La Clínica psicoanalítica y sus avatares

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martes, 7 de julio de 2020

La monstruosidad del deseo en Escher (XIII)


El belvedere revisitado
  
Cubos e hipercubos y más y más cubos, hasta ponernos como una cuba...

 Galileito trata de desentrañar el misterio del Belvedere.

 Es una especie de laberinto, como la biblioteca de "El Nombre de la Rosa".

La biblioteca laberíntica de "El Nombre de la Rosa", con su finis necker

 De hecho y de derecho, para darle ánimos y fortaleza en sus tribulaciones, lo vamos a rebautizar con el nombre de Galileito de la Rosa.

 Así encontrará inspiración para desentrañar este entuerto en el gran sabio Guillermo de Baskerville.

El gran Guillermo de Baskerville
 
 Lógicamente, se puede volver loco, porque este cubo neckeriano es un objeto imposible, sin agarraderas para la vista ni para el intelecto.

 Es lo que se llama una paradoja lógica y topológica.

 Es curioso, pero las paradojas no pecan de un defecto de lógica, sino de un exceso.

 Un sofisma es un razonamiento falso, defectuoso, con apariencia de verdadero, exquisitamente lógico.

 Tan lógico que nos lleva al huerto y al entuerto.

 Se puede definir el sofisma como una articulación significante agujereada.

 Desde nuestro lugar de psicoanalista no nos ponemos nerviosos frente a la paradoja lógico-matemática del cubo de Necker.

 No nos ponemos nerviosos porque hemos abandonado toda esperanza en la salvación a través del intelecto; ya solo nos encomendamos al significante.

 Nuestra guía es el discurso amo

 
 No hay que desesperarse; se trata de disparatar, de disparar primero, enunciar, asociar libremente, cada uno con lo suyo, con sus significantes, con lo primero que se le ocurra al divisar eso indivisable aunque no indivisible.

 Para ello nos vamos a encomendar devotamente a Santa Lógica, a pesar de que es evidente que esto no tiene ninguna lógica.

 Lo primero que podemos hacer es agujerear el cubo insertándolo unas asas tóricas.

Tres medios donut, en función de asas tóricas, agujereando un cubo

 Esta sencilla operación, a la que yo denomino la operación del pellizco, nos permite abrir, gracias al agujero del asa, una vía de penetración en la compactibilidad del cubo de Necker

 Se puede, aunque suene a contradicción, hacer una profesión de fe ateística; sobre todo, si se trata del ateísmo significante, ese que formula Lacan con su "Dios es inconsciente".

 Aunque el cubo maldito de Necker sea indivisable -imposible de ver-, es divisible, porque no hay que ser un hacha para darse cuenta que el cubo está atravesado por una línea de corte, una fractura central, que lo divide en dos cubos.

 La división del cubo de Necker tiene como resultado lógico un hendidura nada lógica. 

 Y, además, aquí, si utilizo mi intuición, veo que la cosa va del abrazo entre dos cubos.

 A este abrazo entre cubos, verdadero signo de ternura y buena disposición, lo denomino el amor cúbico.

El cubismo = amor entre cubos; G. Braque

 Eso tan raro, retorcido, que observamos en la maqueta del belvedere, no es más que la expresión de un abrazo apretado y cordial inter-cubos.

 En síntesis, para poder descifrar la matemática cúbica hay que contar con el amor; o, lo que es lo mismo, con el lazo social, aunque sea entre-cubos (nunca hay que despreciar el cubismo, el amor sexual entre cubos diversos).

Representación de un hipercubo amoroso

 Este abrazo lo podemos encontrar representado en un hipercubo que es la representación simultánea de un cubo en cuatro dimensiones: 

 "Punto (dimensión 0), segmento (dimensión 1), cuadrado (dimensión 2), cubo (dimensión 3), e hipercubo (dimensión 4): obtenidos al desplazar el anterior en una dirección perpendicular" (https://culturacientifica.com/2015/09/09/hipercubo-visualizando-la-cuarta-dimension/).

Hipercubo: el abrazo intercúbico

 Es evidente que el hipercubo representa un abrazo intercúbico.

 Más bien habría que apreciarlo -con todo el aprecio del mundo- como varios cubos que se entrelazan amorosamente.

 Se trata del hiperabrazo de un hipercubo formado por varios cubos.

 Galileito no puede resolver el problema del cubo porque está operando con un solo cubo.

 Está jugando con el exponente uno (1), que, como se puede apreciar, deja las cosas como están, iguales a sí mismas.

La necesidad de potenciar el cubo de Necker con un exponente que no sea 1

 La base "cubo de Necker", elevada al exponente [1], da como resultado el mismo cubo, que queda intocado, no afectado en absoluto por ninguna potencia (sabiendo que toda potencia es simbólica) que sea capaz de multiplicarlo n veces por él mismo

 Debería elevar el cubo al cubo, al exponente [3], el summum de la potenciación del símbolo (paterna).

Cubos mil como resultado de elevar al cubo (potencias de exponente 3)

 No es solo un problema de un objeto imposible o de la imposibilidad de un objeto.

 La imposibilidad de resolver el problema se debe a que es imposible resolverlo con un solo cubo.

 Se necesitan muchos más cubos.

 Es necesario un cubo elevado a n (n 1).

 Lo mejor para todos, incluidos los cubos, sería multiplicar el cubo de Necker por [∞], de tal forma que, según sea menor o mayor que [0], el resultado será o [+∞] o [-∞].

(±) ∞ x Kubo =

 Ya sabemos, gracias a Freud, que el deseo es []; aunque es más adecuado decir que la cosa infinita es gracias (¡o desgracia!) al significante. 

 Cuanto más se repita la demanda, en el sentido de que se multiplique por [], más o menos (±) infinito se hace el deseo.

 Yo prefiero enunciar que el deseo se hace menos (-) infinito: [-].

  Así, cada cual, puede desear a su antojo, sabiendo que siempre contará con un deseo menos (-) infinito, que es el mejor de los deseos, el que siempre se va a hacer desear, dejar (algo) que desear, porque, inevitablemente, forzosamente, restará (en el doble sentido de resto y de resta sustracción).  

 Esto es lo que propone Lacan con el [i], el número imaginario, la √(−1), al que convierte en representante del sujeto.

 La gracia es que la multiplicación de un deseo por un deseo, del deseo del sujeto por el deseo del Otro, da como resultado la falta = [-1] = √(−1) x √(−1).

 Por eso, afirma Lacan, que nadie puede desear bien (¡o mal!), que lo único que no se puede es dejar de desear (porque el deseo es siempre el tropiezo de la demanda).   

El [-1] del deseo
  Hay que procurar asociar el cubo de Necker con otros cubos; esta asociación puede tomar la forma de una sociedad limitada, incluso laboral, pero lo que no deberá ser nunca es anónima.

 Es necesario un tejido o un mosaico de cubos neckerianos.

 Hay que añadir más cubos, más leña al fuego, más madera; como en el tren de los Hermanos Marx.

¡Más madera!

 Aquí, en vez de más madera, se trataría de más cubos, con la condición de que esos cubos no se acumulen de cualquier forma, sino que se entretejan, se entramen, formando un tejido, un mosaico.

 Además, la lógica de su enlace deberá ser borromeana; la única que preserva el agujero, el triskel central.

 Un nudo de trébol sostiene un seudoagujero.

Nudo de trébol

 Un tejido borromeano sostiene un verdadero agujero.

Un tejido de cubos
 Contamos con la representación de un tejido de cubos de Necker.

 Cada uno de ellos, individualmente, es un objeto imposible.

 Su abordaje nos sume en la más negra paradoja.

 Cuando los cubos se enlazan, entretejen, desaparece la imposibilidad individual (leída como impotencia), adviniendo lo imposible como potencia simbólica, fuerza de anudamiento.

 Hay una pauta que se repite, la de los rombos o losanges.

 Lo que da lugar al entretejido es la articulación entre los rombos, al modo de una tela trenzada con punto calado o crochet.

Punto calado o crochet

 Lo decisivo, debido a que constituye el fundamento del sujeto, es el trenzado, el anudamiento.

Trenzado entre losanges

 Solo el trenzado preserva el verdadero agujero.

 ¿Dónde encontramos ese mosaico, tejido, entramado, en el cuadro de Escher?

 En vez de mirar al infinito, a la bella vista, a los ideales más elevados que se despliegan en las alturas, hay que mirar al suelo, a la tierra, a lo real, a eso donde todos nos sostenemos; ahí donde está Quasimodito, con toda su fealdad, que no atrae a nadie, relegado, excluido, desterrado; está en el lugar del resto, del objeto de desecho, el residuo más inmundo, la piedra angular que han despreciado los arquitectos, los sabios de este mundo.

Ya hemos dicho que con una pieza aislada, aunque sea muy poderosa y esté magníficamente bien construida, no se puede hacer nada; seremos incapaces de resolver aquello de lo que se trata, el enigma del deseo.

 Galileito está muy ufano con su cubo de Necker entre las manos. 

 ¿Está ensoberbecido?

 ¿Su éxito le ha nublado el entendimiento?

 Hay que admitir que es un auténtico sabio, plenamente imbuido del discurso universitario (¡Más saber!, hasta que el cuerpo y las neuronas aguanten).

 Digamos que está en posición de saber, a punto de saber, pero se va a ver inmediatamente confrontado a algo que no será capaz de resolver individualmente.

 Debería, para tener éxito, elegir el fracaso, ser capaz de poner en acto aquello que tiene que ver con su incapacidad, insuficiencia, desfallecimiento, que linda con el abatimiento moral e intelectual.

 Esto abrirá perspectivas insospechadas tanto desde el punto de vista ético como epistemológico. 

 Lo que es conjunto, colectivo, social y lenguajero -¡como el deseo!-, solo se puede resolver a partir de una operación colectiva, social, conjunta, lenguajera... ¡transferencial!

 Este Galileito, tan ufano, puede anticipar su destino funesto en la locura, incluso en el embrutecimiento de Quasimodito

 Este semihombre, especie de animal acorralado, es un pobre Edipo que intentó, él solo, confrontarse al enigma del deseo, asomarse a las fauces de la Esfinge real, contando únicamente con las armas tan precarias de su inteligencia (o supuesta inteligencia), de su más que desfalleciente saber. 

Edipo, tan contento -¡y tan engañado!- con la seducción sapiencial de la Esfinge; Gustave Moreau

 Y, así acabó, con los ojos desorbitados, hecho una ruina.

 Es necesario que Galileito pueda colectivizar, socializar el saber, compartir la ciencia, para que deje de ser ciencia infusa y se convierta en ciencia difusa (como la lógica), inspirada, adquirida, gracias al auspicio y a los buenos augurios del Otro, el que verdaderamente sabe sobre lo que verdaderamente hay que saber.

 También deberá compartir, socializar, conjuntar, conjurar, la pregunta por el deseo, que solo se hace presente en el lazo social, en una relación activa y colectiva de transferencia.

 Deberá fabricar, construir, un tejido, que, borromeanamente, inscriba el saber no-sabido del Otro (lo que Lacan llama la inciencia) que versa, en sus versos sueltos, sobre la pregunta por el deseo (Che Vuoi?).

 Es evidente que un grano no hace granero ni ayuda al compañero. 

 Y un solo cubo, un cubo-S1, amo, aislado, no afectado por la lógica de la castración, del lenguaje, no forma un tejido

 Nosotros, en nuestra condición de psicoanalistas, para poder resolver el enigma del cubo de Necker, que se corresponde con el de la x del deseo (la pregunta por el deseo del Otro), necesitamos más madera, más cubos, cubos-S2 en abundancia, a tutiplen. 

 Necesitamos, igual que el que se muere de sed en medio del mar, un tejido, un texto, una trama nexual o sexual, la posibilidad de una trenza escrita.

 Podemos tomar cada cubo de Necker como una letra (lettre). 

Las dos escrituras de la letra @ 

 Si juntamos muchas letras tendremos un texto, una escritura, un iletrismo, que se rige por una lógica difusa, que no excluye al tercero excluido (el vacío central del deseo). 

 Es con relación a esa lógica colectiva, borromeana, que se podrá resolver, con suerte y viento a favor, el enigma del deseo.

 Por eso, Galileito, como Hansel y Gretel, deberá juntar aplicadamente no tanto (s) guijarros, sino letras, en su función de signos, marcas orientativas, puntos de referencia (que permitirán localizar en el cuerpo lo real del goce).

Los guijarros-letra que forman un texto, la scriptura del deseo

 Tendrá que fabricar un tapiz, un tejido de letras, un texto. 

 Para ello necesita un telar y materia prima: hilos-significantes.

El telar del inconsciente con su tejido de hilos comunicativos, expresivos, hablantes-


 Parece ser que no tiene nada de esto por el momento.

 Pero es evidente que tiene un inconsciente; con la cautela de que puede resultar abusivo y contradictorio afirmar que alguien tiene un inconsciente. 

 Más bien, uno no lo tiene, le falta; o lo tiene agarrado por los... (?).

 Entonces, Galileito, podrá operar con su inconsciente (considerando que el inconsciente es el operador de las operaciones). 

 Para ello, de momento, deberá olvidarse, abstraerse, de ese cubo diabólico que lo tiene tan distraído y ensimismado.

 Resulta que su inconsciente está hecho de letras, significantes, deseos. 

 Está tejido con abundantes y sabrosas letras.

 Se parece mucho a la riquísima sopa de letras de nuestra infancia.

Para empezar, una riquísima sopa de letras

 El verdadero inconsciente, formalista, letrista, significantivo, discursivo, es el que es suculento, sabrosón.

 Le vamos a dedicar una canción al inconsciente sabrosón:

"Por mi casa vive un hombre,
Le dicen el sabrosón
Le gusta reírse mucho
Cuando se toma un porrón


Él se pasa todo el día
En el barrio, bebiendo alcohol
Él se pasa todo el día
En el barrio, en su balcón


No se asusten, si él le dice
Ha llegado el sabrosón

Sabrosón, sabrosón
Le dicen el sabrosón
Sabrosón, sabrosón
Le llaman el sabrosón


Ya llegó el sabrosón, tomate un trago de éste porrón
Ya llegó el sabrosón, hasta el lunes se armó el fiestón
Ya llegó el sabrosón, con las mujeres es un león
Ya llegó el sabrosón, por que bailando es un campeón
Ya llegó el sabrosón, quisiera ser yo como vos


Ay, que mujer más buena, lo dijo el sabrosón
A todas las vuelvo locas, lo dijo el sabrosón
Muchachos les digo yo, lo dijo el sabrosón
Que en el baile soy el mejor, lo dijo el sabrosón
En ésta vida no hay como yo


Ya llegó el sabrosón, tomate un trago de éste porrón
Ya llegó el sabrosón, hasta el lunes se armó el fiestón
Ya llegó el sabrosón, con las mujeres es un león
Ya llegó el sabrosón, por que bailando es un campeón
Ya llegó el sabrosón, quisiera ser yo como vos


Sabrosón, sabrosón
Le dicen el sabrosón
Sabrosón, sabrosón
Le llaman el sabrosón


Ay, que mujer más buena, lo dijo el sabrosón
A todas las vuelvo locas, lo dijo el sabrosón
Muchachos les digo yo, lo dijo el sabrosón
Que en el baile soy el mejor, lo dijo el sabrosón
En ésta vida no hay como yo". 

(La Mona Jimenez; Letras de cancioneros.com).


El inconsciente no es arquetípico; al ser colectivo, conjunto, social, compartido (en su incomunicabilidad), se parece más a una especie de comida totémica, bien sazonada con todo tipo de significantes, de lo más suculentos, plena del aroma paterno.

 Galileito se tiene que dar cuenta que ese cubo de Necker que tiene en sus manos, que no es más que una letra, si quiere conseguir algo con él lo deberá poner en manos de su inconsciente, a su cargo, bajo el auspicio, el patronazgo, del Otro (Autre). 

 ¿Qué letra? 

 No lo sabemos porque su condición de letra depende de las otras letras del inconsciente, al inscribirse en una estructura sincrónica (simultánea), correlativa, diferencial y opositiva. 

 En este tipo de estructuras uno es lo que no son los otros; uno es el lugar marcado por la diferencia con los respectivos copartícipes, comparecientes entretejidos, entreverados.

 Con el cubo de Necker sucede lo mismo que con la letra: la con-dición de ese cubo neckeriano que manosea Galileito es inconsciente; se juega en la Otra escena con el resto de los representantes de la representación cúbicos; depende radicalmente de los otros cubos de Necker presentes y / o ausentes.

 Para solucionar el enigma del cubo de Necker, que no es otro que el del deseo, hay que llamar, convocar, a los otros cubos con los que, el primero, el que encarna la pregunta, está en una relación de simultaneidad (sincrónica) y de continuidad (diacrónica) dentro de la estructura del lenguaje (no necesariamente de palabra). 

 Aquí estamos, con este auténtico cubata charlatán, ante una estructura matemática, de lenguaje, que tiene una traducción topológica y una expresión formal a través de algoritmos. 

La pregunta por el deseo del cubo de Necker

 El asunto del cubo de Necker es que es un significante-topológico que porta la pregunta por el deseo del Otro, el genuino Che Vuoi?

 Hay que llamar a otros cubos de Necker en nuestro auxilio para que, con él, en comandita (sociedad regular colectiva) formen un tapiz, tejido, tela, trenza o texto. 

 Si responden, si se conforma ese tapiz, alfombra, tapete, entelado, es que entre ellos hay una relación borromeana. 

 Llamémoslos.

Tapiz borromeano de cubos

 Aquí tenemos un tejido hipercúbico, en cuatro dimensiones, con disposición borromeana, gracias a que todos los cubos han estado bien dispuestos a acudir al llamado del cubo de Necker en apuros.

Diferentes tapices cúbicos

 Los cubos de Necker pueden formar diferentes tejidos, conjuntos, tapices o tramas.

 Digamos, sin decirlo del todo, a la chita callando, que el desciframiento del goce neckeriano, ese goce encubado, enlatado, vendrá de la acumulación no sin estrategia, no sin política, de fuerzas y de efectivos. 

 Algo parecido a la táctica de guerra del Ejército Rojo en la Segunda Guerra Mundial

La batalla de Stalingrado: la unión hace la fuerza

 La acumulación de fuerzas en un punto, sin temor a la pérdida de efectivos, desgasta de forma irreversible al ejército contrario, que deberá distribuir sus fuerzas en el espacio. 

Desplazamiento de una hiedra sobre una trama de cubos

 Se trata, para nuestro uso psicoanalítico, de la acumulación de significantes que conforman un discurso; o de letras del goce que trazan una escritura.

Cubo neckeriano repleto de letras

 Aunque no lo parezca, esto es un cubo neckeriano lleno de letras.

 Lo que tiene que hacer Galileito, convertido en Neckerito, es utilizar el cubo de Necker, que no sirve para nada, como un auténtico cubo de basura -a litter-, donde podrá ir acumulando todas las letras (letters) correspondientes a los restos y desechos, habidos y por haber, del goce.

La litter de lo más litteraria del goce

 Si no hace esto con las sobras, todo lo demás sobra; porque el destino de la lettre, la letter, la carta del goce, es el cubo de basura (litter), la literatura (lituraterre).

 El mundo es una litter inscrita en el tejido, en la red, del espacio-tiempo curvo, einsteniano.

El espacio-tiempo y su curvatura

 El universo es la litter que el objeto @, en su caída, excava en el tejido espacio-temporal, curvo, bajo la forma -que arranca la risa de los Dioses- de un vulgar cubo de basura neckeriano.

La auténtica y real sede del goce: la litteratura



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