El significante y lo real (II)
Para abordar la pregunta por el significante se puede tomar como una metáfora -que no es una metáfora- la interpretación musical (en sentido amplio); tanto en la dimensión de su lectura, de su ejecución, como de su escucha. ¿Cómo se lee una partitura musical?
Toda escritura musical, partiturológica, debe ser leída, interpretada, en la horizontal y en la vertical de cada una de sus notas o letras musicales; en sus relaciones de contigüidad (sintagmáticas) y de simultaneidad (asociativas); en su diacronía y en su sincronía.
Por este motivo, toda composición musical es polifónica; como lo es la partitura-texto del sueño, inspirada y ejecutada, en su sobredeterminación, bajo los efectos significantes de la condensación (metáfora) y del desplazamiento (metonimia).
¿Alguien podrá prescindir del goce musical en su ascendencia y descendencia?
La música es un tejido machihembrado, entramado, trenzado, cosido y punteado, o contrapunteado, por las notas musicales que conforman un tapiz sonoro, un paisaje musical. Al igual que un texto significante, la escritura musical tiene sus puntos de capitonado, nudos, cortes, escansiones y silencios.
Cada signo gráfico musical se asocia in presentia con las notas que lo circundan, que vibran en su cercanía; in absentia con las que evoca, que resuenan en la lejanía.
Para abordar la pregunta por el significante se puede tomar como una metáfora -que no es una metáfora- la interpretación musical (en sentido amplio); tanto en la dimensión de su lectura, de su ejecución, como de su escucha. ¿Cómo se lee una partitura musical?
Toda escritura musical, partiturológica, debe ser leída, interpretada, en la horizontal y en la vertical de cada una de sus notas o letras musicales; en sus relaciones de contigüidad (sintagmáticas) y de simultaneidad (asociativas); en su diacronía y en su sincronía.
Por este motivo, toda composición musical es polifónica; como lo es la partitura-texto del sueño, inspirada y ejecutada, en su sobredeterminación, bajo los efectos significantes de la condensación (metáfora) y del desplazamiento (metonimia).
¿Alguien podrá prescindir del goce musical en su ascendencia y descendencia?
La música es un tejido machihembrado, entramado, trenzado, cosido y punteado, o contrapunteado, por las notas musicales que conforman un tapiz sonoro, un paisaje musical. Al igual que un texto significante, la escritura musical tiene sus puntos de capitonado, nudos, cortes, escansiones y silencios.
Cada signo gráfico musical se asocia in presentia con las notas que lo circundan, que vibran en su cercanía; in absentia con las que evoca, que resuenan en la lejanía.
La música es un sistema semiológico en el que se ha insuflado el alma, la cuerda, el aliento de un ritmo, de un tempo, de una melodía, de una armonía.
¿Por qué se dice que la música amansa a las fieras? Algo poderosamente pulsional tiembla entre las líneas de la partitura.
La música es un discurso no hablado: espiral de canto y fuego que hace girar, alrededor de un centro éxtimo, lugares sonoros, letras musicales silentes.
En esa espiral que nos arrastra adquirimos el ser fluido, inconsistente, ingrávido, alegre y juguetón de la música; existimos como puro ritmo; no somos más que armonía sonora; nos encontramos más acá del patetismo de la falta-en-ser; somos dicha que entra por los oídos; gozamos como oído.
La música, en su consistencia líquida, es ser en el tiempo, creación y misterio, corriente y remanso, torbellino musical.
¿Cómo se lee una partitura musical? ¿Qué es un significante musical? ¿Qué es lo que le otorga su identidad de signo-nota-cifra musical?
En primer lugar, es una onda sonora que penetra en el cuerpo por el oído: agujero pulsional; borde erógeno.
Cada nota musical corresponde a un sonido (definido por una cualidad sonora).
El conjunto de las notas musicales, que se escriben sobre un pentagrama, se conforma como un vocabulario, un alfabeto musical. De hecho, existen diferentes lenguajes musicales, en relación con distintas escalas: diatónica, pentatónica, jónica, corintia, etc.
Cada nota musical corresponde a un sonido (definido por una cualidad sonora).
El conjunto de las notas musicales, que se escriben sobre un pentagrama, se conforma como un vocabulario, un alfabeto musical. De hecho, existen diferentes lenguajes musicales, en relación con distintas escalas: diatónica, pentatónica, jónica, corintia, etc.
El sonido, desde sus propiedades físicas, en bruto, no puede constituir la unidad material del lenguaje, hablado o musical.
El sonido en sí mismo es algo amorfo, no delimitado, privado del corte que divide una cadena musical o hablada en elementos discretos, en unidades significantes, separadas por espacios vacíos (por silencios).
Toda cadena, por definición, por estar concatenada, eslabonada, es discontinua, está fragmentada.
Los términos significantes de la cadena parloteada o cantada sólo se pueden tomar uno por uno; uno a continuación del otro, en su diacronía, en sus relaciones de contigüidad y de sucesión.
No hay constitución de una cadena sin cortes, escansiones; sin que intervenga la función de la barra (que establece una distancia, una separación entre el orden del significante y el significado).
Los silencios, los vacíos de la cadena, sus soluciones de continuidad, llaman, convocan al sujeto a inscribirse entre sus significantes,
Los significantes de la lengua, las notas de la música, son pura diferencia. Lo que son lo son gracias a los otros... a los otros significantes... a las otras notas musicales.
Saussure plantea que la materialidad del significante no es la del sonido, sino la de la diferencia sonora, la de la imagen acústica; que no es algo, tampoco nada, solo un valor: su relación de opositividad con los otros valores de la lengua.
El significante no es una entidad que se pueda circunscribir con un círculo, sino un campo vectorial de fuerzas, un conjunto de flechas que se cruzan, que se intersectan.
En este campo vectorial de fuerzas es donde hay que localizar el nudo, el nodo del goce; el hueso más duro de roer, el del ser. Un auxiliar inestimable en esta localización (de locus: lugar) es el objeto @: la causa del deseo.
En la melodía de las esferas, en su resonancia numérica, lo que hace de semblante de @, en función de agente del discurso musical, es la batuta volante del director de orquesta.
Objeto material que puntúa, que puntea, que crea pausas, silencios, que traza en el aire signos evanescentes, figuras geométricas etéreas, adviniendo así al lugar del sujeto-supuesto-saber de la música.
Prolongación alada del cuerpo que dibuja en el aire el flujo, el tempo, el ritmo de la melodía, su espíritu acuoso, su polifonía ondulatoria .
Retornemos a la pregunta que nos guía: ¿Qué es un significante? ¿Cómo se aborda un significante en el texto-partitura del sujeto?
La cuestión del saber-no-sabido de los significantes, inconsciente, es decisiva para un abordaje correcto del goce.
Primera aproximación: un significante no se puede significar a sí mismo.
El significante está más cerca del desamparo de Penia, de su falta de recursos, que del saber de Poros. Por eso, la barra del significante que tacha, divide al sujeto de la palabra.
Hablar es aceptar la castración, lo inaceptable.
Lacan postula que el significante, en la partitura-texto, hay que leerlo en el cruce entre la dimensión horizontal -diacrónica-, y la dimensión vertical, sincrónica.
Las relaciones de ritmo, armonía, melodía, etc. se sostienen en las leyes del significante. Leyes que se estructuran a partir del corte, constituido en acontecimiento topológico, entre las dos líneas temporales de la estructura (de sucesión y de simultaneidad).
Las relaciones de ritmo, armonía, melodía, etc. se sostienen en las leyes del significante. Leyes que se estructuran a partir del corte, constituido en acontecimiento topológico, entre las dos líneas temporales de la estructura (de sucesión y de simultaneidad).
Si el significante nace donde se cruzan, donde se cortan dos coordenadas, horizontal y vertical, tendrá el estatuto de un punto geométrico.
El significante es el punto cero, el origen de un sistema de coordenadas simbólicas.
El significante es el punto cero, el origen de un sistema de coordenadas simbólicas.
El significante es el efecto de un corte producido en el encuentro del sujeto con lo disímil, lo impar, lo extrañamente-familiar (unheimlich), lo traumático.
En ese encuentro se inter-sectan, de forma mancomunada, amorosa, acusando cada uno recibo, la palabra con el cuerpo, el significante con el goce, lo simbólico con lo real.
El corte significante sobre el cuerpo topológico da lugar al sujeto de la palabra (el sujeto tachado) más un resto irreductible (el objeto @).
El significante que nos interesa es un punto un tanto singular: punto-cero; punto-agujero o punto-falo (en el corte del cross-cap),
El punto-falo es el significante que permite situar y situarse ante el deseo del Otro. Es la proporción áurea, el número de oro: la media y extraña razón del deseo.
El número de oro es equivalente, en su función de @, al número cero de la serie de los números naturales.
En ese encuentro se inter-sectan, de forma mancomunada, amorosa, acusando cada uno recibo, la palabra con el cuerpo, el significante con el goce, lo simbólico con lo real.
El corte significante sobre el cuerpo topológico da lugar al sujeto de la palabra (el sujeto tachado) más un resto irreductible (el objeto @).
El significante que nos interesa es un punto un tanto singular: punto-cero; punto-agujero o punto-falo (en el corte del cross-cap),
El punto-falo es el significante que permite situar y situarse ante el deseo del Otro. Es la proporción áurea, el número de oro: la media y extraña razón del deseo.
El número de oro es equivalente, en su función de @, al número cero de la serie de los números naturales.
El punto-significante se inscribe, en el lugar del Otro, en el espacio entre dos coordenadas x e y, S1-S2 .
Para ex-sistir, el significante del lugar o el lugar del significante, deberá ser nombrado, numerado.
Al remitir a un lugar vacío, a la ausencia de un referente, es legítima la identificación del punto-significante con el número cero.
Cualquier significante, en su dichomensión de punto, de puro lugar o mansión topológica, es reductible al cero.
Un significante es definido a mínimo por los valores numéricos de dos variables: F (x,y). La serie convergente de sus cifras intenta aproximarse, en una paradoja infinita, aquílea, a la inasible tortuga del goce.
El significante es el efecto de un acto de lectura, de desciframiento, que lo revela como el punto de corte entre la horizontal de la diacronía y la vertical de la sincronía.
El significante se constituye como significante en el tiempo de su interpretación.
El deseo es la interpretación del deseo.
El significante para nacer como significante necesita de la escucha del Otro, el partero de la palabra.
No hay el más mínimo acceso del sujeto al discurso sin la intervención decisiva, trascendental, desde un lugar tercero, de un Otro-oyente (como lo denomina Freud en el witz).
La presencia del Otro -todo oídos-, vacío creado por un artífice, pura caja de resonancia en la que reverbera el mensaje que el sujeto recibe de forma invertida, es el punto límite en que se detiene la lingüística.
El significante solo consiste, insiste y ex-siste, en su audición, interpretación, autentificación y reconocimiento por parte del Otro.
El Otro, del que hace semblante el analista, si ha sembrado en suelo fértil, sorteando el terreno pedregoso y árido del desconocimiento, cosechará a su debido tiempo los frutos sin par de la metáfora y la metonimia, alimento espiritual para poder recorrer el camino de la bedeutung del deseo.
Si no hay presencia simbólico-real de un Otro, con sus significantes-amo (S1), que anudan el goce, no hay constitución del sujeto hablante.
Esto tiene consecuencias decisivas en el modo de estructuración humano del significante:
- El ser del significante no se localiza en sí mismo.
- El ser parlante, en su determinación significante, está dividido por la barra del signo lingüístico, de la castración (la spaltüng del sujeto).
- El significante no se puede significar a sí mismo (modo radical de lo imposible).
- No hay causa sui del significante; su causa, al estar en el Otro, es al mismo tiempo lo más íntimo y lo más ajeno de un sujeto.
Este llamamiento profundamente ético, consuetudinario, a la ética del significante, está presente en Saussure. En el pórtico de entrada a su Curso de lingüística general se afirma que el lenguaje es esencialmente un fenómeno social. La conciencia de la lengua no se localiza en el individuo sino en el conjunto de los hablantes; en terminología lacaniana, en el lugar del Otro.
Saussure hace una indicación metodológica, de buena y sana propedéutica lingüística. Para saber lo que es un significante, que, por su pertenencia de iure y de facto a un sistema, nunca está aislado, no hay que fijarse en el propio significante ni en su significado, ni en la relación entre ese significante y el significado, sino en los significantes vecinos, aquellos que habitan en sus inmediaciones, que conforman su entorno.
Por decirlo así, hay que darse una vuelta por el vecindario; hablar con sus compadres; entrar en los bares que frecuenta; preguntar al portero.
Yo soy yo y mis vecinos. Expresado mejor, Yo soy mis vecinos=Yo soy el Otro.
Para saber lo que es el Uno hay que preguntarle al Otro. Hay que pedirle referencias.
Dime con quién andas y te diré quién eres.
El que a buen árbol se arrima buena sombra le cobija.
Tan es así, que cuando un significante vecino se muda de lugar, hace las maletas, se traslada a otra corrala, el resto de los significantes, aunque no se hayan mudado, cambiado de lugar, también se mudan de lugar. Es el milagro de las estructuras conjuntas, sincrónicas, que se sostienen en la reciprocidad de sus elementos; dicho en términos psicoanalíticos, en su relación de transferencia.
S1 y S2 son vecinos, compadres. Se sostienen mutuamente en su condición. S1 es lo que no es S2 (mas un más fantasmático: el sujeto tachado en su losange con el @). Lo que los une es lo que los diferencia; forma sublime de la paradoja. Por una y otra razón, el sujeto hablante, tachado, es lo que representa un significante para otro significante.
En una partida en la que todos estamos embarcados, que se juega en la mesa de billar del significante, en la que la apuesta es siempre nada contra infinito, hay una bola, negra o blanca, que choca azarosamente con las otras, de carambola en carambola, hasta su caída en el agujero. Esa bola que golpea con extrema habilidad el taco es el objeto @: la causa material del deseo.
La condición del sujeto se teje en el espacio-entre de la pura diferencia (que vincula diferencias; no cosas distintas).
En la relación de vecindad S1-S2, entre buenos y solidarios vecinos, puerta con puerta, nace un sujeto que no es más que el efecto de vecindad que los separa y vincula (por sus diferencias irreductibles).
Se puede identificar al sujeto hablante, abolido entre los significantes, con los huecos de la cadena, con sus soluciones de continuidad.
Los huecos tienen el estatuto del acontecimiento. En ellos se manifiesta no solo lo que está entre los significantes, sino lo que no es significante: el objeto, el plus-de-gozar.
Por este motivo, Saussure, plantea que en el sistema de la lengua todo se reduce a diferencias. Pone el ejemplo del juego del ajedrez en el que la estrategia, cada una de las jugadas, se sustenta únicamente en las posiciones respectivas de las piezas.
El desenlace de la partida es una cuestión de valores. El valor de una pieza depende del valor del resto de las piezas con las que se sostiene en una relación de simultaneidad, de sincronía.
La inevitable inmersión del sujeto en el medio vital del lenguaje, que conlleva su tachadura por el significante, comporta consecuencias decisivas de carácter ético con respecto a su modo de acceso al deseo,
Si el significante no se puede significar a sí mismo, el deseo correrá su misma suerte.
El deseo siempre deberá ser apalabrado. No basta con desear hay que dar pruebas fe-hacientes, bien documentadas, testificadas, rubricadas, contabilizadas por partida doble, de que se tiene un deseo.
La prueba de que se desea deberá ser declarada, declamada, cantada, vociferada, ante el tribunal del Otro.
Hay que apelar a la audiencia del Otro, recurrir a él, en primera y última instancia, simplemente para poder desear.
El deseo, esencialmente no articulable, deberá ser dicho, articulado en significantes -¡interpretado!-, para que sea viable, sostenible, vivible.
El acto de atravesamiento del desfiladero del significante implica una pérdida de la inmediatez de la necesidad, a la que llamamos castración.
La esencia de la castración son los efectos incalculables del decir-del-deseo. Es un recitación, una oración, un canto, un himno, una epopeya... de los significantes.
El amor es un guijarro que ríe al sol.
Para poder decir sí al propio e impropio deseo, en su distancia insalvable, hiante, con respecto a nosotros mismos, en su condición ex-céntrica, no hay más remedio que recorrer toda la orografía del Otro (en una visita guiada); atravesar los desfiladeros del significante (con un montañero experto); ir hacia donde Eso era (Wo es war... con un psicoanalista); porque, amigos y amigas, el deseo es el deseo del Otro (en tercera persona).
Si el significante sólo se constituye desde su lectura -en la horizontal y la vertical de su punto de impacto en el cuerpo-, esto implica que posee o des-posee un estatuto de letra, de marca, de trazo que se escribe sobre la superficie de los tegumentos (La instancia de la letra...).
1 \ \ 1
El sujeto tachado, el sujeto hablante, tampoco está solo; también tiene su vecino en sus inmediaciones. No se trata de alguien que es sujeto como él, sino objeto, el @.
El objeto es una letra; la primera letra del alfabeto. En su deser de letra es real; signo del goce.
El fantasma expresa esta relación de corte entre el sujeto hablante y el objeto @, como soporte del deseo.
A continuación, trabajaremos el estatuto del significante como marca en el cuerpo de lo real del goce.
El sujeto tachado, el sujeto hablante, tampoco está solo; también tiene su vecino en sus inmediaciones. No se trata de alguien que es sujeto como él, sino objeto, el @.
El objeto es una letra; la primera letra del alfabeto. En su deser de letra es real; signo del goce.
El fantasma expresa esta relación de corte entre el sujeto hablante y el objeto @, como soporte del deseo.
A continuación, trabajaremos el estatuto del significante como marca en el cuerpo de lo real del goce.