I) El deseo de Dora es la interpretación de su deseo
Freud, en la interpretación del segundo sueño de Dora, boscoso e impenetrable, no se detiene en el sinsentido de esta presencia de la ninfa, de la mujer y su goce, en medio de este bosque de espesos deseos y de relaciones cruzadas.
El bosque de sus sueños, Dora, lo relaciona con el bosque del lago donde veraneaban los venerados y queridos Sr. y Sra. K.
La escena del lago con el Sr. K. se conforma como el desencadenante de la crisis; el punto de origen de su descompensación; de sus ideas persecutorias con respecto al padre y al Sr. K.; de su ruptura total con la Sra. K. (Para Freud, a la espera de Lacan, el efecto tan traumático que tiene para Dora la escena del lago es un enigma.)
Freud se interroga, y la interroga, reiterada e insistentemente, a Dora sobre esta escena, de forma minuciosa, casi detectivesca, bajo la hipótesis de que si logra aclarar los enigmas a ella anudados se podrían solucionar los síntomas y padecimientos actuales de su paciente.
Es a partir de la escena del lago, del encuentro infausto con el Sr. K., después de su fallida y torpe declaración de amor, con la que intenta llevarse al huerto a Dora, recibiendo como premio por su sacrílego trato hacia la adorada y admirada Sra. K. -la Artemisa de Dora- el tortazo bien merecido y bien sonoro (todavía se recuerda en el lugar), que, en ese momento, se desencadena la crisis que la lleva al análisis.
La hipótesis que sostiene (y sostiene a...) Freud en la cura, derivada de su contra-transferencia, es que Dora está perdidamente enamorada del Sr. K, y, a la vez, que se resiste a reconocerlo, porque su deseo sexual, que ella misma ignora, está reprimido, sofocado.
El caso es que Freud cree saber, sin saberlo a ciencia cierta, que se trata de eso y no de otra cosa, de la verdrangung del amor de Dora hacia el Sr. K. (con el que Freud se identifica imaginariamente).
Freud, desde sus prejuicios como hombre, que cree saber lo que le falta a una mujer, va a empezar a insuflar sentido a todos los comportamientos de Dora.
El omnipresente Sr. K. se hará presente, gracias a Freud, en cada recodo del camino de Dora.
En el horizonte de la cura de Dora se proyecta su interrogación por el deseo: ¿Qué es lo que le falta a una mujer para poder desear y ser deseada?
La misma pregunta que se hace la mujer por lo que le falta a una mujer le lleva al hombre (como no podía ser de otra forma) a la lógica fálica: a una mujer le falta un falo y/o un hijo; y a la mujer la conduce más allá del falo, de la lógica de la castración, hacia el notodo, al enigma del goce femenino.
Según Freud que, instalado en la lógica fálica, no alberga ninguna duda sobre esta cuestión, Dora no quiere saber nada, en el sentido de la represión, sobre aquello que más desea: recibir un regalo del Sr. K., el don del falo, para poder guardarlo, como un bien precioso, una alhaja, en su joyero, en su cofrecito, en la cajita-genital.
Mientras Dora más se resiste, más se rebela, frente a los requerimientos fálico-sexuales de este buen señor, esto confirma, para Freud, con más fuerza si cabe, que eso a lo que dice no en su vida es, en su inconsciente, a lo que dice sí (denegación o asentimiento negado).
Pura lógica fálica: sustituir un no por un sí; un significante por otro significante.
Freud se convierte en el adalid del sí al Sr. K., sin caer en la cuenta que este varón, antes que su objeto sexual, es el objeto de identificación, en el que Dora se sostiene imaginariamente para poder abordar, desde el moi-masculino, a su verdadero objeto de deseo: la Sra. K.
Dicho en lenguaje llano: Dora, lo que más ansía -Freud dixit-, es un buen polvo del Sr. K.; o, su equivalente fálico, un hijo (el fantasma de embarazo).
Lo que pasa es que como Dora es una gran neurótica, una de esas histéricas que no hay dios (¡ni médico!) que las entienda, porque son el espíritu de la contradicción, pitiáticas por antonomasia, eso que no quiere -el falo-, el objeto del asco (sobre todo si está erecto), es, al mismo tiempo, lo que secretamente más ansía (¿no será como puro significante sinsentido?).
Dora es la ninfa extraviada en medio del bosque de los deseos.
La Sra. K., Artemisa-Diana, escondida con las ninfas en la profundidad de los bosques, es el misterio del goce femenino (por eso Dora la sitúa en un altar).
Dora, la petit ninfa del lago, se identifica con los emblemas viriles, fálicos, con el príapo enhiesto del sátiro-Sr. K.
Incluso se puede ir más allá y preguntarse por la dinámica que se pone en juego en esta barraca lorquiana en la que actúan, en papeles estelares, Dora y su padre, el Sr. y la Sra. K.
¿Cuál es el libreto, el mito social de la neurosis, el argumento inconsciente, que estructura la trama vincular entre estos cuatro personajes?
Hay que decirlo categóricamente, el argumento con que se teje este artificio cuaternario, que marca el ritmo con el que bailan su vals vienés, es monográfico, siendo su principal y único tema el monotemático deseo, en el punto de máxima ajenidad, extranjeridad, extrañamiento.
Todo el montaje doreano, su puesta en escena, su tramoya, trata de sostener el lugar del deseo del prójimo (cuyo rasgo principal es su condición odd, impar, singular, extraña).
Si con algo se puede formalizar el deseo del prójimo, que ha irrumpido en esa escena del mundo caracterizada por la inmixión, la injerencia, de los sujetos, es con una x, con una incógnita.
Entre Dora, su padre, el Sr. y la Sra. K., circula la x del deseo del prójimo (lo éxtimo).
El deseo del prójimo y el deseo del Otro comparten un mismo borde.
En el cuarteto doreano, la Sra. K. hace semblante del deseo del Otro.
Por eso, gracias a su casamiento con el deseo, la podemos llamar Mademoiselle K. del deseo del Otro; o Señora del deseo del Otro.
Si Dora supone que su padre está prendado por Miss K., esto, desde el psicoanálisis, se puede traducir como que está causado en su deseo por el deseo del Otro.
Si, paradójicamente, el deseo del Otro (A) es una nada, se puede afirmar que el padre y el Sr. K. están causados en su deseo por nada más y por nada menos que por una nada, situada al lado, en las inmediaciones, de la Sra. K., en un pliegue de su talle (Tu nombre me lleva atado / En un pliegue de tu talle / Y en el bies de tu enagua. "Tu nombre me sabe a hierba"; J. M. Serrat).
Por lo cual, siguiendo esta lógica, a la Sra. K. la podemos rebautizar con su nombre de casada: Mademoiselle K. de la Nada.
El deseo del Otro y la nada forman una pareja interesante.
¿No se pone en juego, en relación con esa pareja, no muy bien avenida, y con la molesta presencia de ese tercero en discordia -el objeto @-, que nos hace un nudo en la garganta, la inexistencia, la no-proporción (rapport), de la relación sexual?
Dora supone que, gracias a la gracias de la Sra. K., a su condición de graciosa Madonna, entre su padre y esta buena señora hay relación sexual.
Lo que vale para el padre vale para su maridito; hasta que éste saca los pies del tiesto, sale por peteneras, afirmando, sin pizca de delicadeza para ese objeto adorado por Dora que: Usted ya sabe que al lado (junto a = an) de mi mujer no hay nada.
,
El Sr. K. se cisca en la nada que está más allá de la falta de la Donna K.
Esto implica querer zambullirse en el lago y darse un auténtico planchazo.
La traducción correcta del alemán de la frase del Sr. K. no es Mi mujer no es nada para mí, sino No hay nada junto (an) a mi mujer.
A Dora lo que le interesa verdaderamente es la relación que no hay, que falla, que fracasa, entre su objeto de identificación (el Sr. K.) y su objeto de deseo (la Sra. K.); o esa otra relación en la que el padre-maitre (vermogen) se queda sin ningún recurso ante la Sra. K., es decir ante la x del goce femenino, notodo.
Concretamente, lo que causa el deseo de saber en Dora es lo que se atraviesa, hace sínthoma, en una relación nexual.
Lo que hace sínthoma en un rapport-sexuel, lo que se atraviesa, la china en el zapato, lo imposible de soportar, es lo real del goce, ese @ inconmensurable e irracional que siempre deja un resto en la litter (o letter).
II) El objeto @, el in-aplicado a-plique
Entre el cuerpo del Sujeto (S) y el cuerpo del Otro (A) está el objeto @.
El objeto @, causa del deseo y plus de gozar, ocupa un lugar entre-corpus.
Entre el pecho de la madre (A) y la boca del infans (S) está el @, el objeto oral, el pezón.
El pecho + pezón ocupa un lugar inter-corpus.
En la fórmula del fantasma, el losange (◊), el rombo, hace función de articulador lógico (conjunción-disyunción; mayor-menor), estableciendo un corte inter-impares: el sujeto (S) y el objeto @: $ ◊ a
El pecho ocupa una posición entre al situarse como un aplique, sobre-puesto, adosado, a la superficie del cuerpo de la madre (igual que el pezón se sobrepone al pecho materno).
Tomaremos como modelo de aplique un humilde y sencillo enchufe.
Todos los objetos @, cada uno a su manera, ya sea como demanda o como deseo, permiten al sujeto enchufarse al Otro.
Un enchufe (el objeto a) forma parte de un circuito (significante) por el que circula la energía eléctrica (el goce).
El Sujeto y el Otro ocupan los dos extremos de este circuito.
Un enchufe es un objeto interesante tanto por su posición como por su función.
Por su posición, es un aplique, en el sentido de que está adosado, superpuesto, a un cuerpo (una pared vertical).
Por su función, es un dispositivo que permite entrar/salir, abrir/cerrar, conectarse/desconectarse, adosarse/separarse, de un determinado circuito (el A como lugar del significante).
El pezón, en su anatomía, con la areola mamaria, tiene la forma de un corte.
El corte del significante permite en el nivel del fantasma que el pezón (@) se separe, caiga, del cuerpo.
Un objeto que se separa de un cuerpo, que se corta, que se desprende (se des-enchufa), tiene la posibilidad de volver a unirse, anudarse, adosarse, re-vincularse (en-chufarse o en-gancharse).
Es el caso del @ (pezón, escíbalo, mirada, voz) en tanto objeto cortado del cuerpo por la incidencia mortificante y gozante del significante.
No se puede concebir una operación de corte significante sobre el cuerpo sin pensar en un agujero con su borde erógeno (boca, ano, borde palpebral, orificio del oído).
Topológicamente, el objeto @ se localiza en el interior-exterior del agujero erógeno del cuerpo, caído, desprendido, como resto de la operación de subjetivación, de inscripción del sujeto en el lugar del Otro.
En el fantasma oral, la posición de aplique del pezón (objeto a) sobre el cuerpo de la madre, su función de conector lógico (enchufe), de vel (◊), de corte del deseo, entre el sujeto y el Otro, posibilita, por una parte, que la madre pueda perder el pecho, y, por la otra, que el infans sea capaz de a-propiárselo.
El pecho + pezón, en su estatuto de objeto @, de objeto nexual, al estar adosado, aplicado, al cuerpo de la madre, se sitúa en una posición entre con respecto al infans.
La dimensión de goce del pezón se anuda a su función de articulador lógico inter-corpus.
Todos los objetos @ comparten esta función de articular en el orden de la demanda y/o del deseo al Sujeto con el Otro.
Pulsión oral: Demanda al Otro (... del pezón).
Pulsión anal: Demanda del Otro (... del escíbalo).
Pulsión escópica: Deseo al Otro (... de su mirada).
Pulsión vocativa: Deseo del Otro (... de su palabra).
Todos los objetos @ tienen la forma del corte, de la hendidura (por ejemplo, el objeto mirada en su íntima relación con la hendidura palpebral).
La caída del objeto @, por efecto del corte significante, se asocia simultáneamente a una pérdida y a una recuperación de goce ( el objeto perdido y el plus de gozar).
El plus de gozar es deudor de la relación del objeto @ con un borde erógeno, que rodea un agujero pulsional.
El pezón es el objeto @ oral.
Del borde de los labios o de la empalizada de los dientes, que circunscriben el orificio bucal, procede la demanda al Otro (también el grito, el llamado).
El objeto @, producto de un corte significante, que cae del cuerpo como resto de la operación de subjetivación, dejando como cicatriz indeleble un agujero pulsional, una hendidura (spaltüng) irreparable, adquiere topológicamente la forma de una sección (la libra de carne rebanada del cuerpo).
Su posición de aplique entre-dos-cuerpos, su función de enchufe (con sus agujeritos de entrada y de salida), le permite conectarse con el goce del Otro.
El objeto @, en su función de aplique, lo más normal es que sea difícil de aplicar; incluso, no hay nada de sorprendente en que se convierta en un adminiculo, en un artefacto, inaplicable, al que no se sabe qué aplicación darle.
El aplicador que lo aplique buen aplicador será.
Este es el motivo de que el destino de esta letrita imposible sea el de quedar en desuso, abandonada en una esquina, como un objeto inútil, al no saber qué aplicación darle; algo más bien impresentable, por sucio, gastado, polvoriento...
El goce, como el objeto @, es un aplique corporal, absolutamente inaplicable.
Lo podemos denominar en el colmo de la paradoja el aplique inaplicable.
El aplicador que lo aplique buen aplicador será.
Además, el @-gozoso, el buscador-de-goce, es un alumno de lo menos aplicado, incapaz de aplicarse a lo que se debe aplicar.
¿A qué se debe aplicar? Nadie lo sabe (está en estudio); hasta nueva orden.
No existe ningún manual de instrucciones que nos enseñe cómo debe aplicarse, por lo cual resta sin aplicación.
Por eso, en asuntos de goce no hay más remedio que encomendarse (aplicarse) a dios o al diablo.
En cuestiones de saber sobre lo real del goce estamos siempre a la cuarta pregunta (La cuarta pregunta en un interrogatorio judicial era sobre los bienes; el acusado, al insistir el juez sobre su condición de pudiente o de pobre, acababa afirmando que estaba a la cuarta pregunta.)
Si le decimos al aplique que sea aplicado, como es su obligación, se ríe en nuestra cara y se tumba a la bartola, porque le da la real gana.
Como alumno, ya lo hemos dicho, es de lo menos aplicado, tremendamente díscolo, ineducable, no domesticable.
El aplique-goce, a pesar de su posición y de su función, nunca aprende nada de nada.
Es una pizarra mágica sin ninguna memoria.
Por eso siempre vuelve a tropezar, sin remisión, en la misma piedra.
No hay experiencia, aprendizaje, saber, aplicación, cautela, prevención, con respecto a lo real del goce.
En los temas del goce, al ser del negociado de lo real, que es totalmente atópico y atípico, los no incautos yerran.
Los no incautos son los amos y los astutos.
Los que se guardan una carta en la bocamanga.
También los canallas y los traidores.
Los tibios del Evangelio, esos que vomitará mi boca.
Los incautos, los que son unos auténticos inconscientes, inocentes kierkegaardianos, no yerran, aciertan con lo real.
Paradójicamente, aciertan cuando yerran, tienen éxito cuando fracasan, encuentran el camino cuando se extravían, hallan la palabra justa cuando tropiezan.
Por eso dice Freud que educar es una de las tres profesiones imposibles.
El psicoanálisis o es incauto del inconsciente, de lo real, o nunca acertará con el goce.
En ella, en la educatio, tenemos que bregar con los discentes más inaplicados del mundo.
Pero bueno, no todo es negativo. Hemos dicho que el @ es un aplique, por consiguiente podemos des-considerarlo como si se tratase de un vulgar enchufe, de tal forma que se le pueda enchufar, aplicar, algo.
¿Qué? Nadie lo sabe.
Entonces, como último recurso, dado que no contamos con ningún saber previo, grantizado, cauto, se puede intentar la jugada metiendo los dedos en los agujeritos.
En el psicoanálisis, a este acto arriesgado se le suele denominar acto.
Como precaución, para amortiguar la descarga, se suele hacer en transferencia.
Aquí el amor no sirve porque es un conductor muy potente, altamente inflamable.
Se suele utilizar un material aislante, ignífugo, dotado de un alto grado de resistencia.
Estas características, como es evidente, no son las del yo, que es un ente de la imaginación, comunicante, de un gran poder de ignición (¡y de engaño!), muy endeble (el yo débil = yo).
Si el moi es un apagafuegos. el cortafuegos solo puede ser el sujeto, en su división por el significante (S), que nos preserva de quedar electrocutados por lo real.
El sujeto, en relación con el ph de lo real, tremendamente básico y ácido, tiene funciones de buffer, tampón, amortiguador.
El psicoanálisis descubre que el lenguaje no sirve para comunicarse ni para incomunicarse, sino para amortiguar lo real, para tamponearlo (que no es lo mismo que taponarlo).
Esta es la explicación de ese milagro que consiste en que uno se cura simplemente por hablarle al Otro.
El psicoanalista no está obligado a comprender nada (si esto fuese posible), sino a ofrecer su cuerpo para hacerse semblante del Otro.
El analizante, si nos habla a nosotros, es solo como puro semblante de algo que está más allá.
Como analistas tenemos toda la dignidad de un buffer.
Por eso estamos a la escucha, sin ninguna pretensión de entender nada.
Porque lo real no se entiende, solo se malentiende.
Uno sabe que está en el goce porque está en pleno malentendido.
¡Por favor necesito alguien que me malentienda!
El psicoanalista es un bufón no porque haga reir, sino porque su posición es buffonesca, porque no hace más que buffonear, en el sentido de hacer de buffer, de amortiguador de lo real.
Por eso, en el discurso del analista, éste hace de semblante del objeto @, en posición de agente del discurso, de aplique-enchufe.
Lo real no se entiende, solo se malentiende, o se deletrea.
Porque lo real son las marcas de los real en el cuerpo, su escritura, que tiene un efecto de goce.
Lo real del goce ni se descifra ni se interpreta.
No se descifra porque no se corresponde con un significante, con una cifra, perteneciente a una cadena metonímica, numérica.
No se interpreta porque no se constituye por sustitución significante como una metáfora.
Lo real del goce, aquello que hace sínthoma, al tener el estatuto de una escritura sobre el cuerpo, compuesta por trazos, marcas, letras, fuera del sentido, solo se puede de-letrear, leer.
Esta operación de lectura de lo real, de la letra, o a la letra, no es privilegio del psicoanalista en su función de intérprete del discurso del analizante.
El propio discurso en el que se inscribe el sujeto (Amo, histeria, universitario, etc.) implica ya una lectura de lo real.
También el sínthoma, como escritura, o sobre-escritura, palimpsesto, captura un fragmento de goce sobre la escritura del cuerpo.
Cuando nos hayamos atrevido a realizar el acto, a introducir el dedo en los agujeritos del "aplique-enchufe-objeto @", sentiremos una brusca descarga eléctrica, un dolor gozoso, que hará que salten todos nuestros plomos, los resortes más íntimos, las aplicaciones más orgánicas, profundas, de nuestro cuerpo mortal.
En ese momento, podremos decir que, ¡por fin!, nos hemos encontrado con el Otro, esa otredad que Lacan dice que es el cuerpo.
El problema es que ese intento actual (de acto) de enchufarse al goce, a su función-aplicación, es inaplicable, porque el dedo no se puede aplicar en el orificio del aplique-@, a causa de que -¡Oh desgracia!; ¡Oh. destino!- el palito no entra en el agujerito.
¿Encontraremos alguna vez el palito que sí sirva, el dedito que dé con la teclita justa. el falito que encaje en el agujerito?
Por este simple motivo, que, para gozar, hay que hablar, que, aunque haya un goce suplementario al bla-bla-bla no es nunca sin el parloteo, resulta que el jouissance es inaplicable, que el palito no entra en el agujerito, que, en cualquier encuentro, sobre todo erótico, siempre fallido (¡y exitoso!), se produce la ex-sistencia inexistente de la relación sexual.
III) Aplicar, placar, aplacar, y plegar
A-plicar se puede relacionar con a-placar (ser plano, estar en calma), a falta de una @.
Si se introduce el aplique, el @ (a-placar), la cosa dejará de estar en calma, se curvará, se agitará, se encrespará.
Ya no se tratará de aplacar, de calmar, sino, más bien, de placar, de hacer un placaje, inmovilizando al adversario, al agarrarle por la cintura o las piernas.
Estamos en el juego del rugby o en la lucha libre.
Se puede relacionar aplicar con plegar y aplicarse con plegarse.
Plegar y plegarse nos lleva a pliegue.
Por ejemplo, el pliegue del deseo.
Alguien se puede aplicar en cuerpo y alma a ser una persona muy aplicada.
Para lograrlo, no parará hasta que se haya plegado totalmente, amablemente, a la demanda del Otro (este es el sometido).
Su objetivo, su ilusión, inalcanzable, condenada al fracaso, es aplacar cualquier placaje, cualquier contacto entre los cuerpos, entre lo más candente de los deseos; sobre todo, inmovilizar, antes de que me toque, ese deseo que viene del Otro (para más señas, el deseo del Otro).
Este no es el caso del @, del aplique, que no se muestra en absoluto aplicado y dócil; más bien, es insolente, rebelde, maleducado, testarudo, nunca dispuesto a plegar velas.
El aplique-@ se aplica de todo corazón a no plegarse a la demanda del Otro (la resistencia del deseo).
Su obsesión única es ser como deseo inaplicable como demanda, al no entrar ni con calzador en el agujero de la demanda (el alma mater del todo).
Únicamente quiere aplicarse y ser aplicable como deseo, no taponando nunca con un fantasma ready-made el agujero de la nasa.
El aplique-@ no elude, hace ascos, a los placajes, a los encuentros cuerpo a cuerpo.
De hecho, la pulsión corporal hace sus tournées, sus cabriolas, tomando ese aplique como referencia, como rotonda de giro sobre sí misma, recorriendo el borde del agujero, en cuyo centro más central y exterior situamos al objeto @, el objeto inaplicado e inaplicable.
IV) La plica
Aplicación no tiene nada que ver con plica (aunque aplicación se puede escribir como a-plica-ción); que es un documento que se guarda en un sobre cerrado; sujeto a unas determinadas condiciones; que solo se puede abrir en el momento convenido (cuando se hace público el resultado de una subasta o se conoce el ganador de un concurso literario).
Una plica no es un anónimo.
Es un secreto bien guardado hasta el momento de la verdad.
En un concurso literario, el nombre verdadero, oculto detrás de un seudónimo, puede ir en una plica, en un sobre cerrado, que solo se abre en el momento en que el jurado emite su veredicto.
La pregunta por el deseo que se le plantea a un sujeto se puede representar con una x, con una incógnita, que es necesario despejar.
El deseo también es una plica, un documento enigmático, guardado, custodiado, en un sobre cerrado, preservado de la obscenidad de la mirada, a la espera de ser-dicho, articulado en sus significantes.
El deseo no va en una calesa, sino en una plica.
La plica no tiene ruedas ni caballos, pero, a cambio, preserva el deseo en un sobre cerrado, que no es otra cosa que un papel plegado, el pliegue de un papel.
Solo se podrá abrir el sobre cerrado, revelándose en ese momento el texto del documento, cuando se hayan cumplido las condiciones de la plica, que están escritas en el exterior del sobre
Para Dora, la Sra. K., es un sobre cerrado que contiene una plica; o, lo que es lo mismo, un documento secreto que consiste en un escrito-supuesto-saber sobre el enigma del deseo (¿Qué quiere una mujer?).
La Sra. K. es el objeto del deseo de Dora y, en este sentido, adorada, venerada, como la plica del deseo (aquello que tiene las claves para que Dora pueda acceder en su existencia a la aplicación, al programa, del deseo de la mujer); dicho de otra forma, es la otra mujer;La Mujer que encarna en su cuerpo blanquísimo, en su sobre inmaculado, la respuesta a la pregunta fundamental por el deseo del Otro: ¿Qué quiere?
La Sra. K., al detentar la plica, el documento secreto, oculto, guardado, sellado, del deseo: sabe.
Y, para Dora, todo el resto de la pandilla doreana (el padre y el Sr. K) saben que la Sra. K. sabe; saben que la Sra. K. es la plica del deseo, el sobre-cuerpo cerrado que alberga lo más valioso, lo más precioso, a la vez lo más secreto y enigmático de la existencia: el documento cifrado del deseo, el texto en el que se establecen, se enuncian, las condiciones significantes del deseo.
Por este motivo, no es solo Dora la que venera a la Sra. K; ella supone que también el padre está chiflado por esta mujer sin igual; y, sin duda alguna, a pesar de todas sus desavenencias y desencuentros, el Sr. K.
Todos quieren abrir ese sobre cerrado que es la Sra. K. para poder leer la plica del deseo que les revelerá, como en los Misterios antiguos, la verdad del falo.
No hace falta decir que la plica del deseo, el texto en que se inscriben sus significantes (sobre todo ese significante central, ausente, negativizado, que es el falo), es el documento que falta a todos los documentos, el sobre cerrado que nunca podrá abrirse (que es fundamental mantener clausurado, secreto, preservado en su condición de enigma, en su función de causa del deseo).
El analista en la transferencia se hace semblante de la plica-pliegue del deseo.
El analizante dirige su palabra al analista al atribuirle la condición de sujeto-supuesto-saber sobre su deseo (la identidad del analista con la-plica-del-deseo es el secreto de la transferencia).
¿Cuál es la operación de Dora?
Dora encuentra, o se encuentra, con una mujer (que no es la frígida madre), la Sra. K, que encandila al padre, lo enardece, causa su deseo, su pasión, su frenesí.
Lógicamente, va a preguntarse por lo que tiene esta mujer, por su secreto pliegue, que es capaz de des-plegar el deseo del padre (que estaba medio muerto).
Dora, esto no lo sabe, y, precisamente por eso, se le impone como enigma.
La Sra. K., para Dora, es un enigma, el del deseo de la mujer.
Este es el primer paso, el primum movens, construir con las piezas maestras del significante la interrogación que la divide en su condición de sujeto: ¿Qué desea una mujer?
La Sra. K., paradójicamente, en contra de todas las evidencias, no es una señora, por muy K que sea; es una pregunta, un significante (que no significa nada).
La Sra. K. es el significante del Che Vuoi.
Entonces, la pasión de Dora está causada por un significante (pleno de sinsentido).
La Sra. K. encarna el sobre cerrado de la plica, ese continente, envoltorio, revestimiento, vulva, en cuyo interior habita el enigma palpitante del deseo (o el del goce, tanto monta, monta tanto...).
Porque la plica es tanto el sobre cerrado como el documento secreto que contiene en su interior.
La plica es una plica dentro de un pliegue de papel.
Esto es un simple remedo del deseo que, como todos sabemos, es deseo de un deseo.
La plica = sobre cerrado (plica) + documento secreto (plica).
La plica son también las condiciones escritas en la cara exterior del sobre (que, en buena lógica moebiana, se continua, sin solución de continuidad, con su interior) que establecen el modo en que se aplicará la plica.
Dora sabe que el sobre-cuerpo blanquísimo de la Sra. K. es una especie de joyero depositario de un objeto precioso: el agalma del deseo.
Pero no sabe lo que es.
Le falta el saber necesario para poder saber cuál es su objeto de deseo.
Por este motivo, el objeto del deseo necesariamente lleva la marca de la falta (hasta el punto de que se identifica con ella).
A buen sabedor muchas palabras le faltan.
Dime con quien andas y te diré quién eres.
Dime con que Otro andas y te diré quién eres como sujeto.
El enigma del deseo que está junto (an) a la Sra. K., en esa hondonada en la que convergen otros deseos, desencadena el deseo de saber de Dora..
Dora, como sujeto, está dividida, porque le falta el saber sobre el deseo.
Ese saber que le falta sobre el deseo ella supone que lo posee la Sra. K.
Dora no adora a la Sra. K. como tal Sra. K. sino como sujeto al que le supone el saber que a ella le falta sobre su deseo.
Dora ama a la Sra. K. en su condición de sujeto supuesto saber sobre la x del deseo.
Dime con quién transfieres tu x y te diré quién eres.
Dime con qué x te acuestas y te diré quién eres.
El secreto de la transferencia hay que buscarlo en el Otro -Otrificadamente-, no en uno mismo -ensimismadamente-.
El lenguaje es lo que más nos Otrifica.
Un psicoanálisis es una tendencia irresistible a Otrificarse.
Freud, a esta tendencia la denomina pulsión de muerte; y Lacan, deseo del Otro
En la suposición de Dora (sostenida en su fantasma), la Sra. K. no solo encarna la pregunta por el deseo de una mujer, sino que es considerada como poseedora de la respuesta, de ese saber precioso, incomparable, agalmático (el saber sobre la verdad).
De ahí, las largas conversaciones sobre lo humano y lo divino entre Dora y la Sra. K.
Para Dora hay mucho de lo que hablar porque esta mujer tiene mucho que decir.
En síntesis, la Sra. K., es el sobre cerrado, depositario de la pregunta por el deseo (el continente de la plica); a la vez, es dueña y señora del saber sobre el deseo (el contenido de la plica, el documento escrito).
La Sra. K. es La plica por antonomasia: el continente del deseo + el contenido del deseo.
La Sra. K. es la cajita, el monedero bivalvo, el joyero precioso, el objeto del deseo de Dora porque, valga la redundancia, guarda el misterio del deseo.
Según nuestra interpretación, la Sra. K. es la plica de Dora: sobre cerrado + documento; a condición de añadir el término deseo: sobre cerrado del deseo (continente) + documento cifrado del deseo (contenido).
Si aplicación se relaciona con plica, plica se relaciona con pliegue, y tiro porque me toca.
Se puede sustituir plica por pliegue: la Sra. K, en el suponer de Dora, es el sobre cerrado que se pliega sobre el pliegue del deseo.
La Sra. K. es plica sobre pliegue y pliegue sobre plica; lo que reviste y lo revestido; lo que envuelve y lo envuelto; el joyero y la joya; el vaso y su vacío; el deseo y su investidura preciosa.
La posición discursiva de la Sra. K. es la de una plica cerrada que guarda y aguarda a la revelación del secreto del goce femenino (cosa que no se podrá hacer si no se cumplen a rajatabla todas las condiciones de la plica).
Freud, en la interpretación del segundo sueño de Dora, boscoso e impenetrable, no se detiene en el sinsentido de esta presencia de la ninfa, de la mujer y su goce, en medio de este bosque de espesos deseos y de relaciones cruzadas.
El bosque de sus sueños, Dora, lo relaciona con el bosque del lago donde veraneaban los venerados y queridos Sr. y Sra. K.
El bosque del sueño de Dora |
La escena del lago con el Sr. K. se conforma como el desencadenante de la crisis; el punto de origen de su descompensación; de sus ideas persecutorias con respecto al padre y al Sr. K.; de su ruptura total con la Sra. K. (Para Freud, a la espera de Lacan, el efecto tan traumático que tiene para Dora la escena del lago es un enigma.)
Freud se interroga, y la interroga, reiterada e insistentemente, a Dora sobre esta escena, de forma minuciosa, casi detectivesca, bajo la hipótesis de que si logra aclarar los enigmas a ella anudados se podrían solucionar los síntomas y padecimientos actuales de su paciente.
Es a partir de la escena del lago, del encuentro infausto con el Sr. K., después de su fallida y torpe declaración de amor, con la que intenta llevarse al huerto a Dora, recibiendo como premio por su sacrílego trato hacia la adorada y admirada Sra. K. -la Artemisa de Dora- el tortazo bien merecido y bien sonoro (todavía se recuerda en el lugar), que, en ese momento, se desencadena la crisis que la lleva al análisis.
La hipótesis que sostiene (y sostiene a...) Freud en la cura, derivada de su contra-transferencia, es que Dora está perdidamente enamorada del Sr. K, y, a la vez, que se resiste a reconocerlo, porque su deseo sexual, que ella misma ignora, está reprimido, sofocado.
El caso es que Freud cree saber, sin saberlo a ciencia cierta, que se trata de eso y no de otra cosa, de la verdrangung del amor de Dora hacia el Sr. K. (con el que Freud se identifica imaginariamente).
Freud, desde sus prejuicios como hombre, que cree saber lo que le falta a una mujer, va a empezar a insuflar sentido a todos los comportamientos de Dora.
El omnipresente Sr. K. se hará presente, gracias a Freud, en cada recodo del camino de Dora.
En el horizonte de la cura de Dora se proyecta su interrogación por el deseo: ¿Qué es lo que le falta a una mujer para poder desear y ser deseada?
¿Qué es lo que le falta a una mujer? |
La misma pregunta que se hace la mujer por lo que le falta a una mujer le lleva al hombre (como no podía ser de otra forma) a la lógica fálica: a una mujer le falta un falo y/o un hijo; y a la mujer la conduce más allá del falo, de la lógica de la castración, hacia el notodo, al enigma del goce femenino.
Según Freud que, instalado en la lógica fálica, no alberga ninguna duda sobre esta cuestión, Dora no quiere saber nada, en el sentido de la represión, sobre aquello que más desea: recibir un regalo del Sr. K., el don del falo, para poder guardarlo, como un bien precioso, una alhaja, en su joyero, en su cofrecito, en la cajita-genital.
Mientras Dora más se resiste, más se rebela, frente a los requerimientos fálico-sexuales de este buen señor, esto confirma, para Freud, con más fuerza si cabe, que eso a lo que dice no en su vida es, en su inconsciente, a lo que dice sí (denegación o asentimiento negado).
Pura lógica fálica: sustituir un no por un sí; un significante por otro significante.
Freud se convierte en el adalid del sí al Sr. K., sin caer en la cuenta que este varón, antes que su objeto sexual, es el objeto de identificación, en el que Dora se sostiene imaginariamente para poder abordar, desde el moi-masculino, a su verdadero objeto de deseo: la Sra. K.
Dicho en lenguaje llano: Dora, lo que más ansía -Freud dixit-, es un buen polvo del Sr. K.; o, su equivalente fálico, un hijo (el fantasma de embarazo).
Lo que pasa es que como Dora es una gran neurótica, una de esas histéricas que no hay dios (¡ni médico!) que las entienda, porque son el espíritu de la contradicción, pitiáticas por antonomasia, eso que no quiere -el falo-, el objeto del asco (sobre todo si está erecto), es, al mismo tiempo, lo que secretamente más ansía (¿no será como puro significante sinsentido?).
Dora es la ninfa extraviada en medio del bosque de los deseos.
La Sra. K., Artemisa-Diana, escondida con las ninfas en la profundidad de los bosques, es el misterio del goce femenino (por eso Dora la sitúa en un altar).
Dora, la petit ninfa del lago, se identifica con los emblemas viriles, fálicos, con el príapo enhiesto del sátiro-Sr. K.
Príapo, el dios maldecido con un falo gigante (Fresco de Pompeya) |
Incluso se puede ir más allá y preguntarse por la dinámica que se pone en juego en esta barraca lorquiana en la que actúan, en papeles estelares, Dora y su padre, el Sr. y la Sra. K.
¿Cuál es el libreto, el mito social de la neurosis, el argumento inconsciente, que estructura la trama vincular entre estos cuatro personajes?
Hay que decirlo categóricamente, el argumento con que se teje este artificio cuaternario, que marca el ritmo con el que bailan su vals vienés, es monográfico, siendo su principal y único tema el monotemático deseo, en el punto de máxima ajenidad, extranjeridad, extrañamiento.
Todo el montaje doreano, su puesta en escena, su tramoya, trata de sostener el lugar del deseo del prójimo (cuyo rasgo principal es su condición odd, impar, singular, extraña).
Si con algo se puede formalizar el deseo del prójimo, que ha irrumpido en esa escena del mundo caracterizada por la inmixión, la injerencia, de los sujetos, es con una x, con una incógnita.
La x del deseo |
Entre Dora, su padre, el Sr. y la Sra. K., circula la x del deseo del prójimo (lo éxtimo).
El deseo del prójimo y el deseo del Otro comparten un mismo borde.
En el cuarteto doreano, la Sra. K. hace semblante del deseo del Otro.
Por eso, gracias a su casamiento con el deseo, la podemos llamar Mademoiselle K. del deseo del Otro; o Señora del deseo del Otro.
Si Dora supone que su padre está prendado por Miss K., esto, desde el psicoanálisis, se puede traducir como que está causado en su deseo por el deseo del Otro.
Si, paradójicamente, el deseo del Otro (
Por lo cual, siguiendo esta lógica, a la Sra. K. la podemos rebautizar con su nombre de casada: Mademoiselle K. de la Nada.
El deseo del Otro y la nada forman una pareja interesante.
El deseo del Otro y la nada cogidos de la mano |
¿No se pone en juego, en relación con esa pareja, no muy bien avenida, y con la molesta presencia de ese tercero en discordia -el objeto @-, que nos hace un nudo en la garganta, la inexistencia, la no-proporción (rapport), de la relación sexual?
Dora supone que, gracias a la gracias de la Sra. K., a su condición de graciosa Madonna, entre su padre y esta buena señora hay relación sexual.
Lo que vale para el padre vale para su maridito; hasta que éste saca los pies del tiesto, sale por peteneras, afirmando, sin pizca de delicadeza para ese objeto adorado por Dora que: Usted ya sabe que al lado (junto a = an) de mi mujer no hay nada.
,
El Sr. K. se cisca en la nada que está más allá de la falta de la Donna K.
Esto implica querer zambullirse en el lago y darse un auténtico planchazo.
La traducción correcta del alemán de la frase del Sr. K. no es Mi mujer no es nada para mí, sino No hay nada junto (an) a mi mujer.
A Dora lo que le interesa verdaderamente es la relación que no hay, que falla, que fracasa, entre su objeto de identificación (el Sr. K.) y su objeto de deseo (la Sra. K.); o esa otra relación en la que el padre-maitre (vermogen) se queda sin ningún recurso ante la Sra. K., es decir ante la x del goce femenino, notodo.
Concretamente, lo que causa el deseo de saber en Dora es lo que se atraviesa, hace sínthoma, en una relación nexual.
Seminario 4 de Lacan, clase 8 |
Lo que hace sínthoma en un rapport-sexuel, lo que se atraviesa, la china en el zapato, lo imposible de soportar, es lo real del goce, ese @ inconmensurable e irracional que siempre deja un resto en la litter (o letter).
II) El objeto @, el in-aplicado a-plique
Entre el cuerpo del Sujeto (
El objeto @, causa del deseo y plus de gozar, ocupa un lugar entre-corpus.
Entre el pecho de la madre (
El pecho + pezón ocupa un lugar inter-corpus.
En la fórmula del fantasma, el losange (◊), el rombo, hace función de articulador lógico (conjunción-disyunción; mayor-menor), estableciendo un corte inter-impares: el sujeto (
El pecho ocupa una posición entre al situarse como un aplique, sobre-puesto, adosado, a la superficie del cuerpo de la madre (igual que el pezón se sobrepone al pecho materno).
Tomaremos como modelo de aplique un humilde y sencillo enchufe.
Todos los objetos @, cada uno a su manera, ya sea como demanda o como deseo, permiten al sujeto enchufarse al Otro.
El objeto @, el enchufe con el que el sujeto se enchufa al Otro |
Un enchufe (el objeto a) forma parte de un circuito (significante) por el que circula la energía eléctrica (el goce).
El Sujeto y el Otro ocupan los dos extremos de este circuito.
Un enchufe es un objeto interesante tanto por su posición como por su función.
Por su posición, es un aplique, en el sentido de que está adosado, superpuesto, a un cuerpo (una pared vertical).
Por su función, es un dispositivo que permite entrar/salir, abrir/cerrar, conectarse/desconectarse, adosarse/separarse, de un determinado circuito (el A como lugar del significante).
El pezón, en su anatomía, con la areola mamaria, tiene la forma de un corte.
El corte del significante permite en el nivel del fantasma que el pezón (@) se separe, caiga, del cuerpo.
Un objeto que se separa de un cuerpo, que se corta, que se desprende (se des-enchufa), tiene la posibilidad de volver a unirse, anudarse, adosarse, re-vincularse (en-chufarse o en-gancharse).
Es el caso del @ (pezón, escíbalo, mirada, voz) en tanto objeto cortado del cuerpo por la incidencia mortificante y gozante del significante.
No se puede concebir una operación de corte significante sobre el cuerpo sin pensar en un agujero con su borde erógeno (boca, ano, borde palpebral, orificio del oído).
Topológicamente, el objeto @ se localiza en el interior-exterior del agujero erógeno del cuerpo, caído, desprendido, como resto de la operación de subjetivación, de inscripción del sujeto en el lugar del Otro.
La operación de subjetivación, de inscripción del sujeto en el lugar del Otro |
En el fantasma oral, la posición de aplique del pezón (objeto a) sobre el cuerpo de la madre, su función de conector lógico (enchufe), de vel (◊), de corte del deseo, entre el sujeto y el Otro, posibilita, por una parte, que la madre pueda perder el pecho, y, por la otra, que el infans sea capaz de a-propiárselo.
El pecho + pezón, en su estatuto de objeto @, de objeto nexual, al estar adosado, aplicado, al cuerpo de la madre, se sitúa en una posición entre con respecto al infans.
La dimensión de goce del pezón se anuda a su función de articulador lógico inter-corpus.
Todos los objetos @ comparten esta función de articular en el orden de la demanda y/o del deseo al Sujeto con el Otro.
Pulsión oral: Demanda al Otro (... del pezón).
Pulsión anal: Demanda del Otro (... del escíbalo).
Pulsión escópica: Deseo al Otro (... de su mirada).
Pulsión vocativa: Deseo del Otro (... de su palabra).
El objeto @ y su posición "entre" |
Todos los objetos @ tienen la forma del corte, de la hendidura (por ejemplo, el objeto mirada en su íntima relación con la hendidura palpebral).
La caída del objeto @, por efecto del corte significante, se asocia simultáneamente a una pérdida y a una recuperación de goce ( el objeto perdido y el plus de gozar).
El plus de gozar es deudor de la relación del objeto @ con un borde erógeno, que rodea un agujero pulsional.
El pezón es el objeto @ oral.
Del borde de los labios o de la empalizada de los dientes, que circunscriben el orificio bucal, procede la demanda al Otro (también el grito, el llamado).
El objeto @, producto de un corte significante, que cae del cuerpo como resto de la operación de subjetivación, dejando como cicatriz indeleble un agujero pulsional, una hendidura (spaltüng) irreparable, adquiere topológicamente la forma de una sección (la libra de carne rebanada del cuerpo).
Su posición de aplique entre-dos-cuerpos, su función de enchufe (con sus agujeritos de entrada y de salida), le permite conectarse con el goce del Otro.
El objeto @, en su función de aplique, lo más normal es que sea difícil de aplicar; incluso, no hay nada de sorprendente en que se convierta en un adminiculo, en un artefacto, inaplicable, al que no se sabe qué aplicación darle.
El aplicador que lo aplique buen aplicador será.
Este es el motivo de que el destino de esta letrita imposible sea el de quedar en desuso, abandonada en una esquina, como un objeto inútil, al no saber qué aplicación darle; algo más bien impresentable, por sucio, gastado, polvoriento...
El goce, como el objeto @, es un aplique corporal, absolutamente inaplicable.
Lo podemos denominar en el colmo de la paradoja el aplique inaplicable.
El aplicador que lo aplique buen aplicador será.
El aplique inaplicable; objeto @-like |
Además, el @-gozoso, el buscador-de-goce, es un alumno de lo menos aplicado, incapaz de aplicarse a lo que se debe aplicar.
¿A qué se debe aplicar? Nadie lo sabe (está en estudio); hasta nueva orden.
No existe ningún manual de instrucciones que nos enseñe cómo debe aplicarse, por lo cual resta sin aplicación.
Por eso, en asuntos de goce no hay más remedio que encomendarse (aplicarse) a dios o al diablo.
En cuestiones de saber sobre lo real del goce estamos siempre a la cuarta pregunta (La cuarta pregunta en un interrogatorio judicial era sobre los bienes; el acusado, al insistir el juez sobre su condición de pudiente o de pobre, acababa afirmando que estaba a la cuarta pregunta.)
Si le decimos al aplique que sea aplicado, como es su obligación, se ríe en nuestra cara y se tumba a la bartola, porque le da la real gana.
Como alumno, ya lo hemos dicho, es de lo menos aplicado, tremendamente díscolo, ineducable, no domesticable.
El aplique-goce, a pesar de su posición y de su función, nunca aprende nada de nada.
Es una pizarra mágica sin ninguna memoria.
La pizarra mágica que ha perdido la memoria |
Por eso siempre vuelve a tropezar, sin remisión, en la misma piedra.
No hay experiencia, aprendizaje, saber, aplicación, cautela, prevención, con respecto a lo real del goce.
En los temas del goce, al ser del negociado de lo real, que es totalmente atópico y atípico, los no incautos yerran.
Los no incautos son los amos y los astutos.
Los que se guardan una carta en la bocamanga.
También los canallas y los traidores.
Los tibios del Evangelio, esos que vomitará mi boca.
Los incautos, los que son unos auténticos inconscientes, inocentes kierkegaardianos, no yerran, aciertan con lo real.
Paradójicamente, aciertan cuando yerran, tienen éxito cuando fracasan, encuentran el camino cuando se extravían, hallan la palabra justa cuando tropiezan.
Por eso dice Freud que educar es una de las tres profesiones imposibles.
El psicoanálisis o es incauto del inconsciente, de lo real, o nunca acertará con el goce.
En ella, en la educatio, tenemos que bregar con los discentes más inaplicados del mundo.
Pero bueno, no todo es negativo. Hemos dicho que el @ es un aplique, por consiguiente podemos des-considerarlo como si se tratase de un vulgar enchufe, de tal forma que se le pueda enchufar, aplicar, algo.
¿Qué? Nadie lo sabe.
Entonces, como último recurso, dado que no contamos con ningún saber previo, grantizado, cauto, se puede intentar la jugada metiendo los dedos en los agujeritos.
En el psicoanálisis, a este acto arriesgado se le suele denominar acto.
Como precaución, para amortiguar la descarga, se suele hacer en transferencia.
Aquí el amor no sirve porque es un conductor muy potente, altamente inflamable.
Se suele utilizar un material aislante, ignífugo, dotado de un alto grado de resistencia.
Estas características, como es evidente, no son las del yo, que es un ente de la imaginación, comunicante, de un gran poder de ignición (¡y de engaño!), muy endeble (el yo débil = yo).
Si el moi es un apagafuegos. el cortafuegos solo puede ser el sujeto, en su división por el significante (S), que nos preserva de quedar electrocutados por lo real.
El cortafuegos del Ich |
El sujeto, en relación con el ph de lo real, tremendamente básico y ácido, tiene funciones de buffer, tampón, amortiguador.
El psicoanálisis descubre que el lenguaje no sirve para comunicarse ni para incomunicarse, sino para amortiguar lo real, para tamponearlo (que no es lo mismo que taponarlo).
Esta es la explicación de ese milagro que consiste en que uno se cura simplemente por hablarle al Otro.
El psicoanalista no está obligado a comprender nada (si esto fuese posible), sino a ofrecer su cuerpo para hacerse semblante del Otro.
El analizante, si nos habla a nosotros, es solo como puro semblante de algo que está más allá.
Como analistas tenemos toda la dignidad de un buffer.
Por eso estamos a la escucha, sin ninguna pretensión de entender nada.
Porque lo real no se entiende, solo se malentiende.
Uno sabe que está en el goce porque está en pleno malentendido.
¡Por favor necesito alguien que me malentienda!
El psicoanalista es un bufón no porque haga reir, sino porque su posición es buffonesca, porque no hace más que buffonear, en el sentido de hacer de buffer, de amortiguador de lo real.
El psicoanalista buffonesco. El bufón Calabacillas de Velázquez |
Por eso, en el discurso del analista, éste hace de semblante del objeto @, en posición de agente del discurso, de aplique-enchufe.
Lo real no se entiende, solo se malentiende, o se deletrea.
Porque lo real son las marcas de los real en el cuerpo, su escritura, que tiene un efecto de goce.
Lo real del goce ni se descifra ni se interpreta.
No se descifra porque no se corresponde con un significante, con una cifra, perteneciente a una cadena metonímica, numérica.
No se interpreta porque no se constituye por sustitución significante como una metáfora.
Lo real del goce, aquello que hace sínthoma, al tener el estatuto de una escritura sobre el cuerpo, compuesta por trazos, marcas, letras, fuera del sentido, solo se puede de-letrear, leer.
Esta operación de lectura de lo real, de la letra, o a la letra, no es privilegio del psicoanalista en su función de intérprete del discurso del analizante.
El propio discurso en el que se inscribe el sujeto (Amo, histeria, universitario, etc.) implica ya una lectura de lo real.
También el sínthoma, como escritura, o sobre-escritura, palimpsesto, captura un fragmento de goce sobre la escritura del cuerpo.
Cuando nos hayamos atrevido a realizar el acto, a introducir el dedo en los agujeritos del "aplique-enchufe-objeto @", sentiremos una brusca descarga eléctrica, un dolor gozoso, que hará que salten todos nuestros plomos, los resortes más íntimos, las aplicaciones más orgánicas, profundas, de nuestro cuerpo mortal.
En ese momento, podremos decir que, ¡por fin!, nos hemos encontrado con el Otro, esa otredad que Lacan dice que es el cuerpo.
El problema es que ese intento actual (de acto) de enchufarse al goce, a su función-aplicación, es inaplicable, porque el dedo no se puede aplicar en el orificio del aplique-@, a causa de que -¡Oh desgracia!; ¡Oh. destino!- el palito no entra en el agujerito.
¿Encontraremos alguna vez el palito que sí sirva, el dedito que dé con la teclita justa. el falito que encaje en el agujerito?
El palito en el agujerito: lo imposible, lo real |
Por este simple motivo, que, para gozar, hay que hablar, que, aunque haya un goce suplementario al bla-bla-bla no es nunca sin el parloteo, resulta que el jouissance es inaplicable, que el palito no entra en el agujerito, que, en cualquier encuentro, sobre todo erótico, siempre fallido (¡y exitoso!), se produce la ex-sistencia inexistente de la relación sexual.
III) Aplicar, placar, aplacar, y plegar
A-plicar se puede relacionar con a-placar (ser plano, estar en calma), a falta de una @.
Si se introduce el aplique, el @ (a-placar), la cosa dejará de estar en calma, se curvará, se agitará, se encrespará.
Ya no se tratará de aplacar, de calmar, sino, más bien, de placar, de hacer un placaje, inmovilizando al adversario, al agarrarle por la cintura o las piernas.
Estamos en el juego del rugby o en la lucha libre.
El placaje con el @ |
Se puede relacionar aplicar con plegar y aplicarse con plegarse.
Plegar y plegarse nos lleva a pliegue.
Por ejemplo, el pliegue del deseo.
Alguien se puede aplicar en cuerpo y alma a ser una persona muy aplicada.
Para lograrlo, no parará hasta que se haya plegado totalmente, amablemente, a la demanda del Otro (este es el sometido).
Su objetivo, su ilusión, inalcanzable, condenada al fracaso, es aplacar cualquier placaje, cualquier contacto entre los cuerpos, entre lo más candente de los deseos; sobre todo, inmovilizar, antes de que me toque, ese deseo que viene del Otro (para más señas, el deseo del Otro).
Pliegues en la ropa: el pliegue que se despliega del deseo |
Este no es el caso del @, del aplique, que no se muestra en absoluto aplicado y dócil; más bien, es insolente, rebelde, maleducado, testarudo, nunca dispuesto a plegar velas.
El aplique-@ se aplica de todo corazón a no plegarse a la demanda del Otro (la resistencia del deseo).
Su obsesión única es ser como deseo inaplicable como demanda, al no entrar ni con calzador en el agujero de la demanda (el alma mater del todo).
Únicamente quiere aplicarse y ser aplicable como deseo, no taponando nunca con un fantasma ready-made el agujero de la nasa.
El aplique-@ no elude, hace ascos, a los placajes, a los encuentros cuerpo a cuerpo.
De hecho, la pulsión corporal hace sus tournées, sus cabriolas, tomando ese aplique como referencia, como rotonda de giro sobre sí misma, recorriendo el borde del agujero, en cuyo centro más central y exterior situamos al objeto @, el objeto inaplicado e inaplicable.
El objeto @: el centro más central y exterior (Seminario 23, J. Lacan) |
IV) La plica
Aplicación no tiene nada que ver con plica (aunque aplicación se puede escribir como a-plica-ción); que es un documento que se guarda en un sobre cerrado; sujeto a unas determinadas condiciones; que solo se puede abrir en el momento convenido (cuando se hace público el resultado de una subasta o se conoce el ganador de un concurso literario).
Una plica no es un anónimo.
Es un secreto bien guardado hasta el momento de la verdad.
En un concurso literario, el nombre verdadero, oculto detrás de un seudónimo, puede ir en una plica, en un sobre cerrado, que solo se abre en el momento en que el jurado emite su veredicto.
La pregunta por el deseo que se le plantea a un sujeto se puede representar con una x, con una incógnita, que es necesario despejar.
El deseo también es una plica, un documento enigmático, guardado, custodiado, en un sobre cerrado, preservado de la obscenidad de la mirada, a la espera de ser-dicho, articulado en sus significantes.
El deseo no va en una calesa, sino en una plica.
La plica no tiene ruedas ni caballos, pero, a cambio, preserva el deseo en un sobre cerrado, que no es otra cosa que un papel plegado, el pliegue de un papel.
Geometría del pliegue del deseo; el sobre; la plica |
Solo se podrá abrir el sobre cerrado, revelándose en ese momento el texto del documento, cuando se hayan cumplido las condiciones de la plica, que están escritas en el exterior del sobre
Frente de plica |
Para Dora, la Sra. K., es un sobre cerrado que contiene una plica; o, lo que es lo mismo, un documento secreto que consiste en un escrito-supuesto-saber sobre el enigma del deseo (¿Qué quiere una mujer?).
La Sra. K. es el objeto del deseo de Dora y, en este sentido, adorada, venerada, como la plica del deseo (aquello que tiene las claves para que Dora pueda acceder en su existencia a la aplicación, al programa, del deseo de la mujer); dicho de otra forma, es la otra mujer;
La Sra. K., al detentar la plica, el documento secreto, oculto, guardado, sellado, del deseo: sabe.
Y, para Dora, todo el resto de la pandilla doreana (el padre y el Sr. K) saben que la Sra. K. sabe; saben que la Sra. K. es la plica del deseo, el sobre-cuerpo cerrado que alberga lo más valioso, lo más precioso, a la vez lo más secreto y enigmático de la existencia: el documento cifrado del deseo, el texto en el que se establecen, se enuncian, las condiciones significantes del deseo.
Por este motivo, no es solo Dora la que venera a la Sra. K; ella supone que también el padre está chiflado por esta mujer sin igual; y, sin duda alguna, a pesar de todas sus desavenencias y desencuentros, el Sr. K.
Todos quieren abrir ese sobre cerrado que es la Sra. K. para poder leer la plica del deseo que les revelerá, como en los Misterios antiguos, la verdad del falo.
No hace falta decir que la plica del deseo, el texto en que se inscriben sus significantes (sobre todo ese significante central, ausente, negativizado, que es el falo), es el documento que falta a todos los documentos, el sobre cerrado que nunca podrá abrirse (que es fundamental mantener clausurado, secreto, preservado en su condición de enigma, en su función de causa del deseo).
La plica del deseo |
El analista en la transferencia se hace semblante de la plica-pliegue del deseo.
El analizante dirige su palabra al analista al atribuirle la condición de sujeto-supuesto-saber sobre su deseo (la identidad del analista con la-plica-del-deseo es el secreto de la transferencia).
¿Cuál es la operación de Dora?
Dora encuentra, o se encuentra, con una mujer (que no es la frígida madre), la Sra. K, que encandila al padre, lo enardece, causa su deseo, su pasión, su frenesí.
Lógicamente, va a preguntarse por lo que tiene esta mujer, por su secreto pliegue, que es capaz de des-plegar el deseo del padre (que estaba medio muerto).
Dora, esto no lo sabe, y, precisamente por eso, se le impone como enigma.
La Sra. K., para Dora, es un enigma, el del deseo de la mujer.
Este es el primer paso, el primum movens, construir con las piezas maestras del significante la interrogación que la divide en su condición de sujeto: ¿Qué desea una mujer?
La Sra. K., paradójicamente, en contra de todas las evidencias, no es una señora, por muy K que sea; es una pregunta, un significante (que no significa nada).
La Sra. K. es el significante del Che Vuoi.
Entonces, la pasión de Dora está causada por un significante (pleno de sinsentido).
La Sra. K. encarna el sobre cerrado de la plica, ese continente, envoltorio, revestimiento, vulva, en cuyo interior habita el enigma palpitante del deseo (o el del goce, tanto monta, monta tanto...).
Porque la plica es tanto el sobre cerrado como el documento secreto que contiene en su interior.
La plica es una plica dentro de un pliegue de papel.
Esto es un simple remedo del deseo que, como todos sabemos, es deseo de un deseo.
La plica = sobre cerrado (plica) + documento secreto (plica).
La plica son también las condiciones escritas en la cara exterior del sobre (que, en buena lógica moebiana, se continua, sin solución de continuidad, con su interior) que establecen el modo en que se aplicará la plica.
Dora sabe que el sobre-cuerpo blanquísimo de la Sra. K. es una especie de joyero depositario de un objeto precioso: el agalma del deseo.
Pero no sabe lo que es.
Le falta el saber necesario para poder saber cuál es su objeto de deseo.
Por este motivo, el objeto del deseo necesariamente lleva la marca de la falta (hasta el punto de que se identifica con ella).
A buen sabedor muchas palabras le faltan.
Dime con quien andas y te diré quién eres.
Dime con que Otro andas y te diré quién eres como sujeto.
El enigma del deseo que está junto (an) a la Sra. K., en esa hondonada en la que convergen otros deseos, desencadena el deseo de saber de Dora..
Dora, como sujeto, está dividida, porque le falta el saber sobre el deseo.
Ese saber que le falta sobre el deseo ella supone que lo posee la Sra. K.
Dora no adora a la Sra. K. como tal Sra. K. sino como sujeto al que le supone el saber que a ella le falta sobre su deseo.
Dora ama a la Sra. K. en su condición de sujeto supuesto saber sobre la x del deseo.
Dime con quién transfieres tu x y te diré quién eres.
Dime con qué x te acuestas y te diré quién eres.
El secreto de la transferencia hay que buscarlo en el Otro -Otrificadamente-, no en uno mismo -ensimismadamente-.
El lenguaje es lo que más nos Otrifica.
Un psicoanálisis es una tendencia irresistible a Otrificarse.
Freud, a esta tendencia la denomina pulsión de muerte; y Lacan, deseo del Otro
En la suposición de Dora (sostenida en su fantasma), la Sra. K. no solo encarna la pregunta por el deseo de una mujer, sino que es considerada como poseedora de la respuesta, de ese saber precioso, incomparable, agalmático (el saber sobre la verdad).
De ahí, las largas conversaciones sobre lo humano y lo divino entre Dora y la Sra. K.
Para Dora hay mucho de lo que hablar porque esta mujer tiene mucho que decir.
En síntesis, la Sra. K., es el sobre cerrado, depositario de la pregunta por el deseo (el continente de la plica); a la vez, es dueña y señora del saber sobre el deseo (el contenido de la plica, el documento escrito).
La Sra. K. es La plica por antonomasia: el continente del deseo + el contenido del deseo.
La Sra. K. es la cajita, el monedero bivalvo, el joyero precioso, el objeto del deseo de Dora porque, valga la redundancia, guarda el misterio del deseo.
El joyero de la mujer; la mujer como un joyero |
Según nuestra interpretación, la Sra. K. es la plica de Dora: sobre cerrado + documento; a condición de añadir el término deseo: sobre cerrado del deseo (continente) + documento cifrado del deseo (contenido).
Si aplicación se relaciona con plica, plica se relaciona con pliegue, y tiro porque me toca.
Se puede sustituir plica por pliegue: la Sra. K, en el suponer de Dora, es el sobre cerrado que se pliega sobre el pliegue del deseo.
La Sra. K. es plica sobre pliegue y pliegue sobre plica; lo que reviste y lo revestido; lo que envuelve y lo envuelto; el joyero y la joya; el vaso y su vacío; el deseo y su investidura preciosa.
La plica: envoltorio del deseo + objeto del deseo |
La posición discursiva de la Sra. K. es la de una plica cerrada que guarda y aguarda a la revelación del secreto del goce femenino (cosa que no se podrá hacer si no se cumplen a rajatabla todas las condiciones de la plica).
El secreto no se puede callar ni acallar porque es un secreto a voces.
El vocero de este secreto a voces, audible a fuerza de ser inaudible, silencio que grita, música callada, es el inconsciente.
La Sra. K. mantiene largas conversaciones con Dora en las que, como en un análisis, se habla de todo y de... notodo.
El vocero de este secreto a voces, audible a fuerza de ser inaudible, silencio que grita, música callada, es el inconsciente.
La Sra. K. mantiene largas conversaciones con Dora en las que, como en un análisis, se habla de todo y de... notodo.
La Sra. K. y Dora son confidentes.
En esas largas conversaciones, Dora, se entera de los detalles más íntimos de la relación entre la Sra. K. y el padre.
Por ejemplo, que el padre es impotente, que carece de recursos sexuales, y que su práctica sexual favorita (o la única posible) es el cunnilingus; o sea, en cristiano, que el padre le chupetea el cunnus a la buena de la Sra. K.
En esta práctica sexual, de búsqueda de goce, el falo queda fuera de juego, asumiendo el protagonismo la lengua eréctil-retráctil y el agujero del cunnus.
Se trata de un goce cercano al boca a boca, transmutado en boca-cunnus, al que se le puede calificar de perverso (que utiliza una parte del cuerpo para un fin que no es el suyo).
En este sentido, todo goce sería perverso, por su parcialidad, que implica una enmienda a la totalidad.
Por ejemplo, que el padre es impotente, que carece de recursos sexuales, y que su práctica sexual favorita (o la única posible) es el cunnilingus; o sea, en cristiano, que el padre le chupetea el cunnus a la buena de la Sra. K.
En esta práctica sexual, de búsqueda de goce, el falo queda fuera de juego, asumiendo el protagonismo la lengua eréctil-retráctil y el agujero del cunnus.
Se trata de un goce cercano al boca a boca, transmutado en boca-cunnus, al que se le puede calificar de perverso (que utiliza una parte del cuerpo para un fin que no es el suyo).
En este sentido, todo goce sería perverso, por su parcialidad, que implica una enmienda a la totalidad.
Per-verso no en el sentido de que con ese goce se hace algún verso, guardado en una plica, para presentarlo a un concurso literario.
Per-verso como pere-version o padre-versión del goce.
Es algo así como el uso pere-verso del Nombre del Padre en su aplicación al goce.
Per-verso como pere-version o padre-versión del goce.
Es algo así como el uso pere-verso del Nombre del Padre en su aplicación al goce.
El cunnilingus es la padre-versión del goce que circula entre el padre y la Sra. K.
Esto implica que, por la exclusión primordial de la escena primaria, de ese goce primigenio solo van a circular versiones (o padreversiones).
El cunnilingus es un goce entre...¿cuántos? ¿entre qué?; que in-consiste en que a sus correspondientes apliques corporales (la lengua y el cunnus) se enchufan, conectan, gozosamente, el pater y la misses.
Esto implica que, por la exclusión primordial de la escena primaria, de ese goce primigenio solo van a circular versiones (o padreversiones).
El cunnilingus es un goce entre...¿cuántos? ¿entre qué?; que in-consiste en que a sus correspondientes apliques corporales (la lengua y el cunnus) se enchufan, conectan, gozosamente, el pater y la misses.
En realidad, en esta práctica de goce, padre-versionada, intervienen tres goces: dos goces autoeróticos (1, 2) y un goce aloerótico (3).
El goce 1 es el goce lingual o paralingual.
La lengua, por su conformación, sirve como instrumento de goce auto y aloerótico (chupar, paladear, frotar, cosquillear, etc.).
El goce 2 es el goce cunneano.
No hay que ser un hacha, ni leñador de bosque, para darse cuenta que ese agujero es fuente de innumerables goces (basta preguntárselo al ínclito Guillermo de Aquitania que proyecta sobre ese pequeño cunnus, en el claro del bosque, todo un bosque de goces fantasmáticos).
Hay un goce 3, al que hemos denominado aloerótico (alo significa otro y diferente) que anuda el goce 1 con el 2.
Es un goce que tiene características borromeanas o discursivas.
El goce 3 es aloerótico porque está entre el 1 y el 2: 1... 3... 2.
Ni está en el medio ni es mediador entre el goce 1 y el 2.
El 3 es un goce real porque ek-siste al 1 y al 2.
Es un goce suplementario a los otros dos goces.
El goce 3 es eminentemente temporal.
Es un goce tremendamente artificioso que se sostiene en un aplique, especie de aparato, adminículo, artefacto, o emplasto, que obtiene su materia de lo corporal.
El goce del objeto@, entendido como marca de escritura sobre el cuerpo (la letra a), es una modalidad de goce tipo 3.
El cunnilingus es un goce de estas características (trinitario), que goza de un aparato de escritura, de un aplique corporal, marcadamente temporal.
Es un goce alo, otro, diferente, con respecto al goce 1-lingus y al goce 2-cunnus.
El goce 1 es el goce lingual o paralingual.
La lengua, por su conformación, sirve como instrumento de goce auto y aloerótico (chupar, paladear, frotar, cosquillear, etc.).
El goce 2 es el goce cunneano.
No hay que ser un hacha, ni leñador de bosque, para darse cuenta que ese agujero es fuente de innumerables goces (basta preguntárselo al ínclito Guillermo de Aquitania que proyecta sobre ese pequeño cunnus, en el claro del bosque, todo un bosque de goces fantasmáticos).
Hay un goce 3, al que hemos denominado aloerótico (alo significa otro y diferente) que anuda el goce 1 con el 2.
Es un goce que tiene características borromeanas o discursivas.
El goce 3 es aloerótico porque está entre el 1 y el 2: 1... 3... 2.
Ni está en el medio ni es mediador entre el goce 1 y el 2.
El 3 es un goce real porque ek-siste al 1 y al 2.
Es un goce suplementario a los otros dos goces.
El goce 3 es eminentemente temporal.
Es un goce tremendamente artificioso que se sostiene en un aplique, especie de aparato, adminículo, artefacto, o emplasto, que obtiene su materia de lo corporal.
El goce del objeto@, entendido como marca de escritura sobre el cuerpo (la letra a), es una modalidad de goce tipo 3.
El cunnilingus es un goce de estas características (trinitario), que goza de un aparato de escritura, de un aplique corporal, marcadamente temporal.
El goce trinitario |
Es un goce alo, otro, diferente, con respecto al goce 1-lingus y al goce 2-cunnus.
El goce 3 del cunnilingus no se puede reducir a la suma de goce 1 + goce 2; no es igual a goce del lingus + goce del cunnnus.
El goce del cunnilingus es un goce otro, de más, suplementario, irreductible a los goces 1 y 2 que lo conforman.
Es el goce de la linguae en su encuentro con el goce del cuerpo.
Es el goce de la linguae en su encuentro con el goce del cuerpo.
Es un goce que no consiste en gozar más o menos con relación a los goces que lo constituyen; es un goce nuevo, inédito, distinto, heterogéneo, impar, con respecto al par 1-2, lingus-cunnus.
Goce heterogéneo-impar del cunnilingus (3) ≠ goce-lingus (1) + goce-cunnus (2) = 3 + 1
No es lo mismo un enchufe simple que uno compuesto, un doble o triple enchufe.
Se trata de adminículos, artefactos o apliques, cualitativamente diferentes, que no se diferencian entre sí por una cuestión de cantidad de agujeros (en uno se pueden enchufar más aparatos que en el otro).
Se trata de adminículos, artefactos o apliques, cualitativamente diferentes, que no se diferencian entre sí por una cuestión de cantidad de agujeros (en uno se pueden enchufar más aparatos que en el otro).
Enchufe o aplique simple: el goce-lingus |
Uno, con buen ánimo, con un espíritu positivo, se puede pasar toda la vida aplicando y aplicando, de forma continua, perseverando machaconamente en su aplicación.
Desgraciadamente, o graciadamente, no dejará de encontrarse una y otra vez con lo inaplicable, con lo imposible de aplicar.
Es justo ahí, en ese punto donde lo contingente choca con lo imposible, donde podrá extraerse ese poco de goce, lo único que da la certeza de existir.
Desgraciadamente, o graciadamente, no dejará de encontrarse una y otra vez con lo inaplicable, con lo imposible de aplicar.
Es justo ahí, en ese punto donde lo contingente choca con lo imposible, donde podrá extraerse ese poco de goce, lo único que da la certeza de existir.
Enchufe simple: el goce cunnus |
Parece que donde hay dos agujeritos, un número par, el aplique es más aplicable, más manejable, adaptándose mejor a nuestras necesidades, demandas e ideales.
Dos agujeritos son la marca de una lógica a la que podemos denominar fálica, que maneja un goce más o menos controlable, esperable, incluso razonable; uno goza de una forma más o menos normalizada, dentro de los límites de la demanda social, de la oferta de goce que circula en los mercados.
Este sería el goce que lleva la marca capitalista, cuya función es anestesiarnos, saturarnos con el dolce far niente, inducirnos al gran descanso, taponar todo nuestros agujeros, suturar la herida de la castración, forcluir la falta.
Pero hay otro goce, el que no se deja capturar por la lógica fálica, el que se sustrae a los intercambios igualitarios y democráticos del goce; el que peca de injusto, por lo mucho o por lo poco, el que no es distributivo; el que no aparece en las estadísticas porque es inconmensurable, al eludir todo promedio, mediana, moda y proporción; el que por su contingencia es estocástico; el que nos ha tocado en suerte, sin comerlo ni beberlo, como la herencia recibida de nuestros progenitores; en resumen, el más singular de los goces, que se sostiene en un discurso causado, en el que el saber está en el lugar de la verdad.
Enchufe triple: el goce cunnilingus: la lengua en su incidencia o indecencia sobre el goce del cuerpo |
Esto puede suceder, entre otras cosas, por la presencia del conjunto vacío (∅) que, al igual que el goce (el objeto @ es un número irracional que tiene un valor matemático), actúa como un elemento disolvente, separador, que se atraviesa en los cálculos.
La plica es un sobre cerrado que puede guardar un documento oculto.
Si le extraemos ese documento, sigue siendo una plica, pero vacía, sin (con) nada, formalmente equivalente al conjunto vacío.
El conjunto vacío |
El conjunto vacío es el modelo matemático del objeto plica vacía; también del joyero de Dora, así como del cofrecito y del bolsillo bivalvo (todos conjuntos vacíos).
La plica vacía, llena de "nada" |
Uno de los axiomas de Peano, perteneciente a la lógica de conjuntos, es el del conjunto vacío: Llamaremos conjunto vacío al único conjunto sin elementos, y lo denotaremos con la letra ∅.
En estas operaciones aritméticas en las que interviene el goce nos encontramos con múltiples paradojas:
En estas operaciones aritméticas en las que interviene el goce nos encontramos con múltiples paradojas:
- 1 + 1 ≠ 2 -------------> 1 +1 = 1 + @.
- 1 + 2 ≠ 3 -------------> 1 + 2 = 3 + 1 (el rasgo unario del goce).
- goce-lingus (1) + goce cunnus (2) ≠ goce cunnilingus (3) = goce del aplique-@.
- goce-lingus (1) + goce cunnus (2) ≠ goce cunnilingus (3) = 1 (goce-lingus) + 0 (goce-cunnus).
El cero formalizado como el conjunto vacío: se va el 1 y se queda el cero |
- goce-aplique 1 + goce-aplique 2 + goce-aplique 3 ≠ goce-aplique (1+2+3) = goce-aplique triple = goce-trinitario = goce-@.
- goce (lengua-concha) = 1 + Nada.
Hay "Nada" (Le rien) |
Un aplique es un objeto que se fija en una pared o en otra superficie vertical (como el pecho materno se aplica en el torso de la madre).
El objeto @, al tener la disposición y las propiedades de un aplique, se puede separar, desprender, de la superficie del cuerpo, donde está fijado, aplicado.
Lógicamente, para que se produzca esta separación del cuerpo, tiene que intervenir una operación de corte que provoque la caída de ese objeto sobre-puesto.
El corte sobre el cross-cap que desprende un objeto y un sujeto |
El corte del significante sobre-el-cuerpo es lo que hace caer al objeto @, que, como el pezón, permanecía fijado, aplicado, sobre su superficie.
El pezón, el escíbalo, la mirada y la voz, todos ellos formas topológicas del objeto @, se separan del cuerpo debido al corte del significante (al hecho de que hablamos y somos hablados).
Olvidándonos ahora del imposible objeto @, se puede tomar un simple aparato de luz como ejemplo de un aplique de lo más cotidiano e impersonal.
Un aplique sobre una superficie de corte |
Un enchufe también es un aplique.
Es un aplique porque está aplicado sobre una pared de la que, en un momento dado, se puede separar.
El enchufe es un artefacto agujereado que establece una conexión con la red eléctrica lo que permite que los aparatos que funcionan con energía eléctrica, gracias a su posición interior-exterior, la reciban al enchufarse.
El aplique se sitúa en un borde constituido topológicamente como límite entre un interior y un exterior.
En el caso del enchufe captamos inmediatamente que esta función de límite, que conecta dos espacios diferentes, la realiza gracias a su condición de agujero.
Si, para Lacan, el agujero es simbólico, se puede considerar que la energía eléctrica que recorre los cuerpos, gracias al enchufe-@, es una metáfora del goce (que tiene una ditmension real de x Kw).
Por lo tanto, tenemos el enchufe-aplique, artefacto aplicado sobre la superficie de un cuerpo, con sus agujeros conectivo-simbólicos, que permiten que otro aparato se conecte con la energía del goce.
Es evidente que un aplique, un enchufe, no solo tiene un agujero simbólico de conexión que transmite el goce (real), sino que también es un cuerpo provisto de una determinada consistencia imaginaria.
El objeto @, enchufe-aplique, aplicado sobre la superficie del cuerpo, de la que se puede enajenar, tiene estos tres elementos esenciales: el agujero (simbólico); el goce (real); y el cuerpo (imaginario).
Interruptores antiguos |
¿Cómo se conectan y se desconectan la Sra. K. y el padre de Dora?
¿Cómo se aplican mutuamente sus respectivos apliques de goce?
En el caso de la Sra. K. y del padre de Dora, que aplican y se aplican al goce del cunnilingus, es algo así como que se interconectasen a un enchufe triple (aplique-a), que consta de tres líneas de dos agujeritos cada una.
En la primera línea de agujeritos se conecta la lingus del padre, ese hombre afectado por una impotencia coeundi, sin recursos (unvermögen).
Si la lingus es el sustituto del falo, la modalidad de goce en juego es fálica (∅).
En la segunda línea de agujeritos, empezando desde arriba (¡o desde abajo!), se conecta el cunnus de la Sra. K.
Si el padre excita el pipirigallo de esta buena señora con su lengua, esto implica que el goce cunneano, a imagen y semejanza del goce lingueano, es también de estirpe fálica (∅).
Pero en el aplique-triple hay una tercera línea de agujeritos que, como es evidente, es impar (también se puede decir odd); que no mantiene una relación de complementariedad con las otras dos (que la mantienen entre si), sino de suplementariedad.
Con relación a esos tres agujeritos, y a la energía gozosa que sale (¿o entra?) por ellos, se pone en acto un goce al que no se puede calificar de fálico, tampoco de no-fálico, sino de notodo fálico.
Se trata de un goce que no es sin el falo, que está más allá del falo, que es otro que el fálico, en el sentido de suplementario al falo, al que podemos calificar de goce femenino (♀).
¡Cuidado con el otro goce, que quema y chamusca! |
Este goce otro, que se sostiene en esos tres agujeritos suplementarios del aplique-enchufe, en los que no acaba de encajar ningún palito-falito, es el que interesa a Dora, al que le dedica, en una auténtica pére-version, un síntoma de lo más odd:
Como las acusaciones contra el padre se repetían con fatigante monotonía, y al hacerlas ella tosía
continuamente, tuve que pensar que ese síntoma podía tener un significado referido al padre. De
otra manera, los requisitos que suelo exigir a una explicación de síntoma estarían lejos de satisfacerse. Según una regla que yo había podido corroborar una y otra vez, pero no me había atrevido a formular con validez universal, un síntoma significa la figuración realizada de una fantasía de contenido sexual, vale decir, de una situación sexual. Mejor dicho: por lo menos uno de los significados de un síntoma corresponde a la figuración de una fantasía sexual, mientras que los otros significados no están sometidos a esa restricción en su contenido. Pronto se averigua, cuando se emprende el trabajo psicoanalítico, que un síntoma tiene más de un significado y sirve para la figuración de varias ilaciones inconscientes de pensamiento. Y yo agregaría que, a mi entender, una única ilación de pensamiento o fantasía inconsciente difícilmente baste para la producción de un síntoma.
Muy pronto se presentó la oportunidad de atribuir a la tos nerviosa una interpretación de esa clase, por una situación sexual fantaseada. Cuando insistió otra vez en que la señora K. sólo amaba al papá porque era <<in vermógender Mann>> {un hombre de recursos, acaudalado}, por ciertas circunstancias colaterales de su expresión (que omito aquí, como la mayoría de los aspectos puramente técnicos del trabajo de análisis) yo noté que tras esa frase se ocultaba su contraria: que el padre era ein unvermögender Mann {un hombre sin recursos}. Esto sólo podía entenderse sexualmente, a saber: que el padre no tenía recursos como hombre, era impotente. Después que Dora hubo corroborado esta interpretación por su conocimiento consciente, le expuse la contradicción en que caía cuando, por un lado, insistía en que la relación con la señora K. era un vulgar asunto amoroso y, por el otro, aseveraba que el padre era impotente, y en consecuencia incapaz de sacar partido de semejante relación. Su respuesta mostró que no le hacía falta admitir la contradicción. Bien sabía -dijo- que hay más de una manera de satisfacción sexual. Por lo demás, la fuente de este conocimiento le era de nuevo inhallable. Cuando le pregunté si aludía al uso de otros órganos que los genitales para el comercio sexual, me dijo que sí; y yo pude proseguir: sin duda pensaba justamente en aquellas partes del cuerpo que en ella se encontraban en estado de irritación (garganta, cavidad bucal). Por cierto, no quiso saber nada de que sus pensamientos pudieran llegar hasta ahí -y, si eso debía posibilitar el síntoma, tampoco podía ella tenerlo totalmente en claro- No obstante, era irrecusable que las cosas debían completarse así: con su tos espasmódica, que, como es común, respondía al estímulo de un cosquilleo en la garganta, ella se representaba una situación de satisfacción sexual per os entre las dos personas cuyo vínculo amoroso la ocupaba tan de continuo. Desde luego, armoniza muy bien con esto que la tos desapareciera muy poco después que ella recibió, callada, este esclarecimiento; pero no atribuyamos demasiado valor a este cambio, pues hartas veces se había producido ya espontáneamente. (Freud S.; Fragmento de análisis de un caso de histeria [Caso Dora]; [1905]).
Es curioso, aquí, Dora, produce un síntoma con relación a una práctica sexual que ella conjetura (o fantasea) que, debido a la impotencia del padre, se produce entre este y la Sra. K.: el coito per os (sexo oral: introducción del pene en la boca hasta llegar a un orgasmo; también llamado fellatio o mamada).
V) El Sr. K se tira de cabeza a la piscina sin agua
Todo tiene su origen en la falta de recursos del padre.
En resumidas cuentas, dos formas perversas de realizar el sexo (suponiendo que haya alguna normal) se cruzan en la relación entre el padre de Dora y su amante: el cunnilingus (que hace gozar a la mujer) y el coito per os (que hace gozar al hombre).
Este síntoma, la tos espasmódica de Dora, se sostiene no tanto por su doble significación, sino con relación a una identificación al padre enraizada en un punto de irritación corporal; se trata concretamente de ese estímulo sensitivo que se manifiesta como un cosquilleo en la garganta.
Existe un anudamiento pére-verso entre el significado del síntoma, la tos irritativa (que se repetía con fatigante monotonía), y el cosquilleo gozoso de la garganta.
En el sínthoma, a través de la situación del cunnilingus (que se podría transcribir como conlalengua o chounelangue), Dora se identifica con la lengua gozosa del padre, con lalengua, con su linguae, que apunta, señala, es el índice, del goce femenino, notodo, localizado, en este caso, en el agujero del cunnus, en el kýtos (cavidad cerrada), de la mujer (cunnus procede en su etimología de la raíz indoeuropea [s] keu-, que significa cubrir, esconder).
Esta operación sinthomática, de identificación con la tos del padre, con el significante privilegiado de su función (tos = trazo unario), trata de producir un efecto de padre-versión del goce femenino.
El goce femenino, notodo, ese cosquilleo en la boca, totalmente fuera de lugar y de sentido, de ditmensión real, al que Freud da sentido a través de su figuración como un coito per os, es la verdadera espina irritativa que explica la complacencia somática del síntoma con-versivo.
Lo fundamental del sínthoma es un efecto de escritura sobre el goce, no una identificación imaginaria de Dora con la Sra. K. en el momento de recibir el falo del padre en su boca para hacerle una mamada.
Aunque esto de recibir el don fálico paterno, el significante del deseo, no sea algo a minusvalorar (el modo como se reciba, eso ya es cosa de cada uno).
Algo enigmático, a lo que llamamos goce, es sentido como un cosquilleo en la garganta.
Es evidente que el goce, al ser sentido en el cuerpo, por su condición de extranjeridad, es vivido siempre como goce del Otro.
Del goce no sabríamos nada si no fuese porque, debido a su insoportable presencia, a su peso real, llama al Otro, al significante.
Seamos aplicados, y, aplicadamente, volvamos a la plica de la Sra. K., a lo que se puede llamar la función de la plica, que no es otra que la función del deseo, la presencia siempre enigmática y cosquilleante de das Ding.
Retornemos de nuevo ese sobre cerrado, ese kýtos, que el Sr. K. desgarra, rompe en mil pedazos, lo convierte en un gurruño, con el fin de demostrar fehacientemente que su señora no le interesa nada, que no significa nada para él, que a la que se quiere llevar al huerto, al catre, para que muerda el polvo a la orilla del lago, es a la petit histérica, Dora.
Dora se lo toma fatal. Le repatea y le enfurece que el Sr. K. trate tan mal, con tanto desapego, desprecio, a la plica de la Sra. K., por la que ella, hasta ahora, ha aplicado y se ha aplicado en cuerpo y alma, día y noche, dado que se trata de su objeto más precioso, el del deseo.
Dora había confeccionado una plica preciosa, casi un agalma, que portaba la firma de la Sra. K., el Si tú quieres ?
En el exterior del sobre había puesto la dirección de la casa del lago de los K.
También estaban escritas las condiciones de la plica que permitían acceder al misterio del deseo: La Sra. K. podrá ser deseada por el padre más allá de Dora, a condición de que el Sr. K. desee a Dora más allá de la Sra. K.
Es evidente que la Sra. K. es la pieza maestra, el punto pivote, alrededor del cual gira, bascula, todo el mecanismo del deseo, el aparato significante.
La Sra. K.: el agalma de Dora |
El Sr. K. se cisca en estas condiciones tan exigentes como son las del significante.
Se sacude a la Sra, K., como el polvo en las hombreras; se la saca de en medio, diciendo que su mujer ya no le importa nada (cuando a Dora lo único que le importa es que al Sr. K. le importe su mujer), sin calcular las consecuencias, sin ser consciente que está atacando al objeto más valioso de Dora, aquel que sostiene su pregunta por el deseo de la mujer (o por lo que es ser una mujer).
Dora, como es lógico, se enfada. Hay algo inaceptable en la propuesta del Sr. K.
El Sr. K. aborda a Dora a lo bruto, se dirige a ella de tú a tú, queriendo despejar desde el principio la incógnita molesta, la x del deseo.
Para ello, no se le ocurre peor idea que deshacerse del tercero, que, en este caso, para más inri, es su mujer.
Dora solo acepta ser deseada por el Sr. K. bajo unas condiciones significantes -legales-, extremadamente exigentes e ineludibles: Usted solo podrá amarme más allá de su mujer; para lo cual, es necesario que la Sra. K. signifique algo para usted.
Dora se niega a ser amada por el Sr. K. a pelo, sin que intervenga un introductor de embajadores, una mediación, el lugarteniente del representante de la representación (vorstellungsrepräsentanz); en última instancia, el deseo del Otro.
La única condición aplicable al amor de Dora es la que está escrita, con letras de oro, en el frontispicio de la plica.
Si el Sr. K. no desea a la Sra. K.; si, para él, al lado de la Sra. K. no hay esa nada enigmática que causa el deseo de Dora, el Sr. K. ya no tiene ningún interés (solo lo tiene en función de la presencia de la Sra. K. en su deseo); se puede ir por donde vino; ese es el momento en que le da un tortazo, que significa rechazo y sanción por haber ofendido gravemente al objeto del deseo de Dora, a su plica, a la Sra. K.
Es como si el Sr. K. hubiera dicho: a mí este sobre, esta plica, que lleva el nombre de mi mujer, que esconde el enigma de su deseo, me molesta, me perturba, en mis desempeños viriles, me obliga a dar un rodeo interminable (alrededor del objeto a), por lo cual lo rompo en mil pedazos y pelillos a la mar.
La intervención torpe del Sr. K. es como la del chiste del polvo mágico, pero sin ninguna magia:
Un hombre se acerca a una mujer y le dice:
- ¿Te gustaría un polvete mágico?
- ¿Qué es un polvete mágico?
- Fácil: echamos unos polvos y después desapareces.
Un sobre, incluso una plica, puede no llevar nada dentro (solo las palabras).
Puede ser un sobre vacío que, como tal, al faltarle el documento de la plica, ese que se puede reducir a un pliegue, puede resultar algo paradójico o contradictorio.
¿A quién va destinada una plica vacía?
Esta pregunta no tiene respuesta a no ser que alguien (puede ser el analista) se haga cargo de la pregunta por el deseo del Otro.
Una plica vacía puede ser algo mucho más valioso que una plica cargada de documentos.
¿No es la operación analítica aquella que consiste en ir vaciando al sujeto de toda la serie de las demandas para poder acceder más allá al vacío del deseo?
¿No se trata de desgastar como anacrónicas todas las demandas de esto o lo otro con el fin de encontrarse con la demanda de nada?
La clave no está que no se demande nada, sino en que se constituya una demanda de nada.
Por lo tanto, en un análisis apuntamos a esa nada que, sin saberlo, se demanda como deseo, más allá de todas esas demandas cuestionables e incuestionables, estables e inestables, habidas y por haber.
Dora ha logrado adjuntar, anexar, adosar, esa plica vacía, la que contiene el documento fundamental del deseo, a la Sra. K., a su cuerpo blanquísimo.
Todos danzan al ritmo de un vals vienés alrededor de esa plica vacía, de esa demanda de nada, que está en una especie de pliegue junto a la Sra. K.
Pero el Sr. K. lo fastidia todo cuando, para ganarse el amor incondicional de Dora, exclusivo y excluyente (¡de la falta!), ataca esa demanda de nada encarnada en la Sra. K., tirando a la papelera la plica vacía, al decir de forma soberbia: Ya sabe usted que junto a mi mujer no hay nada:
¿Cuándo le da una bofetada? No cuando la corteja o cuando le dice que la ama. No, incluso cuando la aborda de una forma intolerable para una histérica. Es en el momento en que le dice -Ich habe nichts an me'ner Frau. La fórmula alemana es particularmente expresiva, tiene un sentido particularmente vivido, si damos al término nada todo su alcance. Lo que el señor K., dice, en suma, lo retira a él mismo del circuito así constituido, que queda establecido así en su orden propio-.
Dora puede admitir que su padre ame en ella, y a través de ella, algo que está más allá, la señora K., pero para que el señor K. resulte tolerable en su posición, ha de ocupar la función exactamente inversa y equilibradora. A saber, que Dora sea amada por el señor K. más allá de su mujer, pero en la medida en que su mujer es algo para el. Este algo, es lo mismo que esa nada que ha de haber más allá, es decir, Dora en este caso. El no dice que su mujer no es nada para el, dice que, junto a su mujer, no hay nada. El an lo encontramos en mil locuciones alemánas, por ejemplo, en la expresion Es fehlt item an Geld. Es una afinidad, un añadido, que esta más allá de lo que falta. Es esto precisamente lo que encontramos aquí. El señor K. quiere decir que no hay nada detrás de su mujer -Mi mujer no está en el circuito-.
¿Qué resulta de ello? Dora no puede tolerar que sólo se interesa por ella interesándose sólo en ella. Inmediatamente, toda la situación se rompería. Si el señor K. sólo esta interesado en ella, es que su padre sólo se interesa por la señora K., y entonces ella no puede tolerarlo. ¿por que? (Seminario 4: Clase 8, Dora y la joven homosexual, 23 de Enero de 1957).
La mujer de la observación de homosexualidad femenina salta por encima de la pequeña barrera que la separa del canal por el que pasa el pequeño tranvía semisubterráneo de Viena; Dora, en el momento de embarazo en que la coloca -lo hice observar hace mucho tiempo- la frase trampa, la torpe trampa del señor K: <<mi mujer no es nada para mí>>, pasa al acto.
La bofetada no puede expresar aquí otra cosa que la más perfecta ambigüedad: ¿ama ella al señor K o a la señora K?. No nos lo dirá la bofetada, por cierto. Pero semejante bofetada es uno de esos signos, uno de esos momentos cruciales que podemos ver rebrotar de generación en generación con su valor de conducción en un destino. (Seminario 10, clase 9).