el objeto-celdilla, está formado por esos barrotes carcelarios que configuran las cuadrículas de las rejas-celdillas de su prisión.

 En el otro caso, el del Zánganoclown, el objeto-celdilla está inserto en esa escalera aérea, insoportablemente libre, segmentada en cuadrículas por la serie de los travesaños (en función de significantes).

 ¿Por qué Almodozángano está atrapado en esa especie de caverna sórdida que ocupa los sótanos del belvedere, y, en cambio, Almodoclown, vive en las alturas del mirador, casi tocando el cielo?

 En primer lugar, y, sobre todo, porque, Almodoclown, tiene una escalera, una especie de escala significante, un Otro (A) transportable, amovible, que le permite hacer todo tipo de equilibrios y acrobacias, saltos diversos, volatines y contorsionismo de la más amplia gama, así como movimientos de baile, pasos de ballet, gracias a los cuales es capaz de trazar en el aire la irresistible y pecaminosa danza nupcial.

 En cambio, Cuasizángano-jefe, el más zángano de los zánganos, está ahí abajo, atrapado en su celdilla-celda; el motivo de esta pena penita es su auténtica fijación -por no decir monomanía- por el goce.

 No ha tenido la suerte y la gracia de que el significante haya hecho presa en su goce, mordiéndolo como es debido y conveniente, amputando una parte (... de goce), arrebatando un trozo (... de goce), sustrayendo un pedazo (... de goce); "parte", "trozo", "pedazo": el objeto [a]: el objeto perdido que se recupera como plus de gozar.

La desgracia de Zánganomodo es que no puede contar en su stock de herramientas con ese instrumento insustituible, precioso, que es el falo (Φ), en su eminencia y excelencia significante.

Al "ser el falo", el objeto satisfactorio, el que encaja perfectamente en la "celdilla-celda-neckeriana", obturándola, no puede "tenerlo", y, como consecuencia lógica, "no-tenerlo", faltarle (-φ), para que así pueda desearlo (ya se haga presente como una mujer, un hijo, un padre, o cualquier otro falo-like).

 Dado que no tiene el falo para hacer de intermediación dialéctica con el goce, con su goce, todo aquello que, con un pequeño empujoncito fálico, se podría convertir en su... objeto... deseo... falta, singular, se transforma en goce del Otro (penosamente-pesado / pesadamente-penoso).

 En la otra punta del belvedere, el Zánganoclown, tan amistoso y animado, tan amante de las mujeres, tiene ese instrumento precioso, esa herramienta insustituible, que es la escalera-fálica, que le sirve de escala-significante para poder ascender y descender donde le pete, allí donde le dirija su deseo causado (su deseo parece ser que consiste en llevar, conducir, guiar, a los demás; por lo tanto, perfectamente podría ser un psicoanalista).

 Es curioso, pero su escalera, al ser Un-Otro, al hacer función-de-Otro, es algo que le sirve perfectamente tanto a él como a los demás; es un instrumento específicamente comunitario.

 La bendición que santifica al Clownzángano es que esa escalera, ese significante-escalar, ese falo-escalonado, lo tiene (no es), y, si lo tiene, lo puede no-tener... faltar... desear; todo ello, gracias a la castración, que le ha posibilitado "tener / no-tener" el falo-escalera, convertido en objeto de su deseo.

 La magia reside en poder convertir esa celdilla del panal en un significante, en una celda-celdilla vacía, neckerificada y neckerificante.

 La celda de Cuasizángano está llena, plena, repleta; por eso, se convierte en una trampa, en una celda cerrada, en la celdilla que lo encierra.


Al contrario, la celdilla del Zánganoclown no se convierte en celda, en prisión, gracias a su vacío, por faltar ahí el objeto que podría completarla (la castración simbólica).

 Nos llama la atención la posición real de Cuasiquasimodo con respecto a las rejas (las celdillas), a las que agarra fuertemente, como una fiera enjaulada.

 Es evidente que sus manos no son humanas; no son extremidades dispuestas para establecer un contacto amoroso, un lazo simbólico, sino zarpas que hieren y desgarran.

 El gesto de aprehensión de las manos tanto por parte de Quasimodo como de Galileito es el mismo, mostrándose aquí algo del orden de una repetición.

 No hace falta decir, por ser evidente, que no es lo mismo agarrar los barrotes de unas rejas (que delimitan una celdilla llena), que sujetar las aristas de un cubo mágico (que delimitan una celdilla vacía).

Las celdillas de un panal

 Es obvio que no es lo mismo ni tiene el mismo valor un barrote-real que una arista-significante.


El barrote-real de Quasimodo: la celdilla obturada

 A diferencia del barrote-real (el que agarra con sus garras Cuasizángano), la arista-significante, la del cubo de Necker, que sujeta con sus manos Galizanganito, se constituye como el borde de un agujero.

La arista-significante: línea de corte entre dos planos: borde de un agujero: la celdilla vacía

 Un barrote (obviando para nuestra demostración que es un trozo de hierro forjado, al que se le ha dado una forma, por lo tanto, algo no natural) es un pedazo de hierro; mientras que una arista es un concepto geométrico: "arista" (del latín "arista"): "es en geometría el segmento de recta que limita la cara, también conocida como lado, de una figura plana". 

  Arista en un sólido: "En la geometría sólida se le llama arista al segmento de línea donde se encuentran dos caras. Un tetraedro por ejemplo, tiene 6 aristas".


El tetraedro, con sus seis aristas


 La trampa de todo esto es que uno puede agarrar el barrote de una reja como lo hace Quasimodo, pero es imposible agarrar la arista de un cubo (menos todavía la del cubo de Necker), debido a que es un objeto simbólico, un concepto geométrico.

 Por consiguiente, el paralelismo entre Quasimodo, tocando el tambor o agarrando el barrote, y Galileito, tañendo el arpa o sujetando la arista del cubo, es mera coincidencia.




 Tampoco es posible agarrar un "cubo" que, por definición, es "un sólido limitado por seis cuadrados iguales".

 Lo que es posible agarrar es un objeto cuya forma corresponde a la de un cubo.

 Pero un cubo, lo que se dice un cubo, ni por asomo (ni con asas).

 Un cubo, un sólido perfecto, es una Idea platónica, que, al pertenecer al reino de las esencias, solo puede ser objeto de la contemplación pura.

 Se puede pensar que, de la misma forma que Quasimodo sujeta con sus dos manos unas barras de hierro, Galileito, también sujeta con sus propias manos unas aristas de madera de un cubo de Necker.

 Aquí se produce un salto entre lo real y lo simbólico.

 El barrote de hierro es un trozo de real.

 Lo que sujeta, Galileito, es una arista, algo que pertenece a la dimensión de lo simbólico, que habría que ver si, como tal objeto significante, se puede sujetar (sin que se pierda su dimensión de sujeto, de celdilla-cubo).

Diferentes modalidades de celdillas

 En realidad, Galileito, está sujetando dos segmentos o trozos de madera que representan la aristas de un cubo de Necker, sólido absolutamente imperfecto, anti-platónico, que no existe en la realidad.

 Una arista es un concepto, un teorema geométrico, y, que yo sepa, los conceptos o los teoremas, como los significantes, aunque son materiales (están hechos de la materia de los sueños), no se pueden agarrar con las manos, porque no son objetos empíricos que proliferan como realidad en la realidad de las cosas.

 ¿Alguien ha visto la realidad de una arista en la realidad?

 En síntesis, entre la figura de Cuasiquasimodo, agarrado a los barrotes de las rejas, a ese objeto real, cárcel que lo atrapa en lo real, y, la figura de Galileito, que manipula con sus manos un objeto topológico, matemático, no hay ninguna diferencia, excepto la que podría establece ese cubo de Necker dibujado en un plano.

 Si no fuese por la gracia de ese dibujo, escritura topológica proyectada sobre un plano, el verdadero objeto-significante, lógico-matemático, el auténtico y genuino cubo de necker -"made in Germany"-, la situación del pobre Galileito sería tan mala, tan paupérrima, estaría tan perdido en lo real, como el no-incauto, Quasialmodozángano.

 Casi peor todavía, porque ese cubo demoníaco, imposible, si no se tiene a mano un manual de instrucciones (el lugar del Otro) con el que informarse sobre sus leyes, sería un auténtico instrumento de tortura que podría enloquecernos, por muy Galileito-galileano que uno sea.

 De hecho, el plano, el dibujo, no es que esté tirado en el suelo, sino que, Galileito, lo ha desplegado ante sí, como si se tratase de un mapa, para que, mientras manipula el cubo, siguiendo sus contornos, palpándolos, adentrándose en sus vericuetos, sus laberintos, no se extravíe.

 Gracias a ese plano-mapa, a ese esquema eminentemente simbólico, podrá orientarse en su tournée,  atravesando esos dos puntos de cruce, virtuales, imposibles, entre aristas, que no existen en la realidad (solo para nuestra vista).

 Al marcarlos, señalizarlos, en el plano-mapa, se constituyen en auténticas y salvíficas marcas-significante.

 Más allá del engaño imaginario, es posible fijar en el plano esos cruces virtuales entre aristas por medio de la escritura de los dos puntos-significante (acto de escritura cuyo estatuto es real).

 Si se dibujan esos dos puntos de cruce imposible se obtiene la imagen de un cubo de Necker, objeto puramente matemático, sin representación el espacio tridimensional (como el que manipula Galileito a partir de su escritura matemática).

 Ese lienzo, papiro, pergamino, desplegado en el suelo, en el que se ha dibujado un cubo de Necker, es, indudablemente, una metáfora del inconsciente.

 Se trata del inconsciente a cielo abierto, a plena luz del día, en su materialidad de lenguaje, en su estructura discursiva; es el inconsciente reprimido, separado de los cuerpos, entre los cuerpos: "el incorpsciente".

 La diferencia entre Quasizanganón, que está perdido, atrapado, sin ningún medio de orientación, sin brújula, sin mapa, en la cárcel de lo real, y, el sabio de Galizanganín, reside en ese papiro, documento, escrito-neckeriano, el esquema gráfico del cubo de Necker.

 Este esquema gráfico, trazado a vuela pluma, es lo único que posibilita que la cárcel de lo real se transforme en un cubo de Necker, en un "objeto matemátic-0", topológico, en un significante manipulable, imposible.

 Cuasimodal está capturado en lo real, en uno muy poco especial, tan poco, tan poco, que carece hasta de celdillas vacías que se organicen como un entretejido de vacíos.

 Galileito, a diferencia del Zángano-jefe, aunque, aparentemente, está fuera del cubo imposible, en realidad está dentro, o, mejor dicho, está dentro-fuera del laberinto neckeriano, dedicado en cuerpo y alma a formalizarlo, a resolver su enigmática ecuación.

 La diferencia esencial -¡a favor de Galileito!- es que, para orientarse en lo real (en las abstrusas tramas del goce), cuenta con Un-inconsciente, con el mapa, el plano, el diseño, de ese cubo diabólico, que es su objeto de estudio, al que se referencia, mientras se enfrenta a sus paradojas, imposibilidades, inconsecuencias.

 ¡Alabado sea el Señor!

 Lo que separa a Quasimodito de Galileito, al feíto del guapito, o, lo que es equivalente, la cárcel de un real no-simbolizado con respecto a un cubo de Necker (que recubre lo real), es la ek-sistencia del Inconsciente, la función de la palabra, el orden del significante, lo real de ese pergamino en el que alguien ha inscrito una serie de marcas, trazos, rectas, puntos, círculos, etc.


Los manuscritos del Mar Muerto

 ¡Dios con nosotros!

 Un real simbolizado es un cubo de Necker; un real sin simbolizar es la cabeza de Quasimodito atrapado en un agujero carcelario y carcelero, no horadado por el deseo.

 ¡Gracias a Dios!

 Nos tenemos que fijar en ese Inconsciente a ras del suelo, con capacidad para enrasar todo lo que debe ser medido, igualado, utilizando el mismo rasero, la rasa, la abertura del significante ("Rasa":textil: "Abertura hecha en telas fáciles de romper o rasgar sin que se deshaga la urdimbre ni la trama".)

Medir con el mismo y distinto rasero; esta es la función del significante

 De hecho, Galileito, está usando una chuleta o un chuletón, una especie de mapa, con su sistema de coordenadas significantes, para poder realizar un mapeo, para no perderse, gracias a su hilo de Ariadna, en el laberinto de ese real neckeriano.

 Se puede eliminar toda representación y quedarnos con un puro formalismo matemático, con una ecuación matemática.

 Un cubo, un hexaedro regular, tiene una formulación matemática:

 "Se le atribuye la formulación de la teoría general de los poliedros regulares a Teeteto, matemático contemporáneo de Platón. Están gobernados por la fórmula V+C = A+2, donde V es el número de vértices; C, número de caras y A, número de aristas, que fue descubierta por el genial y prolífico Leonardo Euler".



Rasa textil

 La formula del cubo es: "8 (V) + 6 (C) = 12 (A) + 2 = 14".

 Con tres letritas y unos pequeños numeritos tenemos la fórmula del cubo.

 El problema es que aquí, en Escher, no nos encontramos con un cubo típico, sino con uno totalmente atípico; no con un sólido perfecto, sino con uno absolutamente imperfecto.

 Al cubo de Necker lo vamos a denominar el cubo-Otro.

 Es cierto, que, siempre que nos fijamos en él, no podemos fijar su imagen... se desdobla, se escinde en dos, de tal forma que uno es siempre dos, que el cubo es otro cubo... el otro cubo... el cubo-Otro.

 Estrictamente, el efecto paradojal del cubo de Necker se produce en el intento de fijar, de hacer uno, algo que es dos, que sufre de una escisión irreducible, de una hendidura irreparable; es lo que llamamos la spaltüng del sujeto, su división constituyente.

 Lo decisivo a captar es que los dos puntos problemáticos del cubo de Necker, sus cruces imposibles, no se derivan de un uno que se ha partido en dos, sino de una ruptura original, causada por la tachadura del sujeto.

 De hecho, la visión, trata de unificar, de hacer-uno, aquello que, irreductiblemente, es dos; ahí, en ese intento desesperado, imposible, el sujeto se confronta a la paradoja: no hay un cubo de Necker con dos apariencias simétricas; hay dos cubos de Necker cuya asimetría impide unificarlos.

 El secreto de esta división irreducible, de esta spaltüng, reside en la ek-sistencia de una hendidura, que abole al sujeto, que provoca su desaparición (la angustia de muerte).

La spaltüng del sujeto neckeriano: un dos imposible de hacer uno a causa de la hendidura, del corte

 De hecho, aunque estos dos cubos aparecen como unidos, en realidad están separados, y, a la vez, ligados por una hendidura.


El cubo de Necker rajado

 Si uno se fija bien en este cubo imposible es fácil apreciar la existencia de una línea de clivaje, de corte, de una rajadura, que parte, quiebra, el cubo de Necker, en dos elementos asimétricos.

 Esta línea de rajadura tiene forma de $ (de sujeto).

El sujeto del cubo de Necker

 La $-sujeto corresponde a una rajadura que quiebra la simetría del cubo, transformándolo en algo absolutamente odd, extraño, unheimlich.

 La construcción, por así decir, real, del cubo de Necker, es imposible, porque implica realizar como posibles dos intersecciones, cruces, imposibles.


sábado, 23 de mayo de 2020

La monstruosidad del deseo en Escher (VII)

                                   Monstrum prodigioso

El objeto [a], de los inframundos

El combate eterno entre Quasimodo y Galileito, con el arma en ristre del cubo de  Necker

 Hemos dicho que el objeto [a] es ese cubo imposible, neckerificante y neckerificado, que maneja ese personaje galileano en los inframundos, en la caída de los mundos del belvedere.

 En este cuadro de Escher todo es asimetría.

 De facto, el cuadro nos engaña porque nos muestra su perspectiva desde una visión frontal, en dos dimensiones.

 Desde ahí, en su captura planar, el edificio imposible nos aparece como un objeto totalmente factible, posible, coherente en su estructura.

 Al mismo tiempo, si a uno le gusta curiosear, se puede rodear, dar la vuelta, a este curioso belvedere, captándolo en su perspectiva tridimensional.

 Es justo al darle la vuelta, al acompañarlo en sus giros, que el mirador se nos muestra como un objeto paradójico, una especie de barco desarbolado, a la deriva, sin rumbo, perdido en la inmensidad del piélago infinito.


Esta es la imagen real del Belvedere de Escher: un edificio que se ha ido a la porra

 Si nos fijamos en el hombre y la mujer que están mirando el paisaje desde el belvedere, observamos que, la mujer, en el segundo piso, mira a la derecha; en cambio, el hombre, en el primero, mira al frente.

 Los puntos de perspectiva del hombre y de la mujer mantienen entre sí un ángulo de noventa grados.

 En la proyección frontal los dos pisos del belvedere se ubican en planos paralelos; pero, en realidad, ambos planos se cortan en un ángulo recto.

 Además, esas columnas que los conectan se pueden comparar a un haz de de espaguetis retorcidos.


Las columnas-espagueti

 Toda esta cuestión remite a la estructura moebiana de este objeto arquitectónico, así como a la existencia de un vacío entre los dos pisos.

 Esta inversión de la orientación de ambos pisos es el testimonio de su estructura moebiana.

 La banda de Möbius, como el Belvedere, no es orientable:

 "Es una superficie no orientable: Si se parte con una pareja de ejes perpendiculares orientados, al desplazarse paralelamente a lo largo de la cinta, se llegará al punto de partida con la orientación invertida. Una persona que se deslizara <<tumbada>> sobre una banda de Möbius, mirando hacia la derecha, al recorrer una vuelta completa aparecerá mirando hacia la izquierda. (Wikipedia)".


La banda de Möbius es una superficie no orientable

 Uno, que puedes ser tú o yo, comienza su visita turística en el primer piso del belvedere, en su antesala, mirando el paisaje a la izquierda (como el caballero tan pintiparado); a continuación, sube al segundo piso del mirador por la escalera mágica, retornando al mismo punto escalar, y, de forma prodigiosa, en vez de ser el mismo caballero mirando en la misma dirección, al haber escalado por una escalera moebiana, no orientable, se ha transformado en una señora de lo más puesta que mira el mismo paisaje hacia la derecha.

 Como diría Freud, en el intervalo, se ha producido un cambio de sexo del sujeto asociado a un cambio de objeto.

 Si, entre el primer y el segundo piso, esas columnas, conjunto abigarrado de espaguetis retorcidos, no sostienen nada, es porque entre ellos lo que hay es un vacío, un salto abrupto,  fons et origo de todas las paradoxas, paradojantes y cabreantes, del belvedere.

 La entreplanta, el entrepiso, el lugar entre la planta baja y el altillo, en síntesis, el lugar-entre, es el lugar por excelencia: el de la historia, las vicisitudes, los acontecimientos, lo excepcional, las excepciones, las singularidades, las aberraciones, las ecuaciones sin solución... todas aquellas imposibilidades que se constituyen en las marcas biográficas del sujeto (provenientes de ese goce inasimilable que se inmiscuye de forma impertinente en la repetición).

 
La entreplanta del sujeto histórico

 Si nos fijamos en el inframundo del belvedere, en el mundo de más abajo y más bajo de lo real, donde habita lo extremada y excepcionalmente monstruoso, ese engendro, desecho de la sociedad, llamado, para más señas, Quasimodo:

"Quasimodo es el personaje principal de la obra Nuestra Señora de París, del escritor francés Víctor Hugo. Quasimodo era un niño jorobado y de rostro contrahecho que fue abandonado poco después de nacer cerca de la catedral de Nuestra Señora de París, y habitaba en la catedral de Notre Dame, tocando las campanas. Supuestamente era hijo de una gitana. Sólo podía utilizar un ojo, ya que el otro lo tenía casi bloqueado por la deformidad de su rostro, y quedó casi sordo por el tañer de las campanas de la catedral, de las cuales él se encargaba y las cuales significaban todo para él, antes de conocer a la joven gitana Esmeralda, de quien se enamora por ser ella la primera que le mostró bondad" (Wikipedia; La enciclopedia libre).
   

                                                    
                                                                Alexander Ostuzhev como Quasimodo (1925)

 Quasimodo, que habita en el "Notre Belvedere de Ningún Lugar", expresión inexpresable e inenarrable, por sarcástica, de los restos, los desechos, de los que se goza; lo más sórdido, clandestino y degradado, eso innombrable que lo agarra por las "o-rejas" de su cárcel dichosa; el lugar sine lugar, atópico, donde deberá permanecer per semper, absolutamente invisible a la sociedad, forcluido para todos esos burgueses, gentilhombres de bien, respetables, a la vez elegantes y ridículos, que, para poder ver la realidad con su bellos colores, delicadas armonías, en cinemascope -¡bonita... bonita!-, deberán amputarla de la fealdad "por-de-más" de lo real.

 Este personaje que es Quasimodo, hecho al modo-cuasi-del-goce, que, debido a su deformidad facial, que le impide utilizar un ojo, padece una patología de la mirada, por haber sido rechazado del mundo (así nos lo representa Escher), se transforma, sin que nadie pueda evitarlo, eludirlo, en lo que sostiene el mundo.

 Solo hay que ver cómo es él quien sostiene con sus manos todo ese enrejado, armazón de hierros trenzados, cuadriculados, sobre el que descansa el peso arquitectónico del belvedere.


Quasimodo sostiene la estructura real del belvedere

 Todo el belvedere, por su belle vedere, se reduciría a ilusión, humo que se disipa, liviandad imposible e insoportable, visión que se difumina y se pierde en el infinito, si se sustrajeran a la visión del sujeto, si cayeran en el olvido, "las catacumbas del ser": sus letrinas, alcantarillas, aliviaderos; el lugar donde se alivia, desagua, aquello que no nos concede el más mínimo alivio, reposo; ese goce inmundo que arrastra por el mundo todas sus inmundicias, restos, desechos, detritos.

 Es justo allí y no en otra parte, en el lugar de atopía (sin lugar) donde el ser permanece encarcelado, secuestrado (como esa cabeza acromegálica, fallida), que queda entregado, condenado, a la locura, la muerte y el sexo.

 El monstruo, en su Cuasi Modo de Goce, engendro espantoso, a la vez maravilloso y benéfico, porque "engendra lo real", no solo está capturado en la prisión de su cuerpo abortivo y disruptivo, sino, que, gracias a sus manos deformes, que se agarran y son agarradas por ese goce inaprensible -¡el del Otro [A]!-, son el instrumento con que bendecir ("In nómine Patris et Fílli et Spíritus Sancti") y sujetar (de sujeto y deseo) todo el cuerpo social (representado por el mirador de todos nuestros sueños y decepciones).

 Ese hierro de las rejas, que se clava en el cuerpo del Quasi-Modo-del-Goce, lo hiere, lo marca (esto es lo esencial), reduciéndolo a una posición sufriente, patética; arrojándolo a lo que es del orden de lo enrejado, transrejado, herrejado, aherrojado, engrilletado... no(del)todo, quedando esa presencia, imposible de negativizar, de las puntas, esquirlas, astillas, de lo real del goce: lo inasimilable, no-metabolizable, irresistible, que golpea sin piedad ese optimismo a prueba de bombas -¡y de reales!- que suscita todas las promesas de bienes que ofrece el belvedere.

 La única simetría que encontramos en el belvedere es la que une a ese personaje galileano, que manipula el cubo de Necker, con Quasimodo, ese "Cuasi-modo-del-goce-que-pinta-de-lo-más-feo", capturado y proscrito en las mazmorras de ese admirable y sin igual Mirador.

 Ambos, el que sabe sobre la causa y el que solo quiere saber sobre el goce (sobre lo que no hay saber) están dispuestos en el mismo eje de simetría (que es un vector imaginario).

 Aparentemente son dos figuras totalmente opuestas: uno, es un sensato investigador, científico o arquitecto, razonador y meditabundo; el otro, es una especie de engendro, concebido en el fragor de una pesadilla o de una batalla, un auténtico loco de atar, especie de retardado u oligofrénico.

 Uno, el petit-Galileo, educado en La Sorbona, con un exquisito gusto francés, aunque un poco amanerado, cayendo por momentos en la pedantería sabionda, investiga con su mente, ayudado por su hipercrítica (por momentos, superyoica) razón pura; en cambio, Quasimodo, en su modo-cuasi-gozoso, investiga (piensa) con su cuerpo; o, mejor dicho, su propio cuerpo es el objeto de investigación.


Las manos que se hermanan en las aristas-barrotes del cubo-cárcel de Necker

 Llama la atención que la disposición de las manos sobre las aristas del cubo por parte de Galileito (el cuerdo) y, de Cuasimodo (el loco), sobre las rejas de la mazmorra, es idéntica.

 ¿Por qué?

 -¡Que conteste el cuerdo!-: -"No lo sé"-.

 -¡Que conteste el loco!-: -"Lo sé"-.

  -¡Por favor, dígalo, responda!-

 -"Vale, de acuerdo; pero, primero, consígame la llave de esta celda para poder escapar de aquí; necesito respirar aire puro; me estoy asfixiando; amo la libertad y estos inflexibles barrotes me separan de ella"-. 

 Alguien, una voz, dice: -"Mi querido amigo, el problema, el verdadero problema, el que convierte todo esto en insoluble, el que te mantiene recluido en esa prisión, es que no hay ninguna llave; no existe, ni ha existido nunca, la llave que te pueda conceder la libertad (aunque sea condicional); lo siento, pero es así; abandona toda esperanza"-.

 Modocuasi, sin dudarlo, contesta: -"Si no hay llave, y parece que ni la hay ni la habrá, no hay respuesta"-.

 Por este motivo, porque no hay llave y no hay respuesta, buscaremos nuestra propia llave y nuestra propia respuesta.

 La respuesta tiene que ver con lo posible y lo imposible

 El supuesto cuerdo no sujeta con una cuerda (como si fuese un Yo-yo) el cubo de Necker, sino con sus delicadas manos; cosa que no es posible, al tratarse de un objeto o cosa imposible ("impossible to be")

 En cualquier caso, Galileito, agarra con sus manos las dos aristas imposibles del cubo, que no corresponden a ningún cruce real.

 Esos dos puntos-críticos del cubo de Necker, primero, los ha dibujado en un plano, a partir del cual ha construido la maqueta (del cubo y del belvedere).

 Por lo tanto, tenemos un cubo de Necker desplegado en tres niveles:

  • "El dibujo del cubo de Necker" proyectado sobre un plano, con sus dos puntos-críticos, que corresponden a cruces inexistentes entre aristas, que solo existen para el ojo; según el cruce virtual que el ojo sitúe en un primer plano, se obtendrán las dos interpretaciones posibles del cubo de Necker.
  • El segundo nivel es el de "la maqueta del cubo de Necker" (tridimensional): el objeto real y tangible, sólido y resistente, que ese avispado hombrecillo sostiene entre sus manos. Lo sostiene desde esos dos puntos de cruce entre aristas, inexistentes -aunque es posible proyectarlos en un plano-, que han dado origen a ese engendro de cubo al que no hay por dónde agarrarlo.
  • El tercer nivel se lo adjudicamos al "edificio del belvedere", el objeto arquitectónico que, como es evidente, tiene una representación imaginaria que se erige a partir de su estructura  simbólica.

El cubo de la izquierda es el cubo dibujado en el plano, con sus dos puntos de cruce-imposible, que solo existen para el ojo, no en la realidad; el segundo cubo es el objeto imposible, la maqueta construida a partir de su proyección en el plano, tomando los cruces como reales y continuándolos en el espacio tridimensional; según el punto de cruce que uno sitúe en el primer plano, así se obtiene una u otra interpretación del cubo; realizándose en una única figura dos figuras simétricas, especulares, imposibles.

 Asistimos aquí a la elaboración de una especie de proyecto arquitectónico (Galileito puede ser el arquitecto).

 El momento inicial es el del diseño, la delineación sobre un plano del objeto arquitectónico (en este caso, el cubo de Necker).

 El objeto constructivo, al estar dibujado en un papel, ha sido proyectado sobre un plano (dos dimensiones).

 A partir de ese plano se construye una maqueta: una representación, a escala, reducida, en tres dimensiones, del edificio arquitectónico (el belvedere).

 Lo curioso es que esta maqueta no es solo la figuración del belvedere en miniatura, sino, sobre todo, la trans-posición de su estructura topológica, que, como hemos indicado, es moebiana.


El belvedere tiene una estructura moebiana

 Nos queda el lugar o el no-lugar de Quasimodo en su prisión.

 De momento, de aperitivo muy apetitivo, lo situaremos como un real antes de lo simbólico, previo -con una anterioridad lógica- a cualquier diseño gráfico u orto-gráfico del cubo belvedérico. 

 Todavía no hay ningún plano simbólico (o un simbólico sobre el plano), trazado, proyectado, sobre lo real.

 Estamos atrapados, encarcelados, en un real innominado, que carece de un nombre propio.

 Es un real privado de cualquier diseño, mapa, esquema o plano de superficie.


El mapeo simbólico

 Quasimodo, guardando todas las distancias, como bruto que es, o embrutecido que está, en un estado casi animal, gutural, representa lo que verdaderamente se ha perdido a causa de la adquisición del lenguaje: la esencia natural.

 Volvemos, como siempre, también aquí, como no podía ser menos, a las tres ditmensiones de la estructura: lo real, lo simbólico y lo imaginario.

 Todo esto lo podemos captar entre el sótano y la entreplanta del belvedere, en el infrapiso de los sirvientes y fauna diversa, donde se observa un progreso de Quasimodo a Galilelito: de lo real a lo simbólico; de la naturaleza en bruto, y bruta, sin desbastar, a las sofisticaciones y sutilezas de la ciencia matemática; de un goce carcelario y encarcelado, a las bellas vistas que nos ofrece su inagotable mirada belvederiana.

 Es curioso, pero, todo el belvedere, descansa, se apoya, en lo que vamos a denominar la casita de los sirvientes; también se la podría denominar la casa del horror; o el hogar del monstrum horribilis.

 Esto hay que entenderlo bien.

 Si nos fijamos solo en lo feo y deforme que es Quasimodo, comparándolo con las bellas y maravillosas vistas del belvedere, nos apartaremos de lo que es el sentido profundo, etimológico, de "monstrum".

 Un monstrum no es solo algo tan feo y deforme que atenta contra el ideal de la estética, de la bella forma.

 Un monstrum, en su sentido etimológico, es un signo.

 Además, es un signo que viene del Otro [A], de los dioses.

 Curioso... Quasimodo, no solo, en contra de las apariencias, no está tocado del ala, sino que está tocado (en el sentido de ungido, bendecido) por el ala sutil de algún dios (que, evidentemente, lo ama, es su hijo predilecto).

 La voz latina, monstrum, en su etimología, no significa lo que aparenta significar, sino todo lo contrario.

 El monstrum es un prodigium; osease, un prodigio, para más señas, para más signos.

 Quasimodo es un monstrum, y, como tal, es un prodigium, algo excepcional, "la excepción".


El unicornio, un monstrum prodigioso

 Ya se sabe que la excepción es algo prodigioso, entre otras cosas porque es lo que sostiene la estructura del universo del lenguaje.

 Si el cubo de Necker es una pieza rara, Quasimodo, en sus resonancias que lo hermanan con el objeto [a], no es posible dejar de concebirlo como un objeto prodigioso, entre otras cosas porque es capaz de realizar todo tipo de prodigios o de milagros que nos dejan pasmados ("prodigio": "Suceso extraordinario y maravilloso que no puede explicarse por las leyes regulares de la naturaleza y que se atribuye a la intervención de Dios o de un ser sobrenatural").

 Es evidente que estamos sobrevalorizando a Quasimodo.

 Ciertamente, es la encarnación, el signo, de un real, de un goce, al que no hay que entender solo como primitivo o monstruoso, sino, también, como prodigioso, maravilloso o milagroso.

 Todos estos atributos tan maravillosos, tan excepcionales, le pertenecen, son los suyos, no por otra cosa que por su condición monstruosa, en el sentido de "la excepción" (la excepción que hace la regla).

 Lo mismo se puede decir de su condición aberrante que apunta a algo del orden de la contingencia, como podría ser el caso de una mutación, entendida como un cambio prodigioso, excepcional, sobrevenido, por ejemplo, en el proceso de replicación de un cromosoma: "las aberraciones o también llamadas mutaciones cromosómicas ocurren cuando los cromosomas se modifican en su cantidad o estructura". 

 Quasimodo, en su ditmesión real, es monstruoso, prodigioso, milagroso, aberrante...


 Este es el motivo por el que está oculto, entre rejas; solo se esconde, se pone a buen recaudo, para que no se pueda escapar, perderse, aquello que es más valioso, lo que no tiene precio, medida o proporción.

¿Lo que no tiene precio, medida ni proporción, no es lo que llamamos "goce"?

 Por consiguiente, Quasimodo, es un nombre del padre; entendido "el nombre" como aquello que nombra el goce.
  • Quasimodo: nombre del padre.
  • Quasimodo: nombre del goce.
  • Quasimodo: nombre de lo real 

 En el latín, monstrum, era una voz que tenía un sentido religioso; denotaba un prodigio, un suceso sobrenatural (p. ej.: el caso de Quasimodo, con su cara deforme, que solo le permite utilizar uno de sus ojos, a lo que se añade su impactante joroba), que testimoniaba de una señal de los dioses.

 Sorprendente; Quasimodo, en su ser, por su condición monstruosa, tiene ese privilegio de constituirse para los otros en una señal de los dioses.

 ¿De qué dioses?

 Los escritores romanos sabían que el motivo por el que al "monstrum" se le llamaba "monstruo" es porque: "Monstrat futurum, monet voluntatem deorum" ("Muestra el futuro, advierte de la voluntad de los dioses").

 "Monet" viene del verbo "monere", que significa "advertir", "avisar".

 "Monere" es el étimo, la raíz, sobre la que se forma "mon-strum".

 "Monere" tiene como étimo "men-" ("pensar"); de él se derivan voces como "monumentum" ("que recuerda").

 De "monstrus" se derivan "monstruosus", y, también, los verbos "monstrare" y "demonstrare", con un significado equivalente al que tienen en la actualidad (http://etimologias.dechile.net).

 Por lo tanto, la presencia, en su ditmensión monstruosa, de Quasimodo, muestra y demuestra que lo real del goce es algo prodigioso, maravilloso, excepcional.


Un polichinela monstruoso, prodigioso y milagroso

 Tan prodigioso, maravilloso y excepcional, como el cubo de Necker o el Belvedere. 

 Estas características tan prodigiosas, maravillosas y  milagrosas, propias de un goce tan excepcional y monstruoso, nos dejan estupefactos, maravillados (valga la redundancia).

 Lo que nos maravilla del goce es lo maravilloso que es, aquello que nos va a las mil maravillas, lo que hace que esté de rechupete (que no es un doble chupete), para relamerse los labios, para frotarse los ojos (¿no estaremos soñando?).  

 Aquí se ratifica esa afirmación enigmática de Lacan: "Los dioses es seguro que pertenecen evidentemente a lo real. Son un modo de revelación de lo real" (Seminario 8).

 Parafraseando esta sentencia se puede decir que: "Los monstruos, como signo de los dioses, son un modo de revelación de lo real"  (J.I. Anasagasti).

 Quasimodo, en su condición de monstruo, de maravilloso prodigio, de excepción gozosa, "pertenece evidentemente a lo real".

 El monstruo, en su referencia a lo real, es plenitud y horror.

 La plenitud del goce es causa de horror.

 Lo que horroriza al sujeto es el goce en su plenitud: "¡Vade retro monstruo!

 ¿Cuál es el real de Quasimodo?

 No es un real previo, ante, pre, que no haya pasado por la criba de lo simbólico, que no haya
 sido purificado, diseccionado, por el tamiz, el cedazo, del significante.