La Clínica psicoanalítica y sus avatares

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martes, 19 de febrero de 2019

Dora y sus goces

La ley del cunnus en el caso Dora

 En Dora, en su segundo sueño, atraviesa un espeso bosque en busca de una enigmática estación (bahnhof).

 Sus asociaciones remiten al cuadro de una exposición perteneciente al movimiento secesionista.

 ¿Qué es el movimiento secesionista?:

 La Secesión vienesa (también llamada Secessionsstil, o Sezessionsstil en Austria) formó parte del muy variado movimiento actualmente denominado modernismo. Fue fundada en 1897 por un grupo de 19 artistas vieneses que había abandonado la Asociación de Artistas Austriacos. Como proyecto de renovación artística, trataba de reinterpretar los estilos del pasado ante los embates de la producción industrial que estaban desnudando estructural y estéticamente la realidad del arte y la sociedad de la época. Su primer presidente fue Gustav Klimt (La Wikipedia).

 El cuadro representa la figura de una ninfa en medio de un bosque:

 (...) Y precisamente a ese mismo bosque denso lo había visto ayer en un cuadro de la exposición secesionista. En el trasfondo de la imagen se veían ninfas. (S. Freud; Fragmento de análisis de un caso de histeria [Dora]; Obras Completas; tomo VII; Amorrortu Editores.)

 Freud se apoya en la cadena significante: bahnhof (estación)-friedhof (cementerio)-vorhof (vestíbulopatio anteriorlabios menores) para señalar que una forma de nombrar los labios menores de la vulva es con el término ninfas (nymphae).

 En el sueño de Dora, la imagen pictórica, en su función significante, representa, en la interpretación de Freud, sus órganos genitales externos: el espeso bosque correspondería al vello pubiano; y, las ninfas, en medio de ese bosque, a los labios menores.

 El sueño de Dora es como la lámina de un tratado de anatomía en la que están dibujados los órganos sexuales externos; lógicamente, la figura está atravesada por sus correspondientes flechitas que indican los nombres técnicos, los significantes anatómicos:

 ( ) ---------------> labios menores (ninfas)

 Es curioso, los labios menores, no por estar en esa parte pudenda, en el bajo vientre, dejan de aludir a los otros labios, a los que conforman el borde erógeno del orificio bucal.

 ¿Cuál es la función de los labios, vulvares o bucales?

 Son dos líneas o trazos curvos que dibujan el borde de un vacío, de un agujero: el de la vagina y el de la boca.

 Topológica y esquemáticamente se los puede representar con un paréntesis que contiene nada( )

 Una especie de conjunto vacío escrito en el cuerpo.

El conjunto vacío

 ¿El valor del cunnus no residiría en su topología labial?

Diferentes formas de brackets

 Dentro de un paréntesis se puede escribir un número, una letra, o el signo de una operación.


 Dora, en su sueño, camina y camina, atravesando un espeso bosque.

 Se encuentra desorientada, perdida.

 Se dirige a la estación ferroviaria (bahnhof) y pregunta unas cien veces a todo aquel con el que se cruza: ¿Dónde está la estación? 

 Todas las veces recibe esta respuesta: Cinco minutos.

 Mientras tanto, la familia de Dora, en vez de estar celebrando un picnic, están reunidos en el cementerio (friedhof) despidiendo al padre.

 Esto nos indica que el significante del Padre Muerto va a adquirir un carácter relevante.

 Hay que recordar aquí esa afirmación de Lacan con respecto al lugar donde reposa el padre: su tumba está vacía porque el nom du père, en su condición de significante, está muerto desde siempre.

 Este efecto mortal, de conjunto vacío, de paréntesis, se debe al estatuto significante del nombre del padre.

  
 Dora viene de lejos, del extranjero, llamada por la pregunta que suscita en ella la Sra. K., que encarna lo más enigmático del deseo de la mujer; acude en pos del padre; no de cualquier padre, sino del Padre Muerto (el lecho de piedra donde se inscribe la ley del significante).

 Este recorrido está causado por un deseo.

 Indiscutiblemente, ese deseo que causa su motion no es cualquier deseo; es un deseo de deseo; dicho en román paladino, de forma simple y concisa, es el deseo del Otro; es el deseo del deseo del Otro.

 Dora, en su sueño, ha recibido una carta de la Sra. K., en la que le invita a visitarla en la casa del lago.

 En medio del espeso bosque de letras se destaca, con un signo de interrogación, una frase: Si tú quieres?

 Esta frase, al ahuecar el texto con su signo literal, tiene función de claro del bosque, de ex nihilo, de enunciación del deseo: Al principio era el verbo:

 (...) Justamente, el <<bosque>> del sueño era en un todo parecido al bosque de la orilla del lago, en el que se había desarrollado la escena que acababa de describirme. Y precisamente a ese mismo bosque denso lo había visto ayer en un cuadro de la exposición secesionista. En el trasfondo de la imagen se veían <<ninfas>> [Nota al pie: (...) A través de lo que se ve en la imagen (bild), pasa a ser una <<weibsbild>>, mujer en sentido peyorativo: bosque; ninfas].

 En ese momento una sospecha se me hizo certeza. <<Bahnhof >> {estación ferroviaria; literalmente, <<patio de vías>>} y <<friedhof>> {cementerio; literalmente, <<patio de paz>>}, en lugar de los genitales femeninos, eran algo bastante llamativo; pero habían aguzado mi atención dirigiéndola a la palabra formada de modo similar <<vorhof>> (vestíbulo; literalmente, <<patio anterior>>), término anatómico para designar una determinada región de los genitales femeninos. Aún podía tratarse de un exceso de ingenio. Cuando se agregaron las <<ninfas>> que se veían en el trasfondo del <<bosque denso>>, ya no cabían dudas. ¡Era una geografía sexual, simbólica! Como lo saben los médicos, pero no los legos (aunque entre aquellos tampoco es muy corriente), se llama <<ninfas>> a los labios menores que se hallan en el fondo del denso bosque del vello pubiano. Pero si alguien usa nombres técnicos como <<vestíbulo>> y <<ninfas>>, tiene que haber extraído su conocimiento de los libros, y no por cierto de libros populares, sino de manuales de anatomía o de una enciclopedia, el habitual refugio de los jóvenes devorados por la curiosidad sexual. Entonces, si esta interpretación era correcta, tras la primera situación del sueño se oculta una fantasía de desfloración: un hombre que se esfuerza por penetrar en los genitales femeninos. (Op. cit., págs 87-88)

 Este penetrador puede ser perfectamente el Rey Guillermo que está obsesionado por no dejar ningún cunnus sin penetrar; ningún bosque sin talar.

 Guillermo es un amo que propugna la explotación intensiva del saber, el monocultivo del goce, con el fin de obtener el máximo rendimiento en forma de plusvalías, cuya acumulación medieval y capitalista tapona la falta castrativa.

Freud, en este sueño traslaticio, deduce la existencia de un deseo de saber en Dora (al que califica de devorante) que, como es obvio, no se dirige a la anatomía de los órganos genitales, sino a la pregunta por el deseo del Otro: Che Vuoi ?


¿Qué causa el deseo del Otro?

 La enciclopedia cumple aquí la función transferencial de Sujeto Supuesto al Saber.   

 En su sueño se localizan estos tres significantes-nudo: la estación; el cementerio; la vulva.

 La cuestión es si Dora, con estos tres significantes, con estos tres patios (de vías, de paz y sexual), será capaz de armar un lazo borromeano.

 Para ello, necesita, como mínimo, dos operadores: el nom du père y el objeto @.

El lazo borromeo con los tres patios de Dora

 ¿Por qué atraviesa Dora un espeso bosque?

 ¿Se trata de algo que remite a su imagen corporal libidinizada?

 ¿De dónde proviene tanto esfuerzo?

 ¿Su deseo es que la penetre un hombre?

 ¿Para eso tanto trabajo?

 ¿Necesita el auxilio de un sueño para figurar de esa forma tan retorcida y laberíntica el coito con un varón con posibles; con un auténtico pollo-pera?

 La clave está en la andadura esforzada de Dora por lo más impenetrable de un bosque como metáfora del desfiladero del significante: con sus picos, cortados, quebradas, cañones y gargantas.


El bosque espeso de Dora

 Hay una serie significante que es consonante, que rima: bahnhoffriedhofvorhof.

 El último significante -vorhof- es, para Freud, el término reprimido; es el significante que falta a la serie significante; por lo tanto, es el vorstellungsrepräsentanz del sujeto tachado (S)

 Vorhof significa el vestíbulo (patio anterior) de los genitales externos de la mujer; en concreto, se trata de la vulva, de los labios menores; también denominados ninfas.

 Tanto vulva como ninfas son dos significantes de carácter técnico, anatómico, poco conocidos y utilizados para nombrar la zona anterior, pubiana, de la mujer.

 A Freud, que sigue en sus con-torsiones la homofonía del significante, no le cabe duda que, en un giro del lenguaje, en uno de sus pliegues, vorhof se oculta detrás de bahnhof friedhof.

 Vorhof es el significante-real, el pórtico que, como dicen los jóvenes, permite entrar a una mujer.

 No hay que olvidar que para entrar en cualquier lugar, hasta en el más pudoroso, heimlich, recóndito y apartado, se necesita de un maestro de ceremonias, de un introductor de embajadores, de un lugarteniente, de un interlocutor o traductor, que actúe como tercero.

 Para poder entrar en una mujer alguien te tiene que abrir la puerta.

Para entrar a (en) una mujer se necesita un maestro de ceremonias, un interlocutor.

 En la interpretación-traducción de Freud, que es el maestro de ceremonias del análisis, el que abre su puerta al analizante, Dora, en su travesía del bosque, habría preguntado realmente, más de cien veces -¡al Otro!-, en (con) su inconsciente, bajo la forma del bahnhof, otra cosa: ¿dónde está el vorhof (la vulva)?

 Esto parece un absurdo, un contrasentido.

 ¿Qué sentido tiene repetir la misma pregunta una y otra vez, sobre algo que, desde el punto de vista de la anatomía, no plantea dudas a nadie?

 En realidad, ¿no se estará preguntando Dora por el órgano sexual femenino en tanto objeto que pertenece al Otro-sexo?

 ¿No dirige su interrogación angustiada al testaferro (aquel que no sabe lo que quiere), al cabeza de hierro, aquel que presta su nombre para gestionar los asuntos inaplazables e innegociables del saber, del deseo inconsciente?

 Además, la respuesta que se repite siempre, cinco minutos, en su dimensión temporal, casa muy mal con una cuestión espacial, aunque ésta afecte al cuerpo, a sus vestíbulos, patios, rotondas, plazas, etc.; exteriores e interiores; éxtimos.


Bahnof: patio de vías

 Hay que recordar aquí que Dora tiene un problema al que se puede calificar de agudo, que afecta a sus genitales externos, a su vorhof (a sus partes).

 El conflicto, la batalla, se juega para Dora en el patio anterior de su cuerpo.

 Durante su adolescencia ese patio anterior se ha convertido en la sede de todo tipo de malos humores, secreciones, molestias y picores.

 Esta afección, de carácter nauseabundo (generadora de asco), la comparte con su madre, que también padece del bajo vientre.

 La familia sospecha que la enfermedad genital de la madre ha sido provocada por una sífilis mal curada del padre; que se iba de picos pardos antes del matrimonio (En el Renacimiento las mujeres llevaban una falda que era un lienzo de forma cuadrada, con una abertura en el centro. Esta abertura se ajustaba a la cintura y la falda resultante tenía cuatro picos; Wikipedia.)

 La conclusión es obvia: los padres, debido al chisgarabís del progenitor de Dora, a sus deslices mujeriegos, no tienen relaciones sexuales.

 El pater familias está sometido por su querida esposa a una dieta estricta de cunnus (más o menos como el amigo Guillermo).

 En todo esto hay un significante esencial: el flúor genital (La palabra flúor es un neologismo tomado del latín fluor = flujo.)

 La madre y la hija comparten este flúor, este flujo, en sus partes pudendas.

 El fluor, en la madre, es causa de coitus interruptus; en la hija, provoca una sensación de asco, siendo la fuente, la espina irritativa, generadora de diferentes tipos de síntomas.

 Lo que es importante destacar es que la madre y la hija comparten algo patético, sufriente, sucio, que  provoca un menoscabo en su cuerpo, una alteración de la imagen corporal, una herida narcisista, que las predispone a la depresión.

 Esta es la anamnesis que Freud obtiene con respecto a la masturbación:

 Vale la pena de profundizar en la significación de la enuresis nocturna en la prehistoria
de los neuróticos. Para evitar confusiones me limitaré a hacer constar que el caso de
enuresis nocturna de Dora no era de los corrientes. No sólo se había prolongado más allá
del tiempo considerado como normal, según la propia manifestación de Dora, sino que
había desaparecido primero para reaparecer luego, en época relativamente tardía, cuando
la sujeto había cumplido ya los seis años. Una incontinencia de este género no puede
tener, a mi juicio, causa distinta de la masturbación, la cual desempeña en la etiología de
la enuresis un papel insuficientemente apreciado hasta ahora. Según toda mi experiencia
en la materia, los mismos niños se dan cuenta perfecta de esta relación y todas las
consecuencias psíquicas ulteriores se derivan de este conocimiento como si los sujetos
no lo hubieran olvidado jamás. Ahora bien, en el momento en que Dora desarrolló el
relato de su sueño, la investigación analítica seguía una trayectoria que hubo de conducir
a una tal confesión de la masturbación infantil. Poco tiempo antes, la sujeto había
planteado la cuestión de la causa de su enfermedad, y antes de que yo iniciase
observación alguna a este respecto, se había respondido a sí misma imputando a su
padre toda la culpa de su estado. Tal imputación no se basaba además en ideas
inconscientes sino en un conocimiento consciente. Para mi mayor sorpresa resultó, en
efecto, que la muchacha sabía de qué género había sido la enfermedad de su padre. Al
volver éste de su primer viaje a Viena para consultarme, Dora había sorprendido una
conversación en la que se había citado el nombre de la enfermedad. En años anteriores,
cuando el padre sufrió el desprendimiento de la retina, el oculista llamado a consulta
debió de indicar la etiología luética de la enfermedad, pues la muchacha, preocupada y
curiosa, oyó por entonces a una anciana tía suya decir a su madre: «Ya estaba enfermo
antes de casarse contigo», añadiendo luego algo que Dora no comprendió de momento y

luego refirió a cosas ilícitas. (Freud S.; Op. cit.).

 El padecimiento compartido por identificación madre-hija:

 Así, pues, el padre había enfermado a consecuencia de su vida libertina y Dora suponía
que le había transmitido hereditariamente la enfermedad. Por mi parte, evité
cuidadosamente comunicarle mi opinión, ya antes expuesta, de que los descendientes de
individuos luéticos integraban una predisposición especial a graves neuropsicosis. La
continuación de esta serie de ideas acusadoras contra el padre avanzaba a través de
material inconsciente. Dora se identificó durante algunos días, en ciertos síntomas y
singularidades, con su madre, lo que le dio ocasión a mostrarse particularmente
insoportable, y me dejó luego adivinar que pensaba pasar una temporada en el balneario
de Franzensbad, donde ya había estado otra vez -no sé ya en qué año- acompañando a su madre. Esta última padecía de dolores en el bajo vientre y flujo blanco -catarro genital-,
síntomas que aconsejaban las aguas de Franzensbad. Dora suponía -probablemente con
razón- que aquella enfermedad era también imputable al padre, que había contagiado a
su mujer su afección sexual. No tenía nada de extraño que en esta deducción
confundiera la sujeto, como en general la mayoría de los profanos, la gonorrea con la
sífilis y la transmisión hereditaria con el contagio por el coito. Su persistencia en la
identificación con la madre me obligó casi a preguntarle si también ella padecía una
enfermedad genital, resultando que, en efecto, venía aquejada de flujo blanco, sin que
pudiera precisar exactamente desde cuándo. (Op. cit.).

 Alrededor de este flúor genital se secreta, fluye, un goce cerrado y patógeno.

 Freud se ríe un poco-mucho de los médicos generales en su abordaje de las histéricas.

 Más o menos da a entender que pican el anzuelo que les ponen estas pacientes; que se dejan engañar por las apariencias.

 Atribuyen el malestar general, la sensación de asco, los dolores de abdomen, etc., al llamado fluor albus, siendo incapaces de ver, más allá de este flujo blanco, lo que verdaderamente está en juego: el goce; en este caso, el masturbatorio, que es el que produce ese flujo pestilente y asqueroso.

 Sin querer rectificar a Freud, ¿no es acaso lo pestilente asqueroso el carácter distintivo del goce, siendo la masturbación un intento de aplacar, apaciguar, pacificar, eso tan molesto y doloroso que no te deja vivir (en esta frase se resume la queja principal de la madre de Dora: Así no puedo vivir)?

 Freud sitúa detrás de todos los síntomas de Dora el goce masturbatorio, reprimido; incluso, si no recuerdo mal, llega a calificarla de una petit masturbadora (o chupadora que, para el caso, es equivalente).

 La enuresis -mojar la cama- también es referida por Freud al goce masturbatorio (como una especie de primo hermano del fluor albus).

 Lo que no hay que perder de vista es que la masturbación es una modalidad fálica de goce.

Dora: Ida Bauer

 Freud, anticipándose a Levi-Strauss y a uno de sus mitemas, que marca la diferencia entre lo crudo (la naturaleza)-lo cocido (la cultura), evocando a los presocráticos, encuentra, en el caso Dora, una especie de matriz fundamental: la que consiste en la oposición entre los significantes agua (lo líquido)-fuego (lo quemante); entre los flujos de los fluidos corporales (asquerosos) y el fuego abrasador del goce (autoerótico).

 Lo que Freud no termina de aprehender plenamente es que en Dora no solo hay un disfrute, un goce, que se juega alrededor de estas oposiciones significantes, sino que esta misma satisfacción paradójica (más dolorosa que placentera), que comparte con la madre, la captura con sus grilletes y sus abrazaderas de acero.

 La única llave que podrá abrir este doble cerrojo, revirtiendo sus efectos de clausura, es la del significante que, inevitablemente, habrá que ir a buscar -como hace Dora- al Lugar del Padre, a la Casa del Otro, a la Tumba vacía donde reposa el Padre Muerto (el Nombre-del-Padre); ese Otro que no sabe que está muerto.

 Según Freud, Dora, trata de apagar, enfriar, simbólica y realmente, el fuego del goce masturbatorio con el agua de la enuresis.

 Pero no se trata del agua de una manguera, sino del pis que evacúa del cuerpo con placer.

 Estrictamente, el fuego que quema el cuerpo de Dora es el goce obtenido, ganado, como un plus, a través de la manipulación del organo fálico-significante, con el acompañamiento de las fantasías edípicas:

La palabra masturbar viene del latín masturbari. Suele decirse que proviene de "manu turbare", es decir "turbar con la mano"; Pero afirma Jorge Horacio Gonzáles (y el Dr. Mariano Grondona lo corrobora) que masturbación proviene de "Manu stuprare", es decir violar con la mano (etimologias.dechile.net/?masturbar).

 Dora, viola, turba, fuerza, con su mano, la homeostasis del cuerpo, con el fin de extraer un plus de gozar que haga la vida vivible

 Pero, aquí, el amigo Sigmund, incurre en un pequeño error de cálculo: ¿es posible apagar, silenciar, oscurecer, con algún tipo de cataplasma o de agua bendita, la llama viva y ardiente del goce?

 Aunque sea por experiencia propia, ningún iluso o ingenuo, en su sano juicio, lo creerá factible.

 Solo los pedagogos profesionales, los políticos en su cinismo, y algunos curas en su descreimiento, lo creerán posible.

 A veces, los propios psicoanalistas, imbuidos de un optimismo terapéutico a prueba de bombas, armados del furor curandis, desesperando esperanzadamente de que todavía se pueda encontrar en este valle de lágrimas un saber (el postlacan) que palíe -¡por fin!- la división del sujeto, nos lanzan sus soflamas (que nadie escucha) de un mundo mejor, de un hombre más auténtico, de un goce más vivible, por mor de lo real (como si el que ya tenemos no cumpliese sobradamente con estos requisitos).

 No es buena política intentar apagar el fuego (el goce) con un material altamente inflamable (el pis).

 Incluso, con determinados fuegos, de origen químico-significante, el agua puede ser contraproducente.

 ¡No digamos la orina!

 Por eso, querer apagar el fuego del goce autoerótico-masturbatorio con la orina del goce autoerótico-enurético -¡peligrosamente inflamable!- no es un buen sistema apagafuegos (a no ser para la extrema comicidad y amargura del bombero torero).

Apagar el fuego del goce; algo que no se le ocurre ni al bombero torero

 Puestos a eso, ¿no es el significante el mejor material ignífugo?

 Como saber es un material inmejorable porque siempre deja algo sin saber, para saber; algo que desear; a la vez, no nos deja tirados a la vuelta de la esquina, con la manguera en la mano; este es un aviso a navegantes por las procelosas y agitadas aguas de un análisis.

 ¡Señoras y señores, es el único saber que no se sabe! ¡Garantizado!

 En la escena del sueño, el padre está a los pies de la cama de Dora; la despierta; es necesario escapar a toda velocidad de la casa; no hay tiempo que perder; se ha declarado un incendio; toda la familia está en peligro de muerte; la única que no se entera, que se toma su tiempo, es la madre, que quiere salvar a toda costa su joyero (el cunnus) de la quema; el padre no está dispuesto a que sus hijos perezcan por la irresponsabilidad de la madre.

 El padre, cual si fuera una madre más concienzuda, no despierta a Dora a lo real de la ek-sistencia, sino que la protege de su angustiosa intrusión; es como si, para que no se pierda, la invitase a seguir durmiendo el más dulce y engañoso de los sueños.

 El Vattiel papaíto, era el encargado en su infancia de despertarla por las noches para que no se mease en la cama.

 Es importante que Dora no moje la cama.

 El fuego del goce no se puede apagar a manguerazos.

El manguerazo a la estatua de Unamuno de Pablo Serrano (Salamanca; 1968) 

 Hay que apuntar bien la manguera para alcanzar el núcleo del fuego.

 Esta operación, de alta precisión y extremado riesgo, que exige acercarse al fuego lo más posible, solo la puede llevar a cabo un Padre

 Efectivamente, el fuego, la combustión que amenaza, el sarpullido de la quemazón, tienen su lugar privilegiado en el lecho, la cama, el tálamo, entre las sábanas -no especialmente inmaculadas e impolutas-, en el sexo-odd que se inmiscuye entre los cuerpos y los goces del hombre y de la mujer.

 No es que no haya relación sexual o que sea imposible; es que solo puede haberla contingentemente si interviene en ella lo que la interfiere, lo que se atraviesa: el sexo-odd (impar)

 En la interpretación de Freud, Dora, en su angustia, llama al padre para que la proteja de la tentación emanada del Sr. K.; en su infancia también la despertaba para ponerla a hacer pipí-popó, cuando estaba asediada por los pensamientos impuros asociados a la masturbación (la enuresis como sustituto del onanismo).

 En la casa del lago, después de la escena fatídica, que orilla en su orilla a la Sra. K., Dora, al despertar de su siesta, se encuentra con el Sr. K. a los pies de su cama (¿Cómo ha conseguido hacerse con la llave de la alcoba?)

 En ese momento, viéndose desprotegida, decide abandonar rauda y veloz la residencia de los K. (acompañada del padre).

 En el sueño se reproduce esta irrupción intempestiva del Sr. K. en los aposentos íntimos de Dora con el detalle (in) significante de que el hombre tentador ha sido sustituido, a los pies de la cama, donde preparaba el (a) salto final, por el vatti, el padre amado, tranquilizador y protector (Freud califica esta sustitución de mecanismo regresivo: el padre se convierte en una madre.)

 El problema es que aquello que debería haber acontecido como una sustitución metafórica en la que el significante del Nombre del Padre -el que soporta ese padre que no soporta a la madre- reemplace al significante del Deseo de la Madre -que solo goza de tener lo más ordenada posible la casa-, se convierte en un cambio de figuras identificatorias que trueca o truca la impotencia simbólica paterna por la virilidad imaginaria de Mr. K (el siempre con suerte consorte del objeto del deseo de Dora).

 Dora no está buscando un padre que sea como una mami protectora, que la ponga a salvo de las tentaciones de la carne, de los resquemores del goce.

 Dora necesita un padre que esté a la altura de la función paterna; que sea capaz de en-cargarse del goce irrestricto de la madre.

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