La Clínica psicoanalítica y sus avatares

El esquema óptico de Lacan; un florero muy floreado

El esquema óptico de Lacan; un florero muy floreado    Si nos detenemos en el esquema óptico de Lacan, tomándolo como exponente de la estruc...

viernes, 27 de agosto de 2021

El caso del hombre de los sesos frescos (II): Introducción (2ª parte): Un caso de Ernst Kris reinterpretado por Jacques Lacan

 El caso del hombre de los sesos frescos

 Introducción (2ª parte): Un caso de Ernst Kris reinterpretado por Jacques Lacan

 Algo se ha aclarado, pero nada de su posición subjetiva ha cambiado. Seguimos en el terreno del plagio, es decir en el mundo de las ideas, caracterizado por la alternativa: tener / no tener ideas propias. El que no tiene ideas propias, si se acompaña de la pulsión conveniente -por ejemplo, la pulsión oral, incorporativa- se puede convertir en un plagiador-cleptómano. El que tiene ideas propias, y, además, son brillantes y valiosas, inmerso en el ambiente ultracompetitivo del American Way of Life, se puede convertir, si se pone a tiro, en la presa, en la víctima, de un plagiador, como quien dice un cazador de ideas (furtivo, ilegal).

 Es curioso, todo esto del plagio, que afecta a algo tan poco sustancial y vaporoso como las ideas, que, se las lleva el viento, que, circulan, loca y salvajemente por el mundo, sin que nadie pueda detener su marcha imparable, se relaciona con el derecho a la propiedad privada, que, desde Adam Smith, constituye el pilar fundamental del capitalismo (no es extraño que este problema del plagio, como síntoma, se plantee en los Estados Unidos, en la cuna del capitalismo más voraz y depredador). De hecho, toda la dialéctica en la que se basa el plagio, la del tener / no tener (porque donde unos tienen otros no tienen), se sustenta, real y filosóficamente, en el principio del derecho a la propiedad (poder usufructuar pacíficamente de los propios bienes, sin que nadie te los arrebate, aunque el resto del mundo no tenga ni para comer).

 Este paciente había robado, en su temprana juventud, golosinas y libros (por lo tanto, en su adolescencia era un cleptómano). En su edad adulta, su tendencia a la rapiña toma como objeto las ideas¡de los otros! (esta dimensión del Otro es esencial). Por eso, Kris, considera que se produjo un desplazamiento decisivo cuando su anhelo saqueador, depredador, pasó de las golosinas y los libros (algo más bien inocente e inocuo) a las ideas de los otros (algo de mayor gravedad y trascendencia, incluso penal).

 Kris se detiene, más bien se paraliza, en el yo; su objeto son los mecanismos de defensa; el yo es un compendio exhaustivo de mecanismos de defensa que, mejor, convendría no plagiar. Pero en una cura hay más objetos que el yo. El yo es uno de ellos que, lo más conveniente, sería ponerlo a un lado, en conserva, para que no nos moleste mucho. Ya se sabe que el moi es un foco mórbido de resistencias.

 Podemos hacer una lista, una serie, con los objetos variopintos que nos trae el hombre de los sesos frescos. Procedamos a su recopilación:

 Golosinas-Libros-IDEAS DE LOS OTROS-Tratados de investigación-SESOS FRESCOS-¿?

 Las ideas pueden ser frescas, en el sentido de estar vivitas y coleando, como pensamientos, en el cerebro de los bien pensantes (Pienso luego existo); o, estar en conserva, enlatadas, impresas como letras en un libro; en esta caso las llamamos significantes.

 En este asunto del plagio, el par principal es: IDEAS DE LOS OTROS / SESOS FRESCOS; entre estos dos términos hay una cierta incompatibilidad, por no decir que se dan de tortas.

 Ya hemos dicho que las ideas de los otros pueden estar inscriptas en un libro, conformando un texto escrito, en este caso las denominamos significantes, no tanto de los otros, como del Otro (Autre): los significantes en el lugar del Otro (el saber no sabido de los significantes en el inconsciente).

 En el par SIGNIFICANTES DEL OTRO / SESOS FRESCOS, a diferencia de las ideas, que son pesadas e inamovibles, hay concordancia, confluencia, conjunción, filia, rapport, en resumidas cuentas, feeling. Los significantes y los sesos frescos, aunque no se fríen en la misma sartén, tienen un buen maridaje en su plato más especial y suculento: sesos frescos cocinados al significante.

 En la primera serie de objetos, la más larga, la que abarca la historia del paciente y sus análisis, al final he puesto un signo de interrogación, que significa que hay un objeto fundamental que está ausente y que debería estar en este caso, aunque fuese a través de la interrogación y el señalamiento del analista: la mujer.

 Reescribamos la serie, ahora completa:

 Golosinas-Libros (significantes)-IDEAS DE LOS OTROS (plagio)-Tratados científicos (saber de la ciencia)-SESOS FRESCOS (objeto del deseo)-EL OTRO SEXO (una mujer).  

 Hemos repetido e insistido que, el plagio, los plagios, plagiar-ser plagiado, es un asunto netamente masculino, entre hombres, que compiten y se comparan entre sí, a partir de sus armas y dispositivos fálicos, fundamentalmente con las ideas, que son portadoras de un goce eminentemente fálico, que se escribe con el cuantificador del para todo:

  (varón) F (idea)à Φ idéico (goce fálico). 

 Las mujeres, o, mejor dicho, su goce, el femenino, suele mostrarse bastante desinteresado con respecto al combate, insistentemente narcisista, gonádico, viril, que compara entre sí, a ver quién la tiene más grande, las potencias-impotencias imaginarias, que se asocian a las ideas-falo (las ideas son falocéntricas y falocráticas).

 Las mujeres están en otra cosa. No en el más o en el menos, en el todo o nada, sino en el notodo, en aquel goce que se sustrae al goce fálico, que no pasa por la idea, sino por la marca (la letra) del goce en el cuerpo; goce, que, por definición, es imposible de ser plagiado, o, lo que es lo mismo, significantizado. En el caso del hombre de los sesos frescos las mujeres brillan por su ausencia.

 Es evidente que todo lo que es del orden de la mascarada femenina puede ser plagiado, copiado, con autorización o sin autorización, sobre todo por identificación; el ej. prínceps es la moda o las modas; en cambio, el goce femenino es imposible de imitar, de plagiar, entre otras cosas, porque no deja copia, huella, porque se construye alrededor de un vacío: es el vacío irrepetible, causa de la repetición, de la vasija, del vaso femenino.

 Otro par, que se chinchan mucho entre sí, que se hacen la puñeta, que se buscan las vueltas, con gran enfado del hombre serio (serie) y sesudo (no gustador de sesos frescos), responsable pensador (que se piensa pensando), sobre todo si es científico e investigador, espécimen que se mueve a sus anchas en el templo universitario, en la religión del saber, en los ritos del discurso universitario, es el formado por: LAS IDEAS-LA MUJER.

 Ya se sabe que no es lo mismo echarse una cana al aire o tener una relación sexual imposible con una mujer que no existe (dice Lacan, entre paréntesis, que No existe una plena relación o entendimiento de lo sexual; también dice que Lo imposible es la relación sexual en el sentido de complementariedad, de hacer de dos uno).

 Todo esto no quiere decir que las mujeres sean menos inteligentes que los hombres, que tengan una especial dificultad para el pensamiento abstracto o las ideas puras; ¡en absoluto! Las mujeres son tan racionales como los varones. La cuestión pasa porque las mujeres tienden, por naturaleza, a vaciarse de las ideas, con toda su carga pensante de significación fálica (sobre todo, suelen prescindir, en su abordaje dialogado y dialogante del objeto, de esa traba que constituyen los pre-juicios, las ideas fijas, los pensamientos circulares).

 Todo este problema, tan intelectual y legalista, del plagio o no plagio, si se quiere abordar sesudamente, con la mente fresca, libre de pre-juicios, de aprioris, de pensamientos obsesivos (valga la redundancia), circulares, cargados de significación, hay que llevarlo por el buen camino, que es el del deseo, el objeto y el goce (masculino y femenino).

 Todo lo que pertenece al campo del plagio de las ideas, que se tienen o que no se tienen, es goce masculino, fálico. Todo lo que escapa a lo intelectual o intelectivo, al peso pensante, al goce del sentido (jouissense: imaginario-simbólico), que desemboca en ese objeto, en ese desecho que son los sesos frescos, la casquería, pasa, inevitablemente, por la cocina de la mujer, por el Otro sexo, por el goce femenino, notodo.

 Es curioso que todas las interpretaciones de Kris sobre el plagio de ideas (por lo menos las fundamentales, las que transcribe en su artículo) giran alrededor de parejas o duetos masculinos (en un sentido técnico se podría hablar de una pulsión homosexual, sostenida en una dialéctica imaginaria, dual, a´-a, cuyo pivote estaría sostenido por el falo imaginario, por la condición esencialmente narcisista de serlo): el padre y el abuelo del paciente; el analizante y su alter ego: su eminente colega, su amigo-enemigo, su colega-rival.

 El mismo paciente nos confirma que el plagio pertenece al género masculino. Después de su análisis con Melitta Schmideberg, en el que había resuelto otro tipo de robos, de un carácter cleptómano, considera que este asunto del plagio (al tratarse de una problemática fundamentalmente masculina, fálica… entre falos anda el juego), solo lo puede resolver con un psicoanalista varón (¿por qué?): tercer dúo masculino: el analizante de los sesos frescos-Kris el analista.

 Todo esto del plagio es un duelo de pistoleros, pistola o idea en ristre, algo así como Duelo en Kris corral.

 El mismo paciente se siente un poco agobiado por haber abandonado su primer análisis con M. Schmideberg, que había ido bien, y, haber decidido iniciar un segundo análisis con otro analista con el fin de resolver su síntoma principal: el temor al plagio que le producía una inhibición intelectual, que interfería con su carrera y le impedía alcanzar los estándares que le demandaba la competitiva sociedad americana. Incluso, le dice a Kris, que no quiere que esta decisión suya perjudique a su primera analista, de la que se siente muy agradecido. Todo esto son racionalizaciones que dejan velado el hecho principal: M. Schmideberg es una mujer-analista. ¿No saldría huyendo de su primer análisis por el miedo a la mujer?

 El problema de este paciente es que se tiene que cocinar y comer su objeto él solito, sin el acompañamiento de su analista. Lo lógico es que en un análisis, que es una especie de comida totémica, el objeto lo cocinen de forma conjunta el analizante y el analista, que, el paciente ponga la materia prima, en este caso los sesos frescos al significante, y, el analista, la salsa de la interpretación, de la transferencia (si es necesario acompañado de música de salsa). Es obvio que, después de esta preparación culinaria en equipo, el que va a degustar ese manjar de los sesos frescos es el paciente. Aquí, con todo este asunto tan insípido del plagio, se olvida que no solo de pan vive el hombre, que es necesario que el objeto sea uno de los platos fuertes, el plato principal, del menú del análisis. Como en el restaurante de Kris no se sirve la especialidad del objeto, el paciente se lo busca por su cuenta, fuera-out del análisis, en esos coquetos restaurantes neoyorquinos donde, todos los días, después del análisis, se zampa -¡él solito!- una exquisita y exótica ración de sesos frescos (su plato preferido). En el acting-out, el objeto-out, está fuera de la transferencia, pero llama a la transferencia, a que el Otro se posicione mejor frente al deseo. Es una llamada a Kris para que acompañe al paciente en todo el proceso de elaboración, cocción, horneado, sazonamiento, presentación, del objeto de los sesos frescos.  

 El paciente, después de cada sesión, antes de ir a su trabajo, se va a degustar sesos frescos. Es evidente que esto le produce un goce que es justo lo que falta en su análisis, que solo trata de ideas, intelectos, pensamientos mil, yoes fuertes o débiles y mecanismos de defensa.

 El acting-out es la indicación, la señalización, el SOS, el aviso, la llamada de atención, dirigida al analista, al Otro, para que cambie de posición en la transferencia, y, caiga en la cuenta o caiga del guindo, de que, en un análisis, no solo se trata de ideas (plagiables o no plagiables), que hay una cosa esencial que se llama los sesos o los goces frescos, los sexos frescos o calientes, que no se puede dejar de lado, esperando en la puerta de la consulta indefinidamente, sin poder entrar.

 El analizante le dice a Kris que goza con los sesos frescos para que su analista no se olvide del goce, para que le abra la puerta de su consulta al Sr. O Sra. Sesos Frescos, que está llamando y esperando en el rellano de la escalera para poder entrar en el análisis. El problema es que Kris le hace oídos sordos a los llamados cada vez más reiterados del goce de su analizante.

 Es lógico que este paciente, cuando iba a buscar el menú de los sesos frescos, colgado detrás del vidrio de la puerta de su restaurante favorito, después de relamerse los labios, preguntase por la cocinera; incluso, que no dudase en indicar al camarero que, por favor, felicitase a la cocinera, que, como siempre, los sesos frescos estaban de rechupete. Aquí tenemos otra vez a la mujer, a esa mujer tan olvidada en el psicoanálisis kristeano, que es la cocinera encargada de cocinar el goce en su cocina, en esta ocasión para mayor satisfacción del paciente, porque lo que le cocina es su objeto, los sesos frescos, su plato predilecto, ese que no se lo salta un gitano, ni siquiera un muerto.

 Ya, Lacan, en el Seminario 11, de Los cuatro conceptos del psicoanálisis, ilustra también el objeto[a] con algo que tiene que ver con la gastronomía, en este caso con una gastronomía muy especial, muy del cuerpo. Se trata de un restaurante chino. El menú está en chino. Nos suena todo a chino. La diligente y amable camarera que nos atiende es psicoanalista. Uno, para saber lo que desea, lee el menú; pero, como está escrito en chino, no entiende ni papa, ni jota. Entonces, le demanda a la camarera que se lo traduzca. Esta es una de las dimensiones del acto analítico: el desciframiento, la traducción, la interpretación del deseo a partir del orden o del menú del día significante (la lectura del inconsciente, la perelaboración significante, es la condición del deseo, no a la inversa).Todavía hay algo más, sobre todo más real. El comensal, después de la amable traducción bilingüe de la camarera, siente el intenso deseo de pellizcarla en su delicado pecho (más en concreto, en el pezón). Lógicamente, se reprime. Este apólogo oriental nos lleva a afirmar que, como Tiresias, con respecto al deseo del analista, este no debe ser solo un adivino, un oráculo, sino que también debe tener tetas, mamelles, objetos [a].

 Una pareja significante que casa bien es esta: EL CORTE SIGNIFICANTE-LOS SESOS FRESCOS.

 Es curioso pero aquí se desarrollan dos tratamientos en paralelo. El primero de ellos está dirigido por Kris, y tiene lugar por las mañanas. El segundo, acontece al mediodía, en esos coquetos restaurantes de esa calle tan conocida de New York, en que la especialidad son los sesos frescos. El primer tratamiento, el más kristiano, ortodoxo, se desarrolla bajo los auspicios de la psicología más moderna y, a la vez, más antigua, más avanzada y más retrógrada: la psicología del Yo (que se ha dejado en el camino su marbete de inconsciente). Al segundo tratamiento lo podemos denominar actinounesco, o chaplinesco, se caracteriza por su transferencia salvaje con un objeto muy especial que son los sesos frescos (además es mucho más divertido que el primero, que es un poco tostonazo). No hay analista presente para cocinar y degustar con el analizante los sesos frescos. Aunque no hay que descartar que haya psicoanalistas-como o like, como el amable camarero o la laboriosa cocinera. En este segundo tratamiento, del que Kris no se entera, el analizante se echa una canita al aire, o se suelta el pelo, se permite ser original, fuera de toda esa pesadez de los plagios, que, al final, ya no se sabe quién plagia o quién es el plagiado. El paciente se convierte en un cazador de sesos frescos, y, ya dice el refrán que “El que anda en silencio, cazar espera”.

 Un sujeto, en un análisis, si quiere algo, solo puede ser acceder al enigma de su deseo, hecho o acontecimiento que llama a un acto, fundamentalmente de desciframiento, de interpretación (el deseo es la interpretación del deseo), en el marco de la transferencia de palabra, cuyo eje está constituido por el Otro del significante.

 Es evidente que, para abordar el enigma del deseo, se necesita un objeto que llevarse a la boca; y, sobre todo, que sea un objeto de deseo en toda su verdad y dignidad, como la famosa La Cosa (Das Ding), el objeto real, imposible de plagiar, que exige necesariamente, para que se haga presente, la intervención de la operación de corte significante en su incidencia de goce sobre el cuerpo (el saber es un medio de goce, afirma Lacan).

 En este caso, este saber culinario, tan extremadamente personal e intransferible, probablemente anclado en la historia, en el tiempo de la infancia, en las experiencias constituyentes, en la memoria de las recetas del Otro prehistórico e inolvidable sobre los sesos frescos, cumple con los requisitos mínimamente exigibles para que un análisis se dirija al más allá del principio del placer, atravesando lo que es del orden del yo y sus mecanismos de defensa, esencialmente plagiables (alienantes y engañosos).

 Todo el quid de este tratamiento gira alrededor de la búsqueda desesperada de un objeto que no se pueda plagiar. Por definición, un objeto de deseo, un objeto [a], no es plagiable; en cambio, un objeto común, de carácter imaginario, narcisista, que circula en el circuito m-i´(a), es, por definición, plagiable, en el sentido de especularizable, pasible de obtener de él una imagen especular, una falsificación, una réplica, una copia, su doble.  

 Plagiable o no plagiable, no deja de ser un objeto imaginario, yoico, y, todo ese vaivén de la autoría, de los derechos de propiedad, del copyright, hace referencia a su carácter especularizable, y, a todo el juego de identificaciones imaginarias, especulares, transitivistas, que lo acompaña.

 En cambio, todo el afán del hombre de los sesos frescos es hacerse, buscarse, encontrar, un objeto que no sea plagiable, en el sentido de no-especularizable, que carezca de imagen en el espejo, que escape radicalmente al orden imaginario, transitivista (Yo es el otro), alienante (Yo o el otro), de las identificaciones especulares, hechas de sombras de sombras, de reflejos de reflejos, de copias de copias (hasta el infinito), de plagios de plagios (hasta la eternidad).

 Resulta que ese objeto no lo encuentra en su análisis porque Kris está obsesionado por un abordaje en superficie. No se trata de encontrarlo en un lugar opuesto a superficie, por ejemplo en profundidad, sino en algo que sea heterogéneo a esta dimensión euclidiana de la altura, de la superficie-profundidad, en concreto en una operación topológica, desarrollada a partir del corte del significante, que, en su incidencia sobre el cuerpo, más allá de los efectos de significación (principio de placer), produzca un efecto de goce (más allá del lust).

 La búsqueda del hombre de los sesos frescos no es la de la materia gris del otro, con el fin de plagiarla, de apropiársela, a través de un acto de canibalismo. Su acto, el de zamparse los sesos frescos, tiene como condición haber encontrado un objeto de goce, cortado de la anatomía corporal (valga la redundancia), que es pura casquería, resto, desecho, del organismo. Este objeto es decisivo porque, en el fantasma fundamental, tiene la función de causa -¡perdida!- del deseo.

 ¿Cuál es la línea que toma Kris en su análisis enmarcado en la Psicología del Yo? Kris interpreta que la inhibición intelectual del sujeto tiene que ver con su historia, sobre todo con la relación con su padre, personaje que no había dejado ninguna huella dentro de su área laboral, a diferencia de su abuelo, una especie de sabio, un científico notorio. Así pues, este paciente tenía una compulsión a encontrar un Gran Padre -Grandfather en inglés, Gran- père en francés- es decir, un Padre Ideal.

 En su primer análisis con Melitta Schmideberg se había puesto en evidencia la tendencia del paciente a tomar, a quitar, a robar; en su infancia robaba dulces y libros, y, más tarde, hubo un desplazamiento decisivo hacia las ideas, produciendo la inclinación al plagio, al robo de ideas.

 El paciente, después de la interpretación de Kris, que le señala que él no plagia, que, simplemente, tiene un temor al plagio que actúa como un mecanismo de defensa contra sus impulsos a robar las ideas de los otros; en la siguiente sesión guarda silencio durante un lapso amplio, un silencio, según Kris, lleno de una especial significación, que anuncia algo importante, y, acto seguido, empieza a hablar: “Todos los días, le dice a su analista, al mediodía, cuando salgo de aquí, antes del almuerzo, y antes de volver a mi oficina, me paseo por la calle x, una calle bien conocida por sus pequeños y atractivos restaurantes y miro los menús detrás de las vidrieras; es en ese, en uno de esos restaurantes, donde encuentro de costumbre mi plato favorito, sesos frescos”.

 Esto parece confirmar la interpretación bien fundada de Kris en el sentido de la atracción inconsciente del paciente hacia las ideas de los otros; aquí, los sesos frescos, simbolizarían las ideas de los otros, inscritas en su materia gris.

 Todo el afán del paciente es encontrar una idea que no sea plagiable. Lo que se descubre al final es que la única idea imposible de plagiar no es una idea sino un objeto; en concreto, el objeto [a], que tiene ese carácter tan especial de no tener una imagen en el espejo, siendo imposible de duplicar, de plagiar; es un objeto único, portador de un goce singular, detentador de una marca impar (sin par).

 No hay sesos frescos como los que el paciente se come en el restaurante x; hasta el punto de que, cada vez que repite su plato favorito, son otros sesos frescos, diferentes a los que se comió la vez anterior.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario