El problema del acting out y del pasaje al acto en la joven homosexual
Seminario de la angustia |
En Sidonie Csillag, se trata de las diferentes versiones de un encuentro:
La versión de la propia Sidonie en su análisis y en su biografía.
La versión de Sigmund Freud, a partir de los datos que le proporciona el inconsciente de su paciente.
La versión de Lacan, tal como trabaja este caso en los Seminarios IV y X.
Nuestra propia versión, la de cada uno, dado que lo que le sucede a Sidonie Csillag no nos resulta indiferente, nos toca de alguna forma, porque nada humano nos es ajeno.
La versión de la propia Sidonie en su análisis y en su biografía.
La versión de Sigmund Freud, a partir de los datos que le proporciona el inconsciente de su paciente.
La versión de Lacan, tal como trabaja este caso en los Seminarios IV y X.
Nuestra propia versión, la de cada uno, dado que lo que le sucede a Sidonie Csillag no nos resulta indiferente, nos toca de alguna forma, porque nada humano nos es ajeno.
Llegamos a un punto decisivo.
El punto negro del pasaje al acto de la joven homosexual.
Al igual que en esos puntos negros de la carretera en los que hay tantos accidentes, aquí conviene reducir la velocidad, encender las luces para tener buena visibilidad, ajustarse bien el cinturón de seguridad, y prestar mucha atención a todas las circunstancias concernientes a la circulación. (¡El intercambio! ¡El tejido!)
Sobre todo, no distraerse nada con respecto a las señales, a la significancia.
Y, sobre todo, no apurar la marcha ni las marchas, porque el intento de suicidio de la petit homosexual sucede a todo trapo; como dice Lacan, de una forma súbita, repentina, sin tiempo para pensar.
La joven homosexual: una mujer que arriesga su deseo |
Sorprendentemente, la joven homosexual se ha quedado sin tiempo.
Y, por eso, todo se precipita.
También ella se precipita, cae.
Niederkommen, llama Freud a esta precipitación, a esta aceleración que conlleva un colapso de la estructura.
Los acontecimientos se precipitan, se encadenan de una forma fatal, siniestra, abocando inevitablemente a la caída del sujeto, a su perdición.
Y es que esta imprudente muchacha, que juega con el fuego del amor, que hace apasionadas señales de humo, llamando, con-vocando, pro-vocando (de vocare, llamar) al padre, en sus emblemas de padre, en las insignias de la función paterna, ha sido arrojada, súbitamente, del tiempo del Padre, de ese tiempo del deseo donde se narra la propia historia, donde se traman los hilos del significante con los nudos del goce.
Las señales de humo de la joven homosexual que convocan a la respuesta del padre |
Y lo que la ha expulsado del mundo espiritual, donde las cosas hablan y son habladas, donde La Cosa (La Causa) nombra y es nombrada, ha sido la mirada iracunda del padre.
Una mirada de rechazo, como la de su padre, es una instantánea que atrapa al sujeto en una imagen fija, congelada, eterna, inmodificable, sin tiempo, a-histórica, fuera de toda dialéctica.
No es que rechace esto o lo otro, la obscenidad de la Dama o su loca pasión, sino que la rechaza a ella en su condición de sujeto parlante, dividido por el significante, en su ser de goce, causado por el objeto @.
La mirada del padre se detiene en el velo que oculta la nada del objeto |
Toda mirada es obscena por el hecho de mirar, de examinar, de fijarse en los signos, en aquello que significa algo para alguien, forcluyendo el tiempo de la palabra, el acto significante.
La mirada lo redondea todo, lo esfericiza, atrapando al sujeto en su círculo mortal |
La sustancia del goce condensada en el objeto @, el atractor extraño |
El padre mira, es mirada, provocando la caída de su hija, el estallido del objeto @.
El padre mira, y lo que ve, aquello que no se puede ver, el objeto @ (que se sustrae a toda mirada) -la Dama-, no le gusta nada, por lo cual, el acto que produce no es de afirmación (bejahung), sino de rechazo (verwerfüng) del deseo.
El padre reniega, en el sentido de que se niega, se cierra en banda a su deseo de saber.
Y su hija, es evidente, a lo que está llamando es a un deseo de saber, que siempre va a pivotar sobre el des-velamiento de un real: de la condición mortal, carnal, gozosa, del sujeto.
Hay que penetrar en ese inter-juego entre el acting-out y el pasaje al acto, que bascula entre la Dama como mascarada de La Mujer no tachada, y un padre que, en su impotencia, resigna de su condición de padre.
Ahí está Freud, a la intemperie, sometido a todas las inclemencias, entre el deseo de la mujer y el deseo del padre.
La espera de Freud: el tiempo sin tiempo de un análisis |
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