I) Las ninfas
Según Freud, de acuerdo a la cultura de la época, vorhof (vulva), es un término poco habitual para que una chica inocente y pura como Dora se refiera a los genitales externos femeninos.
Sobre todo, es todavía más extraño si aparece en una relación homofónica con bahnhof y friedhof.
Todo esto nos indica que vorhof tiene función de significante.
Su significado no hay que buscarlo en un diccionario guardado en la biblioteca, sino en el inconsciente de Dora, allí donde las palabras se anudan libremente con el goce.
Para Freud, Dora, sólo ha podido tener acceso a este término tan extraño (tan odd como cualquier parte del cuerpo) a partir de haber consultado una enciclopedia o un tratado de medicina; el refugio de todos los jóvenes frente a esa ardiente y voraz curiosidad que les lleva a (no) querer saber sobre las cuestiones del sexo.
La traducción literal de vorhof es vestíbulo o patio delantero.
Curiosamente, si lo tomamos así, en su literalidad, en su significancia, remite a un lugar de encuentro, de tránsito, de pasaje, de comunicación.
Los genitales de la mujer son el vestíbulo, el patio delantero, que permite -¡o no!- la entrada del Otro en su cuerpo.
Ahora bien, este Otro (de la mano de su goce), para poder tener libre tránsito, la entrada expedita, deberá estar revestido con los emblemas de la ley; si no, como sucede a veces, la mujer, desnudada de su deseo, puede vivir esta aproximación, en la que no se ha respetado su intimidad, como una intrusión, incluso como una forma de violencia inadmisible.
Esto se conecta con la pregunta que se hace Freud y que, hasta el final, permanecerá como un enigma: ¿cuál es la fuente del saber en que Dora bebe todos sus conocimientos sobre la sexualidad, sobre prácticas sexuales, así como en relación con términos referidos a los órganos genitales?
¿Se trata de una fuente oral o escrita?
Es curioso, cuando uno pone en un buscador fuente de transmisión oral lo que surge son enfermedades de transmisión sexual por vía oral.
Esto no deja de plantear la existencia de un nudo entre oralidad, entendida como palabridad, y sexualidad, entendida como goce.
En esta coyuntura nos encontramos con las largas conversaciones íntimas que Dora mantiene con la Sra. K.
Ambas actúan como confidentes mutuas con respecto a asuntos amorosos, de sexo, y otros varios.
Es curioso que Freud, dado que se trata de labios, independientemente de que sean menores o mayores, lo asocie tan rápidamente con la cuestión de la genitalidad, y no se detenga en la relación que existe -por evidente, enceguecedora- entre labios, función de la palabra, y el goce del cuerpo.
Porque están los labios de la vulva; también los de la boca, con los que hablamos, nos expresamos, charloteamos.
Incluso, se puede llegar a decir, utilizando una metáfora oral, que el cunnus es como una boca (nuestros fantasmas inconscientes están llenos de estas equivalencias imaginarias.)
Están los labios de la boca y de la vagina; así como la boca-boca y la vagina-boca (los fantasmas de devoración y castración con respecto al órgano vaginal).
Incluso existen en las phantasías unas singulares y atemorizantes vaginas dentadas.
Según Freud, de acuerdo a la cultura de la época, vorhof (vulva), es un término poco habitual para que una chica inocente y pura como Dora se refiera a los genitales externos femeninos.
Sobre todo, es todavía más extraño si aparece en una relación homofónica con bahnhof y friedhof.
Todo esto nos indica que vorhof tiene función de significante.
Su significado no hay que buscarlo en un diccionario guardado en la biblioteca, sino en el inconsciente de Dora, allí donde las palabras se anudan libremente con el goce.
Para Freud, Dora, sólo ha podido tener acceso a este término tan extraño (tan odd como cualquier parte del cuerpo) a partir de haber consultado una enciclopedia o un tratado de medicina; el refugio de todos los jóvenes frente a esa ardiente y voraz curiosidad que les lleva a (no) querer saber sobre las cuestiones del sexo.
La traducción literal de vorhof es vestíbulo o patio delantero.
Curiosamente, si lo tomamos así, en su literalidad, en su significancia, remite a un lugar de encuentro, de tránsito, de pasaje, de comunicación.
Los genitales de la mujer son el vestíbulo, el patio delantero, que permite -¡o no!- la entrada del Otro en su cuerpo.
Ahora bien, este Otro (de la mano de su goce), para poder tener libre tránsito, la entrada expedita, deberá estar revestido con los emblemas de la ley; si no, como sucede a veces, la mujer, desnudada de su deseo, puede vivir esta aproximación, en la que no se ha respetado su intimidad, como una intrusión, incluso como una forma de violencia inadmisible.
Esto se conecta con la pregunta que se hace Freud y que, hasta el final, permanecerá como un enigma: ¿cuál es la fuente del saber en que Dora bebe todos sus conocimientos sobre la sexualidad, sobre prácticas sexuales, así como en relación con términos referidos a los órganos genitales?
¿Se trata de una fuente oral o escrita?
La fuente de transmisión oral, a través del canto o la palabra |
Es curioso, cuando uno pone en un buscador fuente de transmisión oral lo que surge son enfermedades de transmisión sexual por vía oral.
Esto no deja de plantear la existencia de un nudo entre oralidad, entendida como palabridad, y sexualidad, entendida como goce.
En esta coyuntura nos encontramos con las largas conversaciones íntimas que Dora mantiene con la Sra. K.
Ambas actúan como confidentes mutuas con respecto a asuntos amorosos, de sexo, y otros varios.
Es curioso que Freud, dado que se trata de labios, independientemente de que sean menores o mayores, lo asocie tan rápidamente con la cuestión de la genitalidad, y no se detenga en la relación que existe -por evidente, enceguecedora- entre labios, función de la palabra, y el goce del cuerpo.
Porque están los labios de la vulva; también los de la boca, con los que hablamos, nos expresamos, charloteamos.
Incluso, se puede llegar a decir, utilizando una metáfora oral, que el cunnus es como una boca (nuestros fantasmas inconscientes están llenos de estas equivalencias imaginarias.)
Están los labios de la boca y de la vagina; así como la boca-boca y la vagina-boca (los fantasmas de devoración y castración con respecto al órgano vaginal).
Incluso existen en las phantasías unas singulares y atemorizantes vaginas dentadas.
Hay labios y labios |
La vagina dentada |
En el caso del cunnilingus, en ese uso o mal uso, perverso, de la lingua, con el que se transgrende su función en el orden de la ingestión de los alimentos y de la dicción (la glosolalia), la lengua se utiliza con fines de goce.
Pero es evidente que no se trata del único uso.
La lengua es un órgano perteneciente al aparato fonatorio y digestivo.
Un emoticono lingual |
Por lo tanto, la glosa (lengua y lenguaje) no solo sirve para gozar (como el chupeteo del infans), o para hacer gozar (el cunnilingus: el contacto de la lengua, como órgano sensible y retráctil, con una zona erógena del cuerpo del otro), sino para hablar (que es también una forma de gozar y de hacer gozar), en el sentido de utilizar los significantes del Señor para hacer un glosa, una égloga, o un glosario.
Glosa, al igual que lingua, son términos que designan tanto al órgano con el que comemos como con el que hablamos (o cantamos, o silbamos, o laleamos, o balbuceamos...).
Por metonimia, lingua -lengua como órgano bucal-, se ha transformado en lengua, en su acepción de lenguaje (linguae).
Entonces, no solo tenemos labios y lengua como órganos productores de goce; también sirven como órganos productores de palabras, de significantes, de saber, que permiten entrar en una relación de comunicación-incomunicación, entendido-malentendido, con el Otro.
Freud, en relación con los órganos del goce, presta más atención a la represión de la sexualidad, dejando en un segundo término todo aquello que tiene que ver con la represión de los significantes.
De hecho, la represión de la sexualidad solo es concebible a partir de la ek-sistencia -faltante- de la cadena del significante, hablada.
La cadena hablada |
Es cierto que el bosque soñado por Dora, con sus árboles guillermeanos y su claros del bosque maríazambranos, puede ser el símbolo (en sentido vulgar) del vello pubiano.
¿Pero decir vello pubiano no es ya separar el significante de la cosa?
Igual que cuando se habla metafóricamente del Monte de Venus para hacer referencia a una parte específica de los genitales externos de la mujer que se cubre de vello después de la pubertad.
Pero el Monte de Venus es también el Monte del amor.
Y ya sabemos que el amor es montaraz, salvaje, con tendencia a perderse por los montes.
Y Venus no es solo una localización anatómica; también hace referencia a Venus, la Diosa del Amor.
El doble o triple sentido, la sobredeterminación, remacha el clavo del significante.
Remachar un clavo no es lo mismo que no pegar ni clavo.
El amor puede ser un clavo más en nuestro ataúd.
Esto es así porque el amor y la muerte hacen nudo.
El amor no correspondido es como un clavo que nos atraviesa el corazón.
Lo que es evidente es que en los parlêtres nos encontramos con una geografía del goce.
Se trata de una geografía lógico-corporal, para nada esférica, con agujeros por todas partes.
La Venus del Espejo de velázquez |
Freud, rápidamente, incluso con excesiva rapidez, en relación con las ninfas del cuadro pictórico, piensa en los labios menores, en la vulva de la anatomía femenina, sexual-simbólica.
Y, efectivamente, una de las acepciones de nymphes es vorhof.
Ninfa o ninfas no solo hacen referencia a la vulva.
La ninfa, de la que esa zona del cuerpo recibe su nombre, es una divinidad menor de la mitología grecolatina que habita en los montes, las fuentes, los bosques o los ríos.
No es lógico que solo por ser una diosa menor dé su nombre a los labios menores.
Si es una diosa de determinados lugares en los que habita, tan lugar es la zona de la vulva como una fuente.
Lo que caracteriza a estos lugares es su condición de recónditos, solitarios, íntimos, recoletos...
Si la ninfa es una diosa del lugar, el lugar que habita, preside y consagra, puede ser perfectamente el patio anterior (vorhof), el vestíbulo, de los genitales externos de la mujer (la zona de la vulva y el Monte de Venus).
Sobre todo, es un lugar de placer (lust).
Uno, para entrar en una mujer (si esto fuese algo más que una forma de hablar), tiene que pasar por el vestíbulo.
Tiene que llamar a la puerta, ser recibido, presentarse; sobre todo, decir su contraseña, o su santo y seña.
Escalar al Monte de Venus, para encontrarse con la diosa, implica un largo itinerario; agotadoras jornadas marcadas por el esfuerzo y el trabajo; el instrumental adecuado para la escalada; noches al raso; atravesar cortados, brechas, desfiladeros, precipicios; riesgo de avalanchas; escuchar el silencio de los espacios infinitos, etc.
El vestíbulo |
El vestíbulo suele ser un lugar de tránsito; el distribuidor de la casa.
Comunica el exterior con los diferentes aposentos de una vivienda.
Para ser recibido en una casa, inevitablemente, hay que pasar por el vestíbulo.
Existe una relación íntima entre el vestíbulo, como lugar de paso, de recepción, y la escalera.
Ahí, en ese lugar tan especial, tan dispuesto para el goce, tiene la ninfa su santuario.
Este lugar, en su variedad -bosquecillo, fuente o manantial-, siempre remite al Lugar.
Ninfa, el nombre de la diosa, tiene aquí una función de epónimo; es el personaje que, por su importancia o valor, da nombre a un determinado lugar (los labios menores).
No hay que olvidar que la ninfa, además de ser una diosa, es una mujer joven.
Hay muchos tipos de ninfas: las dríadas, sílfides, náyades, oréadas, nereidas, etc.
Tradicionalmente, son la representación del sensualismo, del goce.
Lo interesante -por eso interesaban a Dora que estaba interesada por la cuestión del goce femenino- es que son diosas femeninas; hasta es posible considerarlas como diosas feministas.
Sílfides (Ballet de Chopin), 1924; Zinaida Serebriakova |
A pesar de que se las denominaba olímpicas y eran hijas de Zeus, siendo invitadas a las r loseuniones tan sesudas e importantes de los dioses del Olimpo, no habitaban en las cumbres de ese monte sagrado, sino aquí, a pie de tierra, mezcladas con los humanos, con los faunos y sátiros, en lugares tan concretos y reales como una arboleda o un manantial.
A estos lugares reales, no Olímpicos, ni ideales, ni elevados, se les puede calificar como lugares de ex-sistencia.
El Monte de Venus o el vorhof pueden ser perfectamente uno de estos lugares.
Todos estos lugares vestibulares están habitados por las ninfas en sus distintas especies (sus nombres son los epónimos del lugar): las Oréades son las ninfas que protegen las grutas y las montañas; las Náyades son las ninfas que custodiaban los pozos, los manantiales y las fuentes, etc.
Las ninfas son las diosas menores que actúan como protectoras de los lugares recónditos, íntimos, de intercambio.
Una fuente, una gruta, una arboleda... son lugares recoletos (la palabra recoleto procede del latín recollectus, recogido).
La arboleda de las ninfas |
Se puede considerar que un manantial, una cueva, o el claro de un bosque, son lugares bien aptos y dispuestos para un coloquio o un intercambio amoroso.
De hecho, es en estos lugares apartados donde los sátiros buscan el amor de las ninfas.
Aquí, en estos lugares de ex-sistencia, presididos por el culto de una ninfa, nos volvemos a reencontrar, bajo el semblante de lo secreto, lo recóndito, lo clausurado, lo cóncavo (la gruta y el pozo), con la forma de la vasija, del vaso, en cuyo vacío encarnamos la esencia del goce femenino.
Lo más recóndito del goce femenino |
Por este motivo, no es extraño que las ninfas habiten y sean las protectoras de ese lugar tan recóndito y recoleto que es la vulva (envoltura) femenina.
Igual que moran en un pozo, en una caverna, o en una cueva, también lo hacen en el agujero del cunnus, que se continua con el conducto vaginal.
Es evidente que el cunnus, el Monte de Venus, el vorhof, el patio anterior, el vestíbulo, de una casa, o del cuerpo de la mujer, el sitio a través del cual se entra y se sale de un recinto, allí donde habitan las pequeñas, simpáticas y juguetonas ninfas, es un lugar privilegiado de intercambio (al igual que la vasija).
Las ninfas que habitan en el hueco de la vasija |
Esta función de intercambio del cunnus, del vaso femenino, convertido en sagrado por la alegre, retórica y erótica presencia de esas diosas menores que son las ninfas, se le escapa totalmente, en su condición de amo (que reniega de la castración), al pequeño Guillermo, que solo ve en el vorhof un bien, un instrumento para gozar de forma auto-erótica, plena y plana (sin jugársela para nada con el Otro sexo).
Es evidente que en el caso del goce femenino, el vorhof, el vestíbulo, el patio anterior de la mujer, no está ahí para acceder a otro lugar, a otro goce, sino para poder permanecer en él.
Se puede afirmar que el goce femenino está siempre en la antesala, esperando a... nada, sin ninguna perspectiva de entrar en la sala, en una espera que no espera nada, sin esperanza.
El goce de la mujer es un goce de los preliminares, los preámbulos, los entreactos; siempre con un valor introductorio, iniciático, crepuscular, apocalíptico.
Si el goce de las féminas, de las ninfas, no espera nada; si no está a la espera de un sátiro que lo satisfaga con nada; es un goce vacío, o de un vacío, que no puede ser llenado con nada.
Esto no implica que sea inmaterial o que no encuentre ninguna satisfacción.
El problema es que el goce de este goce, el del vaso femenino, es uno por uno, sin antecedentes ni consecuentes; hay que descubrirlo vez por vez, para esa vez, para esa ocasión, para ese caso; de alguna forma, hay que inventarlo, crearlo, ex-nihilo.
No es un goce sin historia (es plenamente histórico); sí sin pasado ni futuro.
Es un goce que solo habita el presente, la presencia, sus contingencias, accidentes, azares, encuentros y desencuentros.
Es un goce que solo se realiza en una promesa de goce.
El goce de la mujer siempre está esperando en la antesala; y lo seguirá estando, per eternum, a pesar de todos los pesares; a pesar de todas las invitaciones a que entre o a que salga; a pesar de todos los premios, apremios, castigos, sanciones, dádivas, promesas, recompensas... con los que se pretende calmarlo, aplacarlo, apaciguarlo, silenciarlo, reduciéndolo a lo conocido, lo compartido, lo habitual, lo acostumbrado (¡el goce fálico!).
El goce femenino, siempre en la antesala. Edward Hopper. |
De hecho, tanto el friedhof, el lugar que comunica este mundo con el más allá, la antesala de la vida eterna, el vestíbulo del cielo; como el bahnhof, la estación del ferrocarril, el patio de vías, el nudo de comunicaciones, son lugares de intercambio.
Al cunnus-vaso, con sus ninfas y todo, que habitan en el vorhof, en la antesala, en el vestíbulo, se lo puede considerar el lugar de intercambio, sexual, erótico, por excelencia.
El bahnhof discursivo |
Guillermo IX de Aquitania, al reificar, cosificar, el cunnus de la mujer, transformándolo en un bien, en un objeto de placer, lo despoja de su dimensión temporal, de su función de intercambio, rebajándolo a un objeto fetiche, al privarlo de su nudo con el goce; en última instancia, aunque resuenen cantos amatorios y exaltaciones poéticas, el vaso cunneano queda reducido a una cloaca (es un lago sin peces, muerto, donde cada uno busca y recibe su mal).
El cunnus es como el agujero de la botella de Klein que, sin atravesar ningún borde, es el vestíbulo que comunica el interior con el exterior (límites espaciales que no existen en estas malditas botellas).
Una ninfa en una botella que no es una botella |
Lo que pretendo resaltar es que la ninfa, en este caso la del topos de la topología, está apostada a la entrada, que es también la salida, de ese agujero Kleiniano.
La ninfa es la diosa menor de la topología; concretamente, de la topología del agujero, del cunnus, del vorhof, del vestíbulo de la botella de Klein, que establece la comunicación entre el deseo del sujeto y el deseo del Otro.
El agujero que comunica el deseo del sujeto con el deseo del Otro |
En esto está Dora, en ese intento de establecer o de restablecer la comunicación con el deseo del Otro (que siempre está comunicando).
Para ello, cuenta fundamentalmente con las ninfas.
Las ninfas son las mediadoras entre la tierra y el cielo; entre la carne y el espíritu.
Ninfas de Nisa Julius Leblanc Stewart |
Esta función de mediadoras de las pequeñas y traviesas ninfas es clara y evidente; aunque su residencia habitual la tienen en la tierra, aunque su lugar propio son los árboles, las montañas, los ríos y las grutas, se desplazan periódicamente al monte Olimpo para reunirse y participar en los cónclaves de los Dioses Olímpicos.
Saben de los asuntos de los humanos, debido a que comparten todas sus cuitas, sus alegrías y sus tristezas.
Son diosas, pero tienen un cuerpo tan bello que hacen perder la cabeza a los sátiros y a los hombres que se extravían en los bosques.
Como embajadoras o emisarias se desplazan de la tierra al cielo, de la gruta al Olimpo, comunicando, mediando, entre lo más alto y lo más bajo, lo más alejado y lo más cercano.
Son hijas de Zeus, y, al mismo tiempo, hijas de tal arroyo, manantial, cueva, o arboleda.
II) Dora y sus ninfas
¿Por qué aparece una ninfa en el sueño de Dora?
La ninfa es una mujer, y, además, un ser divino.
¿No representa la ninfa de su sueño a la Sra. K.?
¿O a la propia Dora?
Las ninfas son petit diosas diferentes de los grandes Dioses (en su excelsitud).
Se suelen considerar espíritus divinos que animan la naturaleza (lo real).
¡Espíritu divino!, ¿no es esta una expresión con la que, de forma totalmente verosímil, Dora podría haber epitetizado a la Sra. K.?: Mi querida amiga, eres un espíritu divino (una expresión de enamorada, tan ardiente como la de cuerpo blanquísimo).
Las ninfas se representan en las obras de arte como hermosas doncellas, desnudas o semidesnudas, que aman, cantan y bailan.
Por lo tanto, estas diosas menores, estas féminas divinas, tienen una relación privilegiada con el goce femenino; con ese goce menor (si lo comparamos al del falo), notodo, que es el femenino.
Es el goce que se encuentra en los manantiales, las fuentes, los riachuelos, las arboledas, las grutas, las cañadas y los arroyos.
Hilas y las ninfas de John William Waterhouse |
Ese goce liquido que goza con todo aquello que corre, se desliza, se esconde, se cubre y se envuelve sobre sí mismo (como el de la vulva, que es el goce de una envoltura).
Homero, a las ninfas (...) las describe con más detalle presidiendo sobre los juegos, acompañando a Artemisa, bailando con ella, tejiendo en sus cuevas prendas púrpuras y vigilando amablemente el destino de los mortales (Wikipedia).
¿Quién es Artemisa? ¿Por qué las ninfas muestran tanta dedicación a esta diosa?:
En la mitología griega, Artemisa o Ártemis (en griego antiguo Ἄρτεμις -nominativo- o Ἀρτέμιδος -genitivo-) fue una de las deidades más veneradas, una de las más antiguas. Es la diosa helena de la caza, los animales salvajes, el terreno virgen, los nacimientos, la virginidad y las doncellas, que traía y aliviaba las enfermedades de las mujeres (Wikipedia)
En la mitología griega, Artemisa o Ártemis (en griego antiguo Ἄρτεμις -nominativo- o Ἀρτέμιδος -genitivo-) fue una de las deidades más veneradas, una de las más antiguas. Es la diosa helena de la caza, los animales salvajes, el terreno virgen, los nacimientos, la virginidad y las doncellas, que traía y aliviaba las enfermedades de las mujeres (Wikipedia)
¿No está Dora, en su sueño, identificada con una ninfa, la de los bosques, llamada Alseides (Ἀλσηΐδες), y, a su vez, por su veneración a la Sra. K., ésta haría semblante de Artemisa, la diosa que aliviaba las enfermedades de las mujeres?
La enfermedad de la mujer, como la del hombre, no es otra que la del deseo; la del ser vivo que padece la castración a causa del lenguaje.
La enfermedad de la mujer, como la del hombre, no es otra que la del deseo; la del ser vivo que padece la castración a causa del lenguaje.
La Sra. K. es adorada porque encarna la respuesta a la pregunta de Dora por el deseo de la mujer; es la mujer que puede curar, que tiene el remedio para sanar la enfermedad causada por el goce femenino.
Las ninfas son unas consortes muy valoradas (son un buen partido):
El matrimonio simbólico de una ninfa y un patriarca, a menudo el epónimo de un pueblo, se repite sin fin en los mitos fundacionales griegos; su unión otorgaba autoridad al rey arcaico y su linaje (Wikipedia).
El matrimonio simbólico de una ninfa y un patriarca, a menudo el epónimo de un pueblo, se repite sin fin en los mitos fundacionales griegos; su unión otorgaba autoridad al rey arcaico y su linaje (Wikipedia).
La ninfa se constituye como el suplemento de goce femenino que la mujer aporta al Patriarca, al Padre primordial, al Rey arcaico y su linaje, al progenitor de los significantes.
Cuando Dora, en su sueño, avanza dificultosamente a través de un bosque espeso, está desdoblada, imaginariamente, entre ella misma, en su condición de mujer deseada, y el otro, el hombre que la busca, que quiere penetrarla, desvirgarla (el amante lejano y el Sr. K.).
También, en su identificación con la ninfa del bosque, es la Alseides que busca a la diosa Artemisa, a la Sra. K., aLa Mujer, a la Madonna Virgen (intacta y Toda).
Las ninfas son unas mujeres divertidas, simpáticas y alegres.
Suelen ir en pandilla, seduciendo a algún hombre que pasa por allí.
Su mayor diversión es jugar a cazador-cazado con los sátiros.
En los mitos griegos suelen actuar como ayudantes de algún otro dios:
A lo largo de los mitos griegos actúan a menudo como ayudantes de otras deidades principales, como el profético Apolo, el juerguista dios del vino Dioniso y dioses rústicos como Pan y Hermes (Wikipedia).
Por lo tanto, allí donde se atisba, aunque sea una puntita, una brizna de goce, acompañada de un gay saber, allí están ellas, siempre bien dispuestas para la fiesta, la juerga y la celebración.
Pan y Siringa. Antonio di Jacopo Negretti (Palma El Joven); 1544-1628
También, en su identificación con la ninfa del bosque, es la Alseides que busca a la diosa Artemisa, a la Sra. K., a
Las ninfas son unas mujeres divertidas, simpáticas y alegres.
Suelen ir en pandilla, seduciendo a algún hombre que pasa por allí.
Su mayor diversión es jugar a cazador-cazado con los sátiros.
En los mitos griegos suelen actuar como ayudantes de algún otro dios:
A lo largo de los mitos griegos actúan a menudo como ayudantes de otras deidades principales, como el profético Apolo, el juerguista dios del vino Dioniso y dioses rústicos como Pan y Hermes (Wikipedia).
Por lo tanto, allí donde se atisba, aunque sea una puntita, una brizna de goce, acompañada de un gay saber, allí están ellas, siempre bien dispuestas para la fiesta, la juerga y la celebración.
Por cierto, Guillermo de Aquitania, no inventa nada nuevo.
Simplemente, tiene una auténtica obsesión por el cunnus de las mujeres, tanto como los sátiros la tienen por las ninfas.
Tanto monta monta tanto Isabel como Fernando.
Esto nos permite afirmar que el Gran-Gran Guillermo habla desde la posición del sátiro que quiere gozar deLa mujer como sea, a costa de lo que sea (ahí se topa con un obstáculo que no es contingente, sino que es un imposible).
Lo que sucede es que las ninfas, así como los cunnus, son personajes muy huidizos, que solo se pueden ver de pascuas a ramos, coincidiendo con un eclipse de sol u otro fenómeno astronómico excepcional, al estar hechas -¡en femenino!- de la sustancia de los sueños, de los deseos, del aire, del agua, de las hojas, del frescor de las grutas, de la profundidad misteriosa del pozo.
Simplemente, tiene una auténtica obsesión por el cunnus de las mujeres, tanto como los sátiros la tienen por las ninfas.
Tanto monta monta tanto Isabel como Fernando.
Esto nos permite afirmar que el Gran-Gran Guillermo habla desde la posición del sátiro que quiere gozar de
Lo que sucede es que las ninfas, así como los cunnus, son personajes muy huidizos, que solo se pueden ver de pascuas a ramos, coincidiendo con un eclipse de sol u otro fenómeno astronómico excepcional, al estar hechas -¡en femenino!- de la sustancia de los sueños, de los deseos, del aire, del agua, de las hojas, del frescor de las grutas, de la profundidad misteriosa del pozo.
El Gran Guillermo, convertido en el pequeño Guillermo, en Guillermo el travieso, al que se le ha atravesado la traviesa de la mujer, por no poder hacer una sátira, por tomarse demasiado en serio o demasiado en broma a la mujer, se convierte en un vulgar sátiro, siempre trotando por los bosques, a la búsqueda y captura de la ninfa perdida; en el fondo, persiguiendo esa nada que es él.
El Gran Guillermo nosecuantos de Aquitania convertido en Guillermo el travieso; el pequeño conquistador |
Dora, bajo el ropaje del cunnus, perdida en ese espeso bosque, se pregunta en su análisis por el goce femenino: ¿Cómo goza una mujer?
O, por la otra pregunta, que es su prima hermana, lo mismo que la verdad es hermana del goce, motivo por el que siempre van cogidas de la mano: ¿Qué desea una mujer?
O, por la otra pregunta, que es su prima hermana, lo mismo que la verdad es hermana del goce, motivo por el que siempre van cogidas de la mano: ¿Qué desea una mujer?
Esto nos indica que en el sueño de Dora, la ninfa, que se esconde en la espesura del bosque (que puede ser cualquier bosque; no hace falta que sea el piloso pubiano), que se camufla entre sus ramas, pertenece, en su condición de fémina, de diosa menor del goce, a la misma serie que la Sra. K, el objeto de deseo de Dora (incluso se puede afirmar que la ninfa es una Sra. K. light, minor, no tan exigente como ideal adorado y amado).
La ninfa, como Dora, es una misteriosa niña que se ha perdido en un misterioso bosque.
El rescatador que la rescate buen rescatador será.
En vez de un caritativo leñador, como en los cuentos, aquí podrá ser un valiente y encantado psicoanalista.
La ninfa, como Dora, es una misteriosa niña que se ha perdido en un misterioso bosque.
El rescatador que la rescate buen rescatador será.
En vez de un caritativo leñador, como en los cuentos, aquí podrá ser un valiente y encantado psicoanalista.
Dora fantasea que el sátiro Mr. K. siempre está rondando alrededor de esa mujer maravillosa y sin igual, ninfomaníaca o desideriomaníaca, que es la Sra. K; que no puede vivir sin ella; que está locamente enamorado de su mujer (aunque trate de disimularlo).
Si el cuadro dentro del cuadro del sueño representa una ninfa en el interior de un espeso bosque, Freud, le debería haber instado a la exploradora y geógrafa Dora a que marcase, con una cruz, en el mapa del goce, el punto donde ella sitúa al sátiro deseante, al incorregible erastés (amante).
Porque en la fantasía de Dora no hay ni puede haber un sátiro-K. que no se pirre por una ninfa-K.
Este señalamiento de Zeus-Freud habría relanzado la pregunta por el deseo del Otro, por la causa, por aquello que circula, portando los emblemas de la pulsión, entre un sátiro y una ninfa.
Si el cuadro dentro del cuadro del sueño representa una ninfa en el interior de un espeso bosque, Freud, le debería haber instado a la exploradora y geógrafa Dora a que marcase, con una cruz, en el mapa del goce, el punto donde ella sitúa al sátiro deseante, al incorregible erastés (amante).
San Lucas pintando a la Virgen y al Niño, de Martín van Heemskerc; el cuadro dentro del cuadro |
Porque en la fantasía de Dora no hay ni puede haber un sátiro-K. que no se pirre por una ninfa-K.
Este señalamiento de Zeus-Freud habría relanzado la pregunta por el deseo del Otro, por la causa, por aquello que circula, portando los emblemas de la pulsión, entre un sátiro y una ninfa.
En esta escena del bosque onírico, por lo menos hay tres: una que se divisa, la ninfa del sueño; dos que no se divisan, pero cuya divisa se intuye: el sátiro K., que ronda por los alrededores, en busca de las ninfas, de un cunnus que llevarse a la boca; y, la diosa Artemisa, Diana la Cazadora (¿la cazadora de hombres?), que no es otra que la Dama (Donna) K.
A Dora lo que le interesa es que el sátiro-K se interese (y, para lograrlo, es muñidora de encuentros) causada y deseadamente, deslenguadamente, por Artemisa-K.
Para Dora, la Dama-K., Diana la Cazadora, tiene el secreto de lo que hace que una mujer sea irresistible para los hombres.
Porque Dora no lo sabe, se lo pregunta a la Sra. K., al suponerla en posesión de ese saber precioso, agalmático.
De ahí el misterio de la transferencia, en su vertiente real, de goce sentido, sinsentido y enigmático.
Dora, como una Celestina, identificada a la juguetona ninfa, va a intervenir en este cuarteto, el que tocan conjunta y desafinadamente los K., su padre y ella, como cebo del deseo del Otro; de alguna manera, camuflada con las hojas del bosque, agarrada de una rama o de una dama, se va a situar entre la Donna K. y el Sátiro K. (que se patea los bosques de arriba abajo), con el objetivo de saber qué es lo que hay entre ellos, qué les encandila, les pone, les excita (la pieza de caza mayor es el deseo del padre).
Para Dora, la Dama-K., Diana la Cazadora, tiene el secreto de lo que hace que una mujer sea irresistible para los hombres.
Porque Dora no lo sabe, se lo pregunta a la Sra. K., al suponerla en posesión de ese saber precioso, agalmático.
De ahí el misterio de la transferencia, en su vertiente real, de goce sentido, sinsentido y enigmático.
Dora, como una Celestina, identificada a la juguetona ninfa, va a intervenir en este cuarteto, el que tocan conjunta y desafinadamente los K., su padre y ella, como cebo del deseo del Otro; de alguna manera, camuflada con las hojas del bosque, agarrada de una rama o de una dama, se va a situar entre la Donna K. y el Sátiro K. (que se patea los bosques de arriba abajo), con el objetivo de saber qué es lo que hay entre ellos, qué les encandila, les pone, les excita (la pieza de caza mayor es el deseo del padre).
Como analista, Freud, más que detenerse en la ninfa, que es como un señuelo, debería haber dirigido sus baterías interpretativas, con el fin de no marrar el tiro, hacia las inmediaciones, los límites, del bosque, allí donde permanecen agazapados, en un recodo gödeliano, Acteón y Diana.
En cambio, Freud, desanda el camino; por medio de la interpretación, desde su deseo de hombre (que no coincide con el de analista), apunta sus significantes hacia lo más interior y desviado de la transferencia imaginaria, en vez de poner su punto de mira en su exterioridad real.
El deseo de Dora es un deseo de deseo; quiere salir de sí misma, de una especie de captura autorreferencial, para poder ventilarse, abriendo sus ventanas, de par en impar, al deseo del Otro.
Freud le señala que la ninfa son las ninfas, los labios menores, la vulva, despojando de su valor de metáfora a ese significante exquisitamente femenino.
El deseo de Dora es un deseo de deseo; quiere salir de sí misma, de una especie de captura autorreferencial, para poder ventilarse, abriendo sus ventanas, de par en impar, al deseo del Otro.
Freud le señala que la ninfa son las ninfas, los labios menores, la vulva, despojando de su valor de metáfora a ese significante exquisitamente femenino.
Si nos referimos a Artemisa o a Diana, hay que hablar del pobre Acteón, devorado por sus propios perros.
Diana, vive en las profundidades del bosque, acompañada de un séquito de ninfas.
Es la diosa de la castidad y de la caza.
Acteón, también cazador, acompañado de su jauría, la sorprende bañándose en el bosque.
Se queda prendado de su belleza y se detiene fascinado, mirándola fijamente.
Como castigo, Diana, lo transforma en un ciervo, por haber sido testigo de su desnudez, profanando sus virginales misterios.
Paisaje con Diana y Acteón; las figuras son de Hendrik de Clerck y el bosque se atribuye a Denis van Alsloot (Museo del Prado; Siglo XVI |
Artemisa o Diana, o las dos, enviaron a los cincuenta sabuesos de Acteón a cazarlo como un vulgar ciervo.
Los perros lo hicieron pedazos y lo devoraron.
Los perros lo hicieron pedazos y lo devoraron.
Por lo tanto, esto de asomarse al goce femenino, a los misterios de la castidad de la mujer, es algo tremendamente arriesgado y peligroso, que suele acabar en un auténtico destrozo (en este sentido, habría que decir que el sexo, más que vida, como dice el anuncio, es muerte).
Además, en estas situaciones críticas, uno se transforma en un animal, en un ciervo, que es perseguido por los perros del goce, por la jauría de la pulsión.
Todo por haber sido testigo del goce de una mujer.
Todo por haber sido testigo del goce de una mujer.
¿Quiénes son los sátiros?
Ya nos hemos encontrado con uno: Guillermo IX de Aquitania, perseguidor de todas las ninfas que pueblan la tierra:
Ya nos hemos encontrado con uno: Guillermo IX de Aquitania, perseguidor de todas las ninfas que pueblan la tierra:
Los sátiros (en griego Σάτυροι, Satyroi) son criaturas masculinas -las sátiras son una invención posterior de los poetas- que en la mitología griega acompañaban a Pan y Dioniso, vagando por bosques y montañas. En la mitología están a menudo relacionados con un desaforado apetito sexual.
Los sátiros, relacionados con las Ménades, forman el <<cortejo dionisíaco>> que acompaña al dios Dioniso.
Se les representa de varias formas; la más común (y básicamente romana) es la de una criatura mitad hombre mitad carnero, con orejas puntiagudas y cuernos en la cabeza, abundante cabellera, una nariz chata, cola de cabra y un priapismo permanente (Wikipedia)
Es evidente que tanto Guillermo de Aquitania como el Sr. K. se caracterizan, en su relación con las mujeres, por ser unos sátiros; no por su forma corporal, sino porque ambos están dotados de un priapismo permanente y voraz.
Necesitan siempre tenerlo a tono y en forma, en posición de combate, que nada les coja desprevenidos.
Necesitan siempre tenerlo a tono y en forma, en posición de combate, que nada les coja desprevenidos.
El Sátiro persiguiendo a la Ninfa |
Guillermo nosecuantos de Aquitania, en su reivindicación apasionada del cunnus o de los cunnus (porque aquí domina el plural), de las ninfas, avisa a cunneantes que no se les ocurra guardárselos en el bolsillo, lo que en el fondo significa afirmar o reafirmar su virilidad, su hombría, su condición de macho, de sátiro, con el príapo a flor de piel, siempre cargado y preparado para disparar.
Más o menos, dicho de forma soez, lo que este buen hombre, pleno de hombría y de machodumbre, quiere proclamar a los cuatro vientos, con la excusa de los cunnus, de su acaparamiento tacaño, es que la tiene muy grande (lo que le llevará a cualquier mujer a confirmar que la tiene chiquita; que se sostiene a duras penas; a trancas y barrancas; que es más bien alguien con tendencia a la impotencia); dime de lo que presumes y te diré de lo que careces.
Lo que uno tiene o no tiene, si está seguro de ello, confiado, no tiene por qué mostrarlo a diestra y siniestra; lo tiene y ya está; cuando necesita ponerlo en modo uso y disfrute lo pone y ya está; sin grandes alharacas, exclamaciones y reivindicaciones cunneanas.