Necker y Escher, codo con codo, en un imposible de lo más inverosímil
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El Belvedere inhabitado |
La trama cúbica
Retornamos al cubo de Necker y sus avatares, después de habernos tomado unos buenos churroporras.
Caemos en la cuenta de que, al que tomábamos por tonto, idiota, el gran Quasimodo, el más bruto entre los brutos, la encarnación de lo más monstruoso del deseo -entre otras cosas, porque es un monstruo-, no lo es tanto.
De hecho, está encerrado porque sabe más de la cuenta.
Ahí está, entre rejas, para que no nombre la bicha, para que no se vaya de la lengua y diga lo que sabe y lo que no sabe.
Quasimodito es un personaje molesto, y, para que no espante a los clientes, se le hace pasar por loco, demente, de tal forma que no cante la verdad ("cantar la gallina"), la verdadera verdad, esa de la que nadie quiere saber nada, nothing de nothing.
Ya se sabe que los únicos que dicen la verdad son los niños y los locos (incluiría también a los poetas y a los cómicos).
También los borrachos, ya que, como dice el proverbio latino, "In vino veritas" (en el vino está la verdad); que no significa que los borrachos digan la verdad, sino, que, cualquier cosa -véase el alcohol-, que suelta o desata la lengua permite desatar (liberar) la verdad; lo que suele llevar fácilmente a un delito de desacato ("irreverencia hacia una cosa sagrada o falta de respeto hacia un superior") flagrante hacia la autoridad competente.
¿Qué es lo que sabe Quasimodito?
Que todos los incautos que están en el belvedere viendo la bella vista, y, todos aquellos que se encaminan por sus diferente escaleras -fijas y de tijera-, una vez dentro, serán exprimidos por la hélice belvederiana, saliendo de la churrera en forma de churros sabrosamente espiralizados.
Solo hay que fijarse en la sonrisa sardónica del mozo de escalera que anticipa en su rictus el destino de ese pobre personaje que sube pesadamente la escalera.
Todos deberán pasar por la exprimidora, con su hélice, que los revestirá a más no tardar con un elegante traje de picadillo de churro, adornado con todo tipo de bellas espirales.
Por eso hay ahora una escalera de mano; tiempo ha hubo una escalera fija, de obra, que quedó triturada, machacada, por el movimiento de esa hélice sin piedad cuyas dos palas son el primer y el segundo piso del belvedere (compartiendo el mismo destino que las columnas-espagueti).
Ese movimiento en espiral provocado por el deslizamiento rotatorio de los dos pisos desencadena todo tipo de turbulencias, torbellinos y remolinos, que van a mandar al garete, a freír espárragos, a esos pintorescos personajes que solo sueñan con una pintoresca vista, que no saben que el infierno está bajo sus pies, llegando hasta el extremo de ignorar que sus ancas, lomos traseros, se sostienen sobre el Averno, el horco, el abismo.
Para que no quepan dudas, el Averno, aquello que nos sostiene, y, a la vez, nos hace perder pie, caer, es un agujero; tanto los griegos como los romanos localizaban el Averno en un cráter cerca de Cumas, que era la entrada al inframundo.
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El lago del Averno, en Nápoles |
El cubo o tubo de Necker, esa sutil trituradora, máquina de churros, dispensadora de una bella vista, pero, fuente, a la vez, de todos los trampantojos, puede tener diferentes lecturas.
No es simplemente que nos engañe la vista de distintos modos, sino que hay varias interpretaciones (la sobredeterminación freudiana).
Por eso es mejor leer o interpretar el cubo de Necker no tanto como una figura geométrica aislada, sino como un tejido cuya trama está compuesta por múltiples elementos geométricos anudados (tejidos) entre sí.
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El cubo en su estatuto de tejido |
En la figura superior se puede leer: cubo de Necker.
Pero no es un cubo de lectura única.
Nuestro deseo, que es muy sagaz, nos permite ver otras cosas.
Podemos ver dos pirámides invertidas unidas por sus vértices.
Si me apuran, soy capaz de leer esto tan lógico: dos losanges, rombos, unidos por uno de sus vértices.
Se puede leer, sin llegar a creérselo del todo, que son las dos palas con forma de pajarita de una hélice.
Se puede leer como si fuese un tejido (no es necesario para ello irse al Ejido) que resulta (de lo más resultón) del anudamiento de una serie de triángulos de diferentes tipos.
No es imposible leerlo, aunque sea un caso claro de cuasiverosimilitud, como tres líneas que se cortan entre sí, dos en aspa, y una línea vertical que atraviesa a las dos anteriores, que se cruzan en un punto hasta cierto punto esencial.
Las propiedades del cubo de Necker están ligadas a su punto central, el lugar donde se cortan, puntual, efímera y evanescentemente, tres aristas.
En la geometría proyectiva una recta al infinito es equivalente a una circunferencia.
Por lo tanto, tres rectas al infinito se transforman en tres circunferencias tóricas.
El anudamiento entre tres rectas tóricas puede ser borromeano.
Yo, humildemente -si es necesario, hasta me arrodillo-, leo que, desde esa lectura lineal o trilineal del tejido neckeriano, se ha producido un anudamiento borromeano entre tres toros.
¿Cómo lo puedo saber?
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El nunca suficientemente ponderado y alabado nudo borromeano |
¿Por qué sabemos que ese aspa, esa [x], biseccionada por una línea vertical, se enlaza borromeanamente?
Esas tres líneas que se entrecruzan, cortan, intersectan, las podemos tomar, siguiendo su topología, como tres cuerdas que juntan sus extremos en el infinito.
Según como se establezcan los cruces entre estas tres cuerdas, su trenzado, siguiendo una serie de alternativas "por abajo / por arriba", se constituirá o no una estructura borromeana que queda definida por esta propiedad tan impropia: "si se corta cualquiera de las cuerdas se sueltan todas".
Se podría hacer un experimento que nos conduzca a algo nunca experimentado; algo así como un experimentum mens ("mens sana in corpore sano").
Encima de nuestra mesa de experimentación tenemos, casi a mano o a trasmano, un cubo de Necker.
Cogemos unas tijeras, nos metemos en faena, entramos a matar sin miedo; cortamos una cualquiera de las tres cuerdas y vemos qué es lo que pasa con las dos restantes (el que sean tres es algo decisivo).
El caso es que no hay caso, o que nuestro caso se ha convertido en un casus bellis; o, para el caso, en ese caso límite que no es el del caso perdido, sino el mucho más interesante caso de la causa perdida.
Aunque tengamos preparado el instrumental, las tijeras a mano, dispuestos a operar, nos falta el objeto sobre el que perpetrar el corte.
Resulta que el cubo de Necker es un objeto imposible, sin ningún espécimen en la realidad; solo se puede dibujar en un plano, trazando los cruces imposibles como si fueran reales (y, esto, es un truco de lo más tramposo o trampantojo)
Para nuestra decepción, ese método de averiguación de si, ahí, en el centro del cubo de Necker, actúa una estructura borromeana, no es factible (más bien, es imposible, nada llevadero).
Es necesario echarle imaginación al asunto; a este en concreto, que es inimaginable, inverosímil, cargado de absurdidad (de hecho, se basa en la lógica del absurdo, que no es lo ilógico, sino lo pato-lógico o dis-lógico).
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La trenza borromeana |
Cualquier trocito, fragmento infinitesimal, de una estructura borromeana, al formar parte de un organismo, de un sistema -como la hoja con respecto a la totalidad de la planta-, guarda, preserva, conserva, observa, las propiedades fundamentales del anudamiento borromeano entre los tres hilos.
Por eso, podemos fijarnos en el triskel central.
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El triskel de un anudamiento borromeano (con su puntito) |
Ahí, en el triskel, la disposición arriba / abajo de los cruces se preserva; de la misma forma, al cortar cualquiera de esas tres líneas se sueltan las otras dos.
Esto quiere decir que en sus cruces se mantienen sólidamente unidas, solidarias, sin intersectarse uno a uno ningún hilo con otro.
La fórmula es dos a uno, siendo el tercero el que los anuda por ek-sistir a los otros dos (no por su fuerza, atributos o cualidades, sino por su posición tercera) .
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No es intersección ni abrazo, sino solidaridad borromeana; no "todos a una", sino "dos referidos a uno" |
La solidaridad borromeana preserva ese lugar central del triskel, ese agujero virtual donde se localiza el objeto @.
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El cubo de Necker y el triángulo de Penrose |
El esquema del triskel, con sus tres líneas, tiene una disposición homóloga al aspa del cubo de Necker, que es atravesada por una tercera línea.
Esto permite concluir que, en el cubo de Necker, también se puede localizar un triskel compuesto por tres aristas que delimitan una hendidura.
La marca de la hendidura neckeriana es un punto resultado del entrecruzamiento de tres aristas.
A este punto se le puede denominar el punto-agujero del cubo de Necker.
Como lo de punto-agujero parece una contradicción porque o es un punto o es un agujero, es mejor hablar de punto-agujereado.
Concretamente, el punto es una marca-significante perforada por el goce.
Una vez que el significante ha sido perforado ya no se puede hablar de significante, sino de letra; o, mejor dicho, de marca-gozosa (litter).
Porque, es evidente que el goce, más que agujerearnos, nos trastorna, altera, causa un verdadero destrozo, un auténtico lío (mess), que desordena la vida, la pone patas arriba.
Por eso, a ese punto-agujereado del cubo de Necker, proyectado sobre un plano, delimitado por el corte de tres líneas, lo vamos a denominar la letra-gozosa.
Corresponde al triskel central del lazo borromeano, donde se entrecruzan sus tres anillos tóricos, al que se añade el objeto @.
El nudo borromeano es mejor interpretarlo como un tejido que como un nudo.
Se puede abordar como un tejido de nudos, de toros, que se vinculan de forma borromeana por traslape, superposición arriba /abajo, cruces por vecindad, sin intersección o atravesamiento; en una relación de tres -[2 + 1]-, de tal forma que el tercero anuda, vincula, a los otros dos: si se corta cualquiera de ellos, se sueltan los otros dos.
El nudo borromeano se puede despiezar en sus diferentes elementos a partir de sus distintas lecturas e interpretarlo como un tejido de triskeliones.
Se puede localizar uno central, ahí donde está el objeto @, el objeto del goce; tres alrededor de este primer triskel, y, otros tres, por así decirlo, en la periferia.
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Tapiz borromeano de triskeles |
Esta figura representa un auténtico tapiz, entramado, tejido, de triskeles.
El nudo borromeano se puede abordar desde esta lectura.
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Tejido borromeano de triskeles proyectado sobre una esfera |
Si, el primero, es un tejido de triskeliones sobre un plano, este otro es un tejido esférico.
Del mismo modo que el entrelazamiento, el traslape de los triskeliones, puede generar un tapiz o una esfera, también puede producir un lazo borromeano.
Un tejido de triskeles es un entramado de agujeros, como la red intrincada de las celdillas de un panal.
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El tejido de un panal |
Esta es la imagen de un panal, con su rica miel, bajo la forma de un denso tejido de celdillas hexagonales, es decir, mutatis mutandis, de agujeros de borde hexagonal.
Esto mismo se puede aplicar a un tejido de nudos borromeos.
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Un tejido de nudos borromeos |
En todo esto la función decisiva es el anudamiento, el entre-lazamiento.
Se trata de una operación del nudo, del lazo.
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La operación del nudo, del lazo |
De igual forma es interesante referirse a un tejido formado por el entrelazamiento de cubos de Necker; incluso a un cubo de Necker formado por cubos de Necker.
Esto lo planteamos como interrogante.
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